Al concluir la Segunda Guerra Mundial, los soldados aliados descubrieron cientos de miles de obras de arte que habían sido robadas por los nazis, quienes despojaron a Europa de un vasto patrimonio cultural en los años del conflicto. Entre estas piezas estaba el Portrait de femme à mi-corps del pintor francés Nicolas de Largillière, una obra que los nazis confiscaron en 1940 de la bóveda bancaria del barón Philippe de Rothschild en Arcachon, Francia.
Esta pintura, como muchas otras, fue trasladada inicialmente al museo Jeu de Paume en París, que las fuerzas de ocupación nazis utilizaban como depósito de los bienes culturales saqueados. Más tarde, el retrato fue llevado al castillo de Neuschwanstein en Alemania, una ubicación elegida por los nazis para almacenar parte del botín que habían reunido de diversos países europeos.
Nicolas de Largillière creó esta obra mientras trabajaba como retratista en la corte del rey Luis XIV de Francia, el famoso monarca conocido como el Rey Sol, quien gobernó entre 1643 y 1715. Este artista fue destacado por sus representaciones de la nobleza y la alta burguesía de la época, capturando en sus retratos la opulencia y elegancia propias del barroco francés. En Portrait de femme à mi-corps, Largillière pintó a una mujer de la nobleza con un elaborado vestido, detalle que, junto con su técnica y estilo refinado, convirtió a esta pieza en una obra de valor histórico y artístico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el vasto saqueo cultural perpetrado por los nazis llevó a los Aliados a crear un grupo especializado con la misión de localizar, proteger y restituir el arte robado: los Monuments Men. Oficialmente denominado el programa de Monumentos, Bellas Artes y Archivos de los Aliados, esta unidad estaba compuesta principalmente por historiadores de arte, arquitectos, curadores y otros expertos en patrimonio cultural, quienes se enfrentaron al reto de preservar el legado cultural europeo en medio de un escenario bélico. Su tarea incluía proteger monumentos, iglesias y bibliotecas, pero se enfocaba especialmente en rastrear y recuperar las obras saqueadas.
Uno de los miembros más destacados fue el capitán James Rorimer, un curador de arte estadounidense que desempeñó un papel crucial en el rescate de piezas ocultas en los depósitos nazis. Con el apoyo de colaboradores clave como Rose Valland, una historiadora de arte que trabajaba para la resistencia francesa, Rorimer y su equipo lograron ubicar numerosas obras.
Valland, quien desempeñaba funciones en el museo Jeu de Paume, mantuvo un registro clandestino de las obras que los nazis almacenaban allí, lo que resultó fundamental para los Monuments Men. Cuando París fue liberada en 1944, Valland proporcionó a Rorimer información detallada sobre los envíos de arte hacia Alemania, incluyendo el paradero de algunas obras en el castillo de Neuschwanstein.
El rescate de estos tesoros no solo fue una carrera contra el tiempo, sino también contra las intenciones de algunos oficiales nazis de destruir el arte y sus registros ante el avance aliado. Este esfuerzo, que se plasmó en la icónica fotografía de los soldados sosteniendo las obras recuperadas en las escaleras de un castillo alemán, representó un triunfo simbólico sobre el intento de borrar la identidad cultural de Europa.
Valland se convirtió en una pieza clave de la resistencia francesa contra el saqueo nazi. Durante la ocupación alemana, el Jeu de Paume fue utilizado por las fuerzas de Adolf Hitler como almacén temporal de obras de arte confiscadas, en su mayoría provenientes de colecciones judías. Valland, quien mantenía un perfil bajo, observaba silenciosamente el traslado y manejo de estas obras, registrando en secreto el origen, destino y características de cada una de ellas. Poniendo su vida en riesgo, Valland llevaba un registro minucioso de los movimientos de las piezas, recopilando información de gran valor para los Aliados y documentando los detalles de cada obra y sus destinos probables en territorio alemán.
En 1944, tras la liberación de París, Valland compartió esta información con el capitán James Rorimer, quien lideraba una de las unidades de los Monuments Men. Sus registros detallados permitieron que el equipo de Rorimer y otros miembros del programa localizaran depósitos de arte en Alemania, entre ellos el famoso castillo de Neuschwanstein en Baviera. Gracias a Valland, los Aliados lograron identificar el paradero de más de 29 envíos de arte hacia el castillo, una cantidad significativa de obras saqueadas que de otro modo podrían haberse perdido para siempre.
Su valiente esfuerzo la convirtió en una heroína para la historia del arte y le mereció múltiples reconocimientos, entre ellos la Médaille de la Résistance de Francia y la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos. La colaboración de Valland con los Monuments Men y su trabajo encubierto para preservar la memoria cultural europea han sido reconocidos como uno de los episodios más significativos de la resistencia cultural durante la guerra.
La próxima subasta de Portrait de femme à mi-corps, programada para el 21 de noviembre, representa un evento de gran simbolismo histórico y cultural. La casa de subastas Christie’s será la encargada de vender la obra del pintor Nicolas de Largillière, que recuperaron los Monuments Men al final de la Segunda Guerra Mundial. Según Christie’s, se estima que la obra alcanzará un valor de entre 55.000 y 88.000 dólares debido a su importancia histórica y artística, así como por su relación directa con los esfuerzos de restitución del arte robado por los nazis.
La venta de esta obra es, además, una oportunidad para visibilizar las historias de los bienes culturales saqueados y posteriormente recuperados, una tarea en la que participaron figuras como Rose Valland y los Monuments Men. Aunque Portrait de femme à mi-corps fue devuelto a sus propietarios originales en 1946, esta subasta pone de relieve la persistente relevancia de estos rescates, que no solo salvaron obras invaluables, sino que también preservaron la memoria cultural de Europa.
La imagen de los Monuments Men en las escaleras de un castillo alemán, sosteniendo las obras que rescataron, se ha convertido en un emblema de la lucha por la preservación del patrimonio cultural en tiempos de guerra. En esa fotografía histórica, tomada en 1945, aparecen cuatro soldados estadounidenses con tres de las pinturas rescatadas de las manos nazis, entre ellas Portrait de femme à mi-corps. El capitán James Rorimer, figura central en la misión de rescate, aparece en el fondo con un cuaderno y una pluma, simbolizando la meticulosa labor de documentación que fue esencial para el éxito de la operación.
Esta imagen fue elegida como portada para el libro The Monuments Men de Robert Edsel, una obra que detalla los desafíos y logros del grupo. La historia de los Monuments Men alcanzó aún más visibilidad con la adaptación cinematográfica de 2014 dirigida y protagonizada por George Clooney, quien buscó homenajear el compromiso de estos soldados con la protección del arte y la historia en medio del caos de la guerra. La película acercó al público general esta poco conocida operación militar y cultural, resaltando la importancia de preservar el arte como símbolo de identidad y humanidad, incluso en los momentos más oscuros.