A primera vista, Neft Daşları parece más una escena de ciencia ficción que una ciudad real: una red laberíntica de plataformas petroleras, caminos elevados y estructuras oxidadas que se extiende por kilómetros sobre el Mar Caspio, el lago más grande del mundo. Construida en medio de una carrera por los recursos energéticos, esta ciudad soviética permanece en pie como un símbolo del esfuerzo humano por dominar la naturaleza, una muestra de ingeniería audaz y ahora, también, un ejemplo de decadencia industrial en proceso de ser devorado por el mar.
Marc Wolfensberger, cineasta suizo, quedó cautivado por la leyenda de esta ciudad flotante y emprendió un arduo camino para documentarla. Al intentar llegar por primera vez en los años 90, dudaba si se trataba de un mito. Tras ocho años de negociaciones con el gobierno de Azerbaiyán, finalmente logró regresar en 2008 para filmar su documental Oil Rocks: City Above the Sea. El cineasta describe su primer encuentro con la ciudad como algo “más allá de todo lo que había visto antes”. Guardada por buques militares y rodeada de un laberinto de puentes y plataformas, Neft Daşları parecía “una autopista en medio del mar, extendiéndose como un pulpo”.
Fundada hace más de 70 años, este lugar no solo es la primera plataforma petrolera en alta mar, sino también un reflejo de una época. Sus instalaciones industriales, creadas para extraer crudo a gran escala, contrastan con sus áreas residenciales que alguna vez alojaron a miles de trabajadores. Hoy, esta ciudad flotante enfrenta una combinación de abandono y desgaste que pone en duda su supervivencia a largo plazo.
Una ciudad pionera en el mar
Neft Daşları, cuyo nombre se traduce como “Rocas Petrolíferas”, fue construida en 1949 durante la era soviética, a unos 60 kilómetros de la costa de Bakú, capital de Azerbaiyán. Este ambicioso proyecto nació con el descubrimiento de grandes yacimientos de crudo en el Mar Caspio, y rápidamente se convirtió en un punto de referencia en la industria energética. Los primeros trabajadores llegaron a una pequeña isla donde construyeron una plataforma de perforación y una casa modesta. En 1949, lograron perforar el primer pozo exploratorio, que reveló una enorme fuente de petróleo, conocido como “oro negro”. Así comenzó la expansión de una ciudad entera sobre el agua.
Para los años 50, Neft Daşları era una de las joyas de la industria petrolera soviética. Su construcción representó una hazaña de la ingeniería: más de 2.000 pozos y cerca de 320 sitios de producción conectados a través de 300 kilómetros de puentes sostenidos sobre pilares de acero hundidos en el lecho marino. Además, contaba con complejos residenciales y recreativos para alojar a miles de trabajadores, con un teatro, una panadería, tiendas, una cancha de fútbol y hasta una pequeña área verde. Esta ciudad en alta mar parecía autosuficiente, con todo lo necesario para sustentar a su comunidad petrolera en medio del océano.
La estructura de Neft Daşları fue construida sobre los restos de siete barcos desmantelados, una estrategia ideada para reducir el impacto de las olas y los vientos fuertes. Uno de estos barcos era el histórico Zoraster, el primer petrolero del mundo, diseñado en Suecia. Los cascos de estos buques, ahora cubiertos por el agua, ayudaron a formar una bahía artificial, lo cual aportaba cierta estabilidad a la ciudad flotante. Sin embargo, la fuerza del mar siempre fue un desafío. En varias ocasiones, tormentas han golpeado la ciudad, y su infraestructura ha sufrido daños graves, con puentes y caminos destruidos.
El declive de una ciudad en el mar
Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, Neft Daşları experimentó un notable declive. Con la aparición de nuevos yacimientos de petróleo en otros lugares del Mar Caspio, su rol como productor principal disminuyó, y también lo hizo su población. De los más de 5.000 habitantes que solía tener, hoy solo quedan alrededor de 2.500, y los trabajadores operan en turnos de 15 días en el mar y 15 días en tierra.
Según declaraciones a Bloomberg de la activista Mirvari Gahramanli, presidenta de la organización para la defensa de los derechos de los trabajadores petroleros en Azerbaiyán, “algunos de esos barcos aún son visibles en la superficie del agua donde fueron enterrados”. Gahramanli también menciona el estado deteriorado de la ciudad y su infraestructura, con solo 40 kilómetros de caminos aún utilizables y múltiples áreas cerradas al estar en riesgo de colapso. Las condiciones para los trabajadores son difíciles, y muchos alojamientos y equipos se encuentran en ruinas debido a la falta de mantenimiento.
Las operaciones de Neft Daşları han generado problemas ambientales en el Mar Caspio. La plataforma petrolera ha sido acusada de contaminar el entorno a través de derrames de crudo y la descarga de aguas residuales, un tema que organizaciones locales han denunciado durante años. Aunque la empresa estatal SOCAR, propietaria de la plataforma, ha implementado sanciones internas para trabajadores involucrados en prácticas contaminantes, el problema persiste. Con la COP29 —la conferencia climática de las Naciones Unidas— programada para celebrarse en Bakú, el estado de Neft Daşları es un tema que ha ganado relevancia.
¿Cuál es el futuro de Neft Daşları?
El futuro de esta ciudad flotante es incierto. La extracción de crudo continúa, aunque a menor escala, con una producción actual de alrededor de 3.000 toneladas diarias —una fracción de los niveles alcanzados en su época de auge en los años 60—. Con cada año que pasa, las opciones se vuelven más urgentes: desmantelar la ciudad tendría un costo elevado, mientras que convertirla en un destino turístico o museo, como algunos proponen, podría preservarla como un símbolo del legado petrolero del país.
Marc Wolfensberger, el cineasta que documentó la vida en Neft Daşları, expresó una perspectiva agridulce sobre su destino. En su documental, plantea los dilemas a los que se enfrentan las autoridades, ya sea optar por el desmantelamiento o convertir la ciudad en un museo. Para Wolfensberger, esta urbe industrial representa “la cuna de la exploración petrolera en alta mar” y forma parte de un patrimonio invaluable.
Mientras tanto, Neft Daşları sigue en pie, resistiendo al tiempo y al mar, un vestigio del poderío soviético que sigue recordando la compleja relación entre la humanidad y los recursos naturales.