El Würstelstand de Viena, en Austria, un emblemático puesto de salchichas que fue parte esencial del paisaje urbano de la ciudad durante generaciones, acaba de recibir un reconocimiento internacional por su valor cultural.
Esta semana, la cultura de los puestos de salchichas vienesas fue incluida oficialmente en el Registro Nacional del Patrimonio Cultural Inmaterial de Austria por la Comisión Austriaca de la UNESCO. La decisión, tomada por el consejo asesor de la UNESCO, fue celebrada como un justo homenaje a una tradición gastronómica profundamente arraigada en la ciudad, que atraviesa generaciones y clases sociales.
Este puesto no se queda en la simpleza de la venta de comida rápida; es un lugar de encuentro, donde convergen personas de todos los ámbitos: desde el barrendero hasta el turista, pasando por un gerente y celebridades locales.
La inclusión de los puestos de salchichas en esta lista reconoce su trascendencia culinaria y su función como centros sociales y culturales.
Según la revista alemana Falstaff, el alcalde de Viena, Michael Ludwig, afirmó: “Este título es un reconocimiento para todos los vieneses que, con su calidez y encanto, hacen de los puestos de salchichas algo más que un simple bar, un lugar de encuentro donde se disfruta de la vida y la cultura”.
La tradición de los Würstelstand se convirtió en un símbolo del carácter abierto y acogedor de Viena, y el apoyo a esta cultura creció en los últimos años, con la creación de asociaciones dedicadas a su preservación. Con la aprobación de la UNESCO, los puestos de salchichas recibieron un sello de calidad cultural y adquirieron mayor visibilidad y valor internacional.
“Esto es importante para todos nosotros. Esto lo consideramos un reconocimiento, el puesto de salchichas forma parte del ADN de Viena. Esta es la comida rápida vienesa original que sobrevivió a tantas tendencias de comida rápida”, aseguró René Kachlir, presidente de la Asociación para la Conservación de la Cultura de los Puestos de Salchichas de Viena, en diálogo con el medio austriaco Die Presse.
Historia, características y cultura de los puestos de salchichas vienesas
La tradición de los puestos de salchichas vienesas tiene sus raíces en una época mucho más remota de lo que se cree. Su origen se remonta a los tiempos del Imperio Austrohúngaro, cuando los antiguos soldados montaban puestos ambulantes de comida para ganarse la vida, explicó la agencia de noticias AP en un artículo.
Estos puestos iniciales eran sencillos y móviles. Consistían en pequeños cubos con agua caliente donde se cocían las salchichas. Los vendedores ambulantes, en su mayoría veteranos de guerra, transportaban sus puestos en carruajes tirados por perros o caballos, y más tarde utilizaron colectivos o tractores para llegar a sus destinos.
Sin embargo, fue en 1969 cuando los puestos de salchichas comenzaron a convertirse en una institución fija en la ciudad. En ese año, se otorgó un permiso más amplio para que los puestos se establecieran permanentemente en diversas ubicaciones de Viena, marcando el inicio de una nueva era para esta tradición gastronómica.
A lo largo de las décadas, los puestos de salchichas evolucionaron. Se adaptaron a los gustos modernos sin perder su esencia. En la actualidad, los Würstelstand ofrecen una variedad de salchichas que ganaron popularidad tanto con los locales como los turistas.
Entre ellas destacan la Haasse, una salchicha gruesa y cocida, y la Käsekrainer, ahumada con queso que es conocida por su particular jugosidad, también llamada “Eitrige”, explicó AP. Otras opciones incluyen el Oaschpfeiferl, un salchichón picante, y el Krokodü, un pepinillo.
Más allá de las distintas salchichas que se ofrecen, la fusión de mundos diferentes es lo que hace que los puestos sean tan especiales. No se trata solo de un lugar para comer, sino de un espacio donde se celebra la diversidad social de Viena.
“Lo especial de esto es que es una forma de gastronomía que todo el mundo puede permitirse. Aquí, el director general y, durante el baile de la ópera, una celebridad están al lado de un trabajador y el barrendero que acaba de terminar de limpiar la calle. Eso une a la gente”, explicó Josef Bitzinger.