Cómo es Onagawa, la ciudad que prohibió la expansión urbana

Después del desastre de 2011, la localidad japonesa decidió no expandirse más allá. Apostó por la revitalización de su núcleo urbano, concentrando funciones y actividades en su centro para combatir el abandono

Guardar
Onagawa prohibió la expansión urbana tras el devastador tsunami de 2011 (REUTERS)
Onagawa prohibió la expansión urbana tras el devastador tsunami de 2011 (REUTERS)

Es poco común que una ciudad decida prohibir su propia expansión. La mayoría de las urbes, al enfrentar el crecimiento poblacional, buscan expandirse hacia las periferias, generando nuevos barrios y aumentando su infraestructura. Sin embargo, Onagawa, una pequeña ciudad en la costa de Japón, tomó una decisión radical después de ser devastada por el tsunami de 2011. En lugar de permitir que su población se dispersara por áreas cada vez más alejadas del centro, Onagawa adoptó una política que prohíbe el crecimiento urbano descontrolado. Esta estrategia busca garantizar que, aún con una población en declive, el núcleo urbano de la ciudad permanezca vibrante y funcional.

El desastre de Onagawa

El 11 de marzo de 2011, Japón vivió uno de los eventos naturales más catastróficos de su historia: un terremoto de magnitud 9.0 seguido de un tsunami que azotó su costa noreste, dejando un saldo de más de 22.000 muertos y cientos de miles de desplazados. La ciudad de Onagawa, ubicada en la prefectura de Miyagi, fue una de las más afectadas. El agua alcanzó alturas de hasta 14 metros, anegando más de 560 km² de tierra y destruyendo casi dos tercios de los edificios de la ciudad. 827 personas perdieron la vida en la ciudad, y su infraestructura quedó prácticamente pulverizada.

Antes del desastre, Onagawa ya enfrentaba problemas demográficos. Su población había disminuido drásticamente en las últimas décadas, pasando de 16.000 habitantes en 1980 a tan solo 10.000 en 2010. La falta de empleo y las bajas tasas de natalidad habían hecho que muchos jóvenes abandonaran la ciudad. La tragedia del tsunami, en lugar de acabar con la comunidad, aceleró un proceso de declive que, de no ser intervenido, podría haber dejado a Onagawa como una ciudad fantasma.

Japón destinó 243 mil millones de yenes para reconstruir Onagawa (AP)
Japón destinó 243 mil millones de yenes para reconstruir Onagawa (AP)

La prohibición del crecimiento urbano descontrolado

La estrategia que Onagawa adoptó para evitar convertirse en una ciudad deshabitada fue clara: prohibir la expansión urbana hacia las afueras y concentrar todas las actividades en su centro. Esta política, implementada por la administración local, se conoció como una “prohibición del sprawl (expansión descontrolada), que buscaba evitar la dispersión de la población en áreas rurales o suburbanas.

La idea detrás de esta medida era que, incluso con la reducción poblacional, el centro de la ciudad seguiría siendo un lugar activo y funcional. Para lograr esto, la administración local prohibió que se construyeran cualquier tipo de instalaciones no residenciales fuera del núcleo urbano. Esto obligó a los residentes a desplazarse al centro para realizar actividades cotidianas como ir al trabajo, hacer compras, estudiar o utilizar los servicios públicos. El plan de Onagawa fue que, al concentrar las funciones en un mismo espacio, el área central mantuviera una vibrante vida social y económica, independientemente de la disminución de su población.

El enfoque es un cambio radical respecto al modelo tradicional de crecimiento urbano, que tiende a permitir la expansión hacia las periferias en busca de espacio y nuevos desarrollos residenciales. Onagawa, en lugar de buscar la expansión, optó por la regeneración de su núcleo urbano y la creación de un centro comercial y cultural que pudiera resistir la reducción de habitantes.

Un 70% de los negocios pre-tsunami en Onagawa no sobrevivieron (REUTERS)
Un 70% de los negocios pre-tsunami en Onagawa no sobrevivieron (REUTERS)

El papel de la comunidad en la reconstrucción

Uno de los aspectos más interesantes de la reconstrucción de Onagawa fue el involucramiento de la comunidad local en el proceso de toma de decisiones. A pesar de la devastación y el dolor, los ciudadanos se volcaron en las consultas públicas para decidir cómo se reconstruiría la ciudad. Yoshiaki Suda, el alcalde de Onagawa, destacó que este proceso de participación ciudadana fue fundamental para generar un sentido de pertenencia y responsabilidad entre los habitantes.

En estos foros, los residentes debatieron sobre temas cruciales como la reubicación de las aldeas circundantes y la concentración de los servicios en el centro. El debate fue intenso, ya que algunos sectores, especialmente los más antiguos, querían la reconstrucción de las aldeas, mientras que otros abogaban por la concentración de las viviendas en el centro. Finalmente, se optó por la segunda opción, con la construcción de nuevas viviendas en las montañas circundantes, lo que garantiza la seguridad ante futuros tsunamis y, a la vez, preserva el centro de la ciudad como el epicentro de la vida social y económica.

El apoyo gubernamental también fue crucial. Japón destinó enormes recursos a la reconstrucción de Onagawa, con una inversión de más de 243 mil millones de yenes (aproximadamente USD 2,1 mil millones) en los primeros 10 años tras la tragedia. Sin embargo, no se trató únicamente de la reconstrucción física, sino de la regeneración social y económica, con el objetivo de atraer a las nuevas generaciones para que se quedaran en la ciudad.

El núcleo urbano de Onagawa es ahora el epicentro clave de su vida social (REUTERS)
El núcleo urbano de Onagawa es ahora el epicentro clave de su vida social (REUTERS)

Retos actuales y futuros

A pesar de la impresionante reconstrucción, Onagawa sigue enfrentando varios retos. Uno de los más importantes es la continua disminución de la población. Aunque se implementaron medidas para atraer a los jóvenes, la ciudad sigue luchando contra un envejecimiento acelerado. Actualmente, más de un 30% de los residentes son mayores de 65 años, lo que pone en riesgo la sostenibilidad de la población a largo plazo.

Otro reto es la sostenibilidad económica de la ciudad. Aunque se logró reabrir varios comercios y atraer nuevos negocios, el 70% de las empresas previas al tsunami no sobrevivieron. La revitalización de la economía local depende en gran medida de la capacidad de Onagawa para ofrecer servicios y empleos atractivos para los jóvenes, un reto considerable dada la persistente crisis demográfica.

En cuanto a la planificación urbana, aunque la ciudad logró crear una barrera de seguridad ante futuros tsunamis mediante una estricta zonificación y la construcción de rutas elevadas, la población sigue siendo vulnerable a los efectos de los desastres naturales. Richard Vize, corresponsal de The Guardian, mencionó en un artículo que el futuro de la ciudad dependerá no solo de la gestión de los riesgos naturales, sino también de la capacidad para mantener viva la actividad económica y social en el centro de la ciudad.

Guardar