El 5 de diciembre de 1952, Londres fue testigo de uno de los episodios más mortales en su historia reciente: la Gran Niebla o Gran Smog, que paralizó la ciudad durante cinco días y causó miles de muertes. Hoy, a 72 años de este trágico suceso, es imposible ignorar el contexto histórico y climático que permitió que esta densa niebla se convirtiera en un fenómeno de magnitudes letales. Según reseña Daily Telegraph, este evento no solo marcó un hito en la historia de la contaminación ambiental, sino que también cambió la manera en que el mundo ve la salud pública y las políticas medioambientales.
En ese entonces, la ciudad, como muchas otras en Europa, había vivido los efectos de la Segunda Guerra Mundial y se encontraba en proceso de recuperación. Las fábricas que habían sido obligadas a mover sus actividades fuera de los límites de la ciudad durante la guerra comenzaron a regresar a las áreas urbanas, aumentando la contaminación atmosférica.
Londres, conocida por sus densas nieblas, había sido víctima de estos fenómenos naturales durante siglos. En los inviernos, el clima húmedo y frío favorecía la formación de nieblas que cubrían la ciudad y reducía considerablemente la visibilidad. Estos eventos eran tan comunes que los londinenses tenían un término para describirlas: las “sopas de guisantes”. Sin embargo, a pesar de su dureza, estas nieblas no eran siempre letales. De hecho, con el paso del tiempo, su frecuencia había disminuido debido a las mejoras en la calidad del aire, como el traslado de industrias fuera de la ciudad y el control del uso de ciertos combustibles.
La tormenta perfecta: los factores climáticos que causaron el Gran Smog
El invierno de 1952, sin embargo, fue diferente. El 5 de diciembre, un anticiclón, un sistema de alta presión atmosférica, se instaló sobre Londres. Este fenómeno meteorológico atrapó el aire frío en la ciudad, impidiendo que se dispersara hacia la atmósfera. Al mismo tiempo, el frío extremo llevó a los londinenses a encender sus estufas con carbón, y el uso de carbón de baja calidad, conocido como carbón de nuez, empeoró aún más la situación. Este tipo de carbón, más barato pero menos eficiente, generaba grandes cantidades de humo y partículas contaminantes.
La tormenta perfecta de factores climáticos y la alta contaminación derivada de las fábricas, los autobuses diésel y las chimeneas de las viviendas creó una niebla extremadamente densa y tóxica. La mezcla de humo, hollín y neblina resultó en una niebla mortal que quedó suspendida en el aire durante días, cubriendo Londres con una capa de smog que casi paralizó la ciudad.
El impacto inmediato del Gran Smog
Según informó en ese momento Evening Standard, en los primeros días del Gran Smog, la visibilidad en Londres se redujo drásticamente. En algunas zonas, las personas no podían ver más allá de unos pocos metros. El tráfico de automóviles se redujo a un ritmo de peatón y los autobuses dejaron de operar, mientras que los coches quedaron abandonados en las calles debido a que los conductores no podían ver por dónde circulaban. Accidentes de tráfico fueron frecuentes, y la situación se agravó por la incapacidad de los servicios de emergencia para responder a tiempo. Las ambulancias tardaban hasta cinco o seis veces más en llegar a los hospitales debido a la densa niebla.
La vida en la ciudad se detuvo. Se registraron episodios de confusión y pánico en las calles, con ladrones aprovechando la oscuridad y la visibilidad limitada para cometer delitos. Incluso animales como un ánade real se estrellaron contra los peatones debido a la desorientación provocada por la niebla.
Causas subyacentes de la contaminación
El origen de la contaminación durante la Gran Niebla de 1952 fue multifacético. Aunque las nieblas densas eran comunes en Londres, las condiciones climáticas de esa ocasión, unidas a la quema de carbón de baja calidad, fueron las principales causas que intensificaron el smog.
Según informó la periodista y escritora Kate Winkler Dawson en Death in the Air, la quema de carbón vegetal barato fue particularmente perjudicial. Este tipo de carbón, conocido como carbón de nuez, generaba mucho más humo y hollín que el carbón de alta calidad, como el carbón antracita, que se había utilizado anteriormente en la ciudad. Debido a la escasez de recursos económicos después de la guerra, los residentes de Londres se vieron obligados a utilizar este carbón de baja calidad. Las fábricas también contribuían a la contaminación, liberando grandes cantidades de sulfuro de dióxido y otros gases tóxicos a la atmósfera.
El balance de muertes y la respuesta inicial
Cuando finalmente la niebla comenzó a disiparse, el balance de muertes fue aterrador. En un principio, los informes oficiales del Parlamento situaban las víctimas mortales en unas 4.000 personas, pero investigaciones posteriores sugirieron que el número real podría ser mucho mayor, hasta 12.000 muertes. La falta de flores en las tiendas y ataúdes en las funerarias indicaba una cantidad inusitada de muertes durante esa semana. Las víctimas no solo eran personas mayores y con enfermedades preexistentes, sino también personas jóvenes y sanas que sucumbieron a los efectos de la contaminación.
La respuesta inicial del gobierno fue lenta. En un principio, las autoridades no reconocieron la magnitud del desastre. Sin embargo, a medida que las muertes comenzaron a acumularse, el debate sobre la relación entre la niebla y las muertes se intensificó. El miembro del Parlamento por Dartford, Kent, Norman Dodds, indicó un discurso en la Cámara de los Comunes en mayo de 1953 que más de 6.000 personas habían muerto en el Gran Londres en comparación con diciembre del año anterior, un aumento alarmante que asociaba directamente con la contaminación del aire.
Investigación y reacción política
A raíz de la tragedia, comenzó una intensa investigación sobre las causas y efectos del smog. En 1953, los legisladores británicos y los expertos en salud pública comenzaron a analizar la calidad del aire y sus efectos en la salud de los habitantes de Londres. Fue por esta razón que en mayo de ese año, Dodds hizo el llamado a la acción, destacando que más de 6.000 personas habían muerto como resultado directo del smog, un aumento impresionante que llevó a una reflexión crítica sobre las políticas de calidad del aire.
La respuesta política culminó en la aprobación de la Ley de Aire Limpio de 1956, una pieza legislativa fundamental que reguló estrictamente la quema de carbón en áreas urbanas y estableció zonas libres de humo en toda Inglaterra. Esta ley marcó el inicio de un cambio en las políticas medioambientales no solo en el Reino Unido, sino también en otros países industriales que se vieron inspirados por el ejemplo británico.
Consecuencias a largo plazo
La Gran Niebla de 1952 no solo dejó un saldo trágico de muertes, sino que también tuvo consecuencias a largo plazo en la política y la conciencia pública sobre la contaminación. En el Reino Unido, la Ley de Aire Limpio fue solo el comienzo de una serie de medidas para reducir la contaminación del aire en todo el país. El evento también aceleró la conciencia sobre el cambio climático y los efectos nocivos de los combustibles fósiles.
“La ley fue verdaderamente revolucionaria y representó un hito mundial en la protección del medio ambiente”, escribió más tarde el corresponsal Jon Excell para la BBC. “En los años siguientes, una multitud de otras naciones industriales se sintieron inspiradas a seguir su ejemplo”.
A nivel global, la tragedia de Londres inspiró reformas en muchas naciones industriales, llevando a la creación de normativas ambientales más estrictas. Además, el movimiento ecologista se fortaleció, y la salud pública se consolidó como una prioridad en las políticas gubernamentales.
Hoy, 72 años después de la Gran Niebla, Londres y otras ciudades del mundo continúan luchando contra los efectos de la contaminación del aire. Aunque el smog mortal de 1952 ya no es una amenaza inmediata, los recuerdos de esa tragedia siguen vivos, recordándonos la importancia de abordar los problemas ambientales y la necesidad de un aire limpio para las futuras generaciones.