En una pequeña colina con vistas al mar Egeo, en la isla griega de Lesbos, un horno tradicional exhala aromas de historia. Alimentado con huesos de aceituna, ese fuego ancestral da vida a las piezas únicas de Dimitris Kouvdis, un maestro alfarero que, a sus 70 años, se ha convertido en el último custodio de un arte casi extinto. Mientras el mundo se apresura hacia la mecanización, él insiste en preservar técnicas que han sido reconocidas por la UNESCO como parte del Inventario Nacional del Patrimonio Cultural Inmaterial. “Es un honor para mí”, expresó Kouvdis a Reuters, celebrando el reconocimiento internacional de su legado.
El reconocimiento de la UNESCO a la alfarería de Kouvdis marca un hito en la preservación cultural de Grecia. Estas técnicas, empleadas desde hace generaciones, han sido destacadas por su autenticidad y valor histórico. En palabras del propio alfarero, este homenaje subraya la urgencia de proteger métodos que están desapareciendo frente a la producción industrial. Como explicó al medio local ekathimerini: “No hay continuidad. No hay espacio para que [nuestro] método continúe”.
Técnicas ancestrales bajo amenaza
El taller de Kouvdis representa una resistencia frente al avance de la modernidad. Allí, la arcilla local se transforma con el calor de un horno alimentado exclusivamente con materiales naturales, como huesos de aceituna, y cada pieza recibe su diseño distintivo gracias al uso de cal natural. Este proceso artesanal contrasta drásticamente con la velocidad y eficiencia de las máquinas modernas.
La industrialización ha llevado al ocaso de muchas tradiciones artesanales en el Mediterráneo, incluida la alfarería. Tal como relató a Reuters, Kouvdis insiste en que cada etapa del proceso artesanal es irreemplazable: desde extraer la arcilla hasta moldearla con las manos y hornearla. Sin embargo, estas prácticas enfrentan una extinción inminente. “Lo que aprendí de mi padre, él lo aprendió de su padre. Esa continuidad ya no existe”, lamentó el alfarero.
El fuego que nunca se apaga
El arte de la alfarería de Dimitris Kouvdis no surgió por casualidad. Es el resultado de generaciones dedicadas al oficio, un conocimiento transmitido como un tesoro de padre a hijo. Según Kouvdis, lo aprendido de su padre es exactamente lo que su padre aprendió antes de él. “He continuado lo que aprendí de mi padre, el mismo método de preparar la arcilla, decorarla y hornearla”, explicó a Reuters.
El taller de Kouvdis se encuentra en Agios Stephanos, un rincón de Lesbos rodeado de naturaleza y aislado del bullicio urbano. La región, y en especial el área de Mandamados, era un centro alfarero vibrante en el pasado. Ahora, Kouvdis es uno de los últimos en mantener viva esta tradición. Sus piezas destacan entre las pocas en el Mediterráneo, elaboradas exclusivamente con arcilla de la zona, un horno de leña y pigmentos naturales. Esta fidelidad al entorno ha convertido su taller en un santuario donde la historia, el paisaje y el arte convergen.
Para Dimitris Kouvdis, la alfarería no es un simple oficio, sino una forma de vida. A pesar de los desafíos que enfrenta, encuentra en cada pieza un motivo para continuar. “Es, ante todo, una pasión: intentar crear algo que te llene”, explicó. Su dedicación no se mide en términos económicos ni industriales, sino en su capacidad de conectar con los valores más esenciales de la creación humana: la paciencia, la autenticidad y el sentido de propósito.
En cada pieza de cerámica que emerge de su horno, Dimitris Kouvdis deposita el eco de generaciones pasadas y la esperanza de que las futuras encuentren valor en el arte tradicional. Mientras la industrialización avanza y el tiempo amenaza con borrar métodos ancestrales, Kouvdis representa la persistencia de lo humano frente a lo mecánico. Su alfarería es un acto de resistencia y belleza que sobrevive en el rincón de una isla griega bañada por el Egeo, donde el pasado encuentra refugio en el presente.