La vida de una mujer de 61 años en Singapur dio un vuelco en 2019 cuando recibió una llamada inesperada. Su cuñado, con voz sombría, le informó de algo inesperado: su sobrina Dionne-Edna Lin Lilian había fallecido. La noticia era devastadora. A lo largo de los meses siguientes, según los reportes del medio asiático Stomp, regulado por The Straits Times, su duelo se vería marcado por el desconcierto y la confusión mientras se desarrollaba una de las estafas familiares más complejas y crueles en los tribunales singapurenses.
Apenas unos días después de la trágica llamada, una figura nueva entró en contacto con la víctima: “Daslin Ang”, quien se presentó como la abogada a cargo de la herencia de la fallecida. Con un tono autoritario, “Ang” explicó a la mujer que su sobrina había dejado un fondo de dinero importante y que, como beneficiaria, podía reclamarlo. Sin embargo, había un obstáculo. Para liberar el supuesto fondo, era necesario abonar una serie de “tarifas de procesamiento”.
La víctima, que apenas se recuperaba de la noticia de la muerte de su sobrina, dudó. ¿Por qué habría de enviar dinero a cuentas desconocidas? El engaño tenía la apariencia de un esquema complicado, pero “Daslin” ofreció una alternativa para tranquilizarla: los fondos podrían ser transferidos a una cuenta familiar, la cuenta del propio padre de Lin, hermano político de la víctima.
Lo que la tía desconocía era que Dionne-Edna Lin Lilian, la misma sobrina cuya muerte estaba llorando, seguía viva y estaba manipulando todos los hilos de esta red de mentiras. Suplantando la identidad de su propio padre y utilizando múltiples teléfonos para simular llamadas y conversaciones, Lin había diseñado un sofisticado montaje que combinaba relaciones familiares, documentación falsa y supuestos cambios en el proceso legal, todo con un único objetivo: extraer hasta el último centavo de su tía.
A medida que pasaban los días, el fraude se tornaba más intrincado. Hacia mayo de 2019, la “abogada Daslin Ang” fue abruptamente suspendida por supuesta “negligencia profesional” y otro “abogado”, Phil Tong, asumió el caso, comunicándose de inmediato con la víctima para solicitarle más fondos. El giro, cuidadosamente calculado, añadía una capa de autenticidad a la narrativa, consolidando la idea de que este era un proceso legal complicado y susceptible a cambios.
Cada solicitud de dinero parecía verosímil a los ojos de la víctima, que ya había depositado sus ahorros en la esperanza de un futuro seguro.
Durante cinco meses, la mujer realizó un total de 29 transferencias bancarias, cada una alimentando la esperanza de acceder a la herencia prometida. Sin embargo, en junio de 2019, la realidad empezó a pesar. Con sus ahorros agotados y sin recibir noticias claras de la supuesta herencia, la víctima comenzó a sospechar. Tras días de reflexión y con el dolor acumulado, acudió a la policía el 28 de junio de ese año para denunciar lo que temía podría ser un engaño.
El proceso judicial, llevado a cabo cuatro años después, expuso el ingenioso sistema de mentiras de Lin en detalle. En su presentación, el fiscal Eugene Phua subrayó el carácter “sofisticado y despiadado” de las tácticas de la acusada, quien no solo se aprovechó de su tía mediante una elaborada suplantación de identidad, sino que drenó por completo los ahorros de una mujer que le había confiado su seguridad financiera. En un intento de salvaguardar la justicia, el fiscal solicitó una condena de hasta un año y diez meses, buscando que el castigo estuviera a la altura del daño emocional y económico sufrido por la víctima.
Finalmente, el tribunal sentenció a Lin a un año y ocho meses de prisión. Pese a la condena, el dinero estafado, que ascendía a casi USD 114.000, no fue restituido, dejando a la víctima en una situación de precariedad. Se fijó una fianza de USD 16.000 para Lin, quien comenzó a cumplir su sentencia el 25 de octubre de 2024.