En una carrera singular que marcó la diferencia entre superar límites y romper estereotipos, la corredora ucraniana Khrystyna Bohomiahkova estableció un récord mundial único en su tipo: recorrió 10 kilómetros en 37 minutos y 26 segundos mientras empujaba el cochecito de su hijo Oleksander. Esta hazaña, lograda en Stare Babice, Polonia, fijó un nuevo estándar de resistencia en la categoría femenina y demostró cómo la unión entre madre e hijo puede convertirse en un impulso decisivo.
Para la mujer, este logro comenzó mucho antes del día de la carrera. Durante nueve meses, entrenó diariamente con su hijo en el cochecito, asegurándose de que ambos estuvieran preparados para los desafíos del récord. “Pasé nueve meses corriendo con Oleksander para entrenar para mi intento de récord”, declaró al sitio Guinness World Records. Su técnica de carrera, aseguró, no cambia al correr con el cochecito, aunque el esfuerzo es notablemente mayor en condiciones de viento o pendientes. Este entrenamiento en equipo fue una rutina que superaba las dificultades del clima y fortalecía el lazo con su pequeño copiloto.
La complicidad: clave del éxito
El día de la carrera, en abril de este año, Oleksander no fue solo un pasajero; también aportó su energía a la hazaña. “No durmió, sino que se entretuvo cantando una canción infantil”, compartió Bohomiahkova, un detalle que fue fundamental para que ella mantuviera el ritmo. Cada melodía infantil, cada risa y cada gesto de apoyo desde el cochecito la animaron a continuar sin detenerse. “Me preocupaba tener que parar, pero él parecía disfrutar de la velocidad y me permitió correr sin interrupciones”, relató. De este modo, el entusiasmo de su hijo se convirtió en el motor emocional que impulsó cada kilómetro de la carrera.
Al completar el reto, la corredora expresó un profundo sentimiento de satisfacción personal y orgullo por el apoyo que recibió de su familia. “Estaba muy feliz y orgullosa. Orgullosa de mi hijo, de mí misma, de mi familia y de todos los que me apoyaron”, dijo.
Desafíos de correr empujando un cochecito
A pesar de los meses de entrenamiento, Bohomiahkova enfrentó desafíos específicos durante la carrera debido a las particularidades de correr con un cochecito. La resistencia extra que requiere empujar un peso adicional en movimiento hace que cada tramo de la carrera implique una planificación y esfuerzo mayor. Sin embargo, durante la competencia en Polonia, las condiciones fueron ideales: la ruta era plana y el viento ausente, lo que le permitió conservar energía y mantener un ritmo constante. Aun así, cada paso, cada empuje y cada impulso exigieron una técnica impecable y una fortaleza física que pocas personas logran alcanzar.
Para Bohomiahkova, el resultado final fue una victoria personal, pero fue una oportunidad de inspirar a otros y formar parte de algo más grande. Este logro significó, además de un récord mundial, un triunfo de su dedicación y el respaldo de quienes la rodean. Añadió que formar parte de la comunidad global de poseedores de récords le dio una renovada confianza en sus habilidades y motivación para seguir fijándose nuevas metas: “Este logro me motivó a perseguir nuevas metas. Estoy orgullosa de ser parte de la comunidad mundial de poseedores de récords”.
Un récord que transciende lo ordinario
Khrystyna Bohomiahkova demostró que la fuerza de una madre puede cruzar la línea de meta junto con sus sueños y su familia. Cada uno de esos 10 kilómetros, empujando el cochecito de su hijo, representa un homenaje a la perseverancia y a la conexión entre madre e hijo. Su récord no es solo una marca de velocidad, sino un símbolo de la determinación y el poder de la unidad familiar. En este logro, Oleksander fue un pasajero, pero también fue parte de la historia.