A sus treinta y seis años, Ziona Chana dejó de respirar, pero su historia continúa en cada uno de sus descendientes: 39 esposas, 94 hijos, y más de treinta y tres nietos, sumando un total de 167 personas que llevaron a este hombre, oriundo de Mizoram, India, a ser considerado el patriarca de la familia más grande del mundo. No era una hazaña pequeña; era el resultado de una vida guiada por un propósito que él mismo definió en una entrevista con Reuters: “Estoy dispuesto a ir hasta el final para expandir mi familia”. Basado en ese polémico compromiso, Ziona construyó una dinastía que se convirtió en leyenda en su aldea de Baktawng Tlangnuam, en el noreste del país.
Desde joven, Ziona no fue un hombre común. Nació en 1945 en el seno de una comunidad singular: la secta Chana Pawl, un grupo fundado en 1942 por su padre y en el cual la poligamia era alentada como un valor espiritual. Así, a los 17 años, Ziona conoció a su primera esposa, una mujer mayor que él por tres años, quien lo iniciaría en la vida conyugal que más tarde se transformaría en un verdadero fenómeno social.
Su vida, marcada por el propósito de multiplicarse, transcurrió en una estructura organizada y particular: su hogar, una edificación rosa de cuatro pisos conocida como la Casa Nueva Generación (o “Chuuar Than Run”), cuenta con más de 100 habitaciones. En este espacio, que parecía desafiar las normas de vida familiar convencionales, Ziona ordenaba su rutina rodeado de sus esposas, quienes dormían en un dormitorio cercano a su habitación privada. Todo estaba meticulosamente dispuesto; las tareas se dividían entre los miembros de la familia, y las esposas “cuidaban” -como él definió la relación- de Ziona en un orden rotativo en el cual él prefería estar acompañado de siete u ocho de ellas en todo momento.
Un patriarca singular
Entre las mujeres de la familia, Ziona era visto con respeto y devoción. Él veía en ellas la extensión de su misión personal y espiritual. Llegó a casarse con diez mujeres en un solo año, un gesto que consolidó su reputación en la aldea.
Para Ziona, la grandeza de su familia era un símbolo de fortuna y propósito divino. En una entrevista de 2011 con Reuters, confesó: “Tengo tanta gente de la que ocuparme y me considero un hombre afortunado”. Esa fe en su misión lo llevó a seguir casándose, sumando más y más hijos a su descendencia, e inspirando a la comunidad de Chana Pawl, que veía en él el ejemplo de un patriarca comprometido con los valores de su secta
La historia de su familia no tardó en despertar curiosidad más allá de los límites de Mizoram. En dos ocasiones, Ziona y su dinastía fueron presentados en el programa estadounidense Ripley’s Believe it or Not, lo que atrajo una gran cantidad de turistas y curiosos al pequeño pueblo de Baktawng. La Casa Nueva Generación se convirtió en una especie de atracción turística, y decenas de personas viajaban largas distancias para observar de cerca la vida de un hombre que había desafiado las convenciones sociales en nombre de su fe.
Una fe profunda
Sin embargo, el motivo detrás de su familia numerosa tenía profundas raíces espirituales. La secta Chana Pawl, fundada por el abuelo de Ziona, promovía la idea de que la poligamia era un medio para multiplicar los creyentes y fortalecer la comunidad. En ese sentido, Ziona fue el líder de una comunidad de casi 2.000 seguidores. La aldea entera se organizaba en torno a él y a sus descendientes, y muchos miembros de la secta vivían cerca de su casa, en la misma aldea de Chhuan Thar Tlangnuam, donde formaban un enclave único de creencias y costumbres familiares poco comunes en India.
El impacto de su muerte en 2021, fue tal que la noticia llegó a oídos del primer ministro del estado de Mizoram, Zoramthanga, quien expresó sus condolencias en redes sociales. Sin embargo, mientras los médicos certificaban el fallecimiento de Ziona en el hospital de Trinity, miembros de la secta insistieron en que el patriarca aún estaba vivo. “Sentimos su pulso y su cuerpo aún está tibio”, aseguró Zaitinkhuma, el secretario de la iglesia.
Los seguidores de Ziona rechazaron la idea de realizar el funeral mientras su cuerpo no se enfriara completamente, convencidos de que su líder aún podría regresar. Así, el hombre que desafió todas las normas permaneció sin recibir sepultura mientras sus esposas y seguidores velaban su cuerpo en la esperanza de un milagro.
Times of India reportó que Ziona sufrió en sus últimos años de diabetes e hipertensión, y que la fatiga, a veces, lo mantenía en su habitación más de lo habitual. Sin embargo, hasta el final, se mantuvo fiel a su misión de expandir su linaje y consolidar su legado, una visión que alimentó y que, hasta hoy, sigue dando forma a la vida de su comunidad.