Un joven italiano, radicado en España desde el año 2015, empezó a sentir que algo no estaba bien. La fiebre subía con fuerza, acompañada de un dolor inexplicable en las articulaciones. Era Davide Morana, un amante del deporte de 24 años, que practicaba triatlón y llevaba una vida activa y saludable en el sur de la península ibérica. En un primer momento, la visita al hospital parecía suficiente para calmar sus temores. “Gripe”, le dijeron, y lo enviaron de regreso a casa. Pero la noche no trajo descanso; solo fiebre y marcas oscuras en su piel.
A la mañana siguiente, Davide regresó al hospital. Lo que en principio se había interpretado como una gripe común era, en realidad, una meningitis fulminante que ya circulaba agresivamente por su torrente sanguíneo. Los médicos apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que la infección lo sumiera en un coma inducido, mientras sus órganos empezaban a colapsar y su piel tomaba tonos violetas. Durante una semana, la vida de Davide pendió de un hilo, y cuando logró despertar, se enfrentó a una realidad devastadora: sus brazos y piernas ya no podrían acompañarlo en su recuperación.
Su historia sigue como un relato de resiliencia, con Davide decidido a reconstruir su existencia y retomar su amor por el deporte, esta vez con la ayuda de prótesis que le permitiríian correr y caminar nuevamente.
Un diagnóstico equivocado que casi le cuesta la vida
Para Davide, enero de 2018 fue el mes que cambió su vida para siempre. Una fiebre que al principio parecía ser una simple gripe se transformó en una amenaza letal. En su primera visita al hospital, los exámenes resultaron normales. Aun sin poder explicarse el cansancio extremo y los dolores, aceptó el diagnóstico inicial y regresó a casa. Pero en menos de 24 horas, su estado empeoró dramáticamente: aparecieron manchas marrones en su rostro y pies, un síntoma común de la meningitis. Davide fue ingresado de nuevo y los análisis finalmente confirmaron lo que nadie quería oír.
La meningitis meningocócica es una infección bacteriana grave que, cuando avanza con rapidez, puede resultar fatal o dejar secuelas severas en cuestión de días. Según los testimonios de Davide y sus familiares, los síntomas progresaron vertiginosamente. Primero, manchas oscuras y dolor en las extremidades; luego, el fallo multiorgánico. Ante el riesgo inminente de perder la vida, los médicos decidieron inducirlo en coma. Una semana después, al salir de este estado, Davide ya no era el mismo: la infección había dañado irreversiblemente sus brazos y piernas, y los médicos recomendaron la amputación de las cuatro extremidades.
“Me desperté y vi mis extremidades negras, paralizadas, pero supe que debía dejarlas ir”, recuerda Davide en declaraciones recogidas por RTVE. La decisión de amputar no fue sencilla, pero Davide, aun bajo los efectos de la morfina, intentó afrontar la noticia con entereza. Sabía que su vida había cambiado drásticamente y que el camino que tenía por delante sería largo y desafiante.
Recuperación y una nueva visión de la vida
Tras más de 80 días hospitalizado y casi doce operaciones, ecibió el alta médica y comenzó una nueva etapa. Aunque el proceso de adaptación fue difícil, nunca perdió el buen ánimo ni las ganas de seguir adelante. Cecilia Cano, su pareja, fue un pilar fundamental en este periodo. “Yo siempre creí en él”, expresó a Vanity Fair. Cecilia decidió no solo acompañarlo, sino también documentar cada etapa de esta experiencia, que luego publicaría en su libro Arriba la vida.
Pese a la gravedad de su condición, Davide sorprendió a los médicos con su fortaleza mental. Rechazó tomar antidepresivos y sostuvo que las pruebas de su vida lo habían preparado para este desafío. “Salí de casa muy joven y tuve que enfrentarme a la realidad de la vida a temprana edad”, explica, y añade que nunca ha dejado de ver lo ocurrido como una prueba más que le tocó superar.
A pesar de las dificultades, Davide no tardó en retomar su amor por el deporte. Con el tiempo, y gracias a prótesis adaptadas, comenzó a entrenar en atletismo. Su esfuerzo y perseverancia lo llevaron a formar parte de la selección nacional italiana de atletismo para personas con discapacidad y, en 2023, a calificar para el Mundial de Atletismo en Kobe, Japón. Luego se fijó otra meta: participar en los Juegos Paralímpicos de París. Como miembro del programa Team Visa, que apoya a atletas de todo el mundo, Davide cuenta con los recursos necesarios para mantenerse en la competición.
“No me gusta ser visto como un ejemplo de superación”, ha dicho a The Sun, “creo que todos superamos dificultades diarias, y solo porque lo mío es visible, llama más la atención. Pero al final, todos debemos aprender a adaptarnos”.
La vida de Davide también representa una denuncia. El joven deportista se ha convertido en una voz crítica contra las dificultades que enfrentan las personas amputadas en España, donde el costo de las prótesis es extremadamente elevado y el apoyo estatal insuficiente. “Una mano biónica cuesta casi 50.000 euros”, explicó en su campaña de crowdfunding, que logró recaudar fondos para financiar sus primeras prótesis. Sin embargo, el mantenimiento anual sigue siendo costoso, y las prótesis deportivas no están incluidas en el catálogo de financiamiento español.
“Si me financiaran las prótesis necesarias, podría volver a ser una persona independiente y útil para la sociedad, pero parece que nadie ve la necesidad”. Para Davide, el deporte es mucho más que una actividad física; es una herramienta de superación que debería estar al alcance de todos los amputados.
Davide ha encontrado en las redes sociales un espacio donde comparte su día a día y su visión positiva, inspirando a miles de personas alrededor del mundo. Sus videos muestran cómo ha aprendido a manejarse de forma autónoma con prótesis, y cómo cada pequeña victoria diaria se convierte en un símbolo de perseverancia. Hoy, desde su pequeña “ventana al mundo”, Davide recuerda que la vida puede cambiar en cualquier momento, pero que es posible enfrentarse a la adversidad con optimismo y determinación.