En una pequeña isla de Suecia, donde los inviernos se extienden y la naturaleza parece inmóvil, un hombre ha dedicado su vida a observar y coleccionar moscas. Mientras en Argentina es común ver personas que reúnen álbumes de figuritas de artistas o series populares, otros prefieren coleccionar objetos más tradicionales, como pequeños muñecos o autos. Sin embargo, algunos llevan esta afición a otro nivel.
Fredrik Sjöberg no es un observador cualquiera: es entomólogo y autor de un libro que ha cautivado a lectores de diferentes países, titulado “El arte de coleccionar moscas”. Este sorprendente éxito editorial relata su fascinación con los sírfidos, insectos también conocidos como “moscas de las flores”, y ofrece una profunda reflexión sobre la obsesión humana por acumular, observar y coleccionar.
A lo largo de sus páginas, Sjöberg plantea al lector cuestiones sobre la psicología del coleccionismo y el papel de la contemplación en un mundo de ritmo vertiginoso. Sin embargo, como él mismo afirma, su viaje no trata solo sobre los sírfidos. “La gente normal no está interesada en eso”, afirma en El Confidencial. Y agregó: “Pero, como he demostrado, es posible escribir de cualquier cosa y tener éxito”. Más allá del insecto en sí, su obra resulta una meditación sobre la búsqueda de un propósito y el autoconocimiento que el coleccionismo le ha permitido desarrollar.
La pasión por lo diminuto y desconocido
Para entender el curioso interés de Sjöberg, es necesario conocer a los sírfidos, insectos que, aunque emparentados con las moscas, imitan en su apariencia a otros insectos como abejas y avispas. Su labor es fundamental, ya que estos pequeños polinizadores contribuyen a la biodiversidad de los entornos que habitan. No obstante, su presencia y características resultan en gran parte ignoradas fuera de la entomología.
Según relata Sjöberg, su fascinación comenzó cuando se trasladó a Runmarö, una pequeña isla del archipiélago de Estocolmo, y descubrió en estos insectos una fuente inagotable de conocimiento y asombro. “Yo coleccionaba insectos desde que era un niño bastante pequeño”, afirma en la entrevista, aunque menciona que en la aolescencia abandonó esta afición. Ya en la isla, retomó su interés, centrándose en los sírfidos, ya que “hay poquísima gente que se ocupe de ellos”, señalando el atractivo de especializarse en algo raro y poco explorado.
Para Sjöberg, el coleccionismo es una actividad absorbente que le permite evadirse y hallar propósito. Como comparte en el medio español El País, este proceso le da una “embriaguez” sin resaca. Coleccionar le ayuda a perder la noción del tiempo, a desconectar y a profundizar en su autoconocimiento. “Cuando coleccionas, te olvidas del paso del tiempo, te olvidas de que vas a morir”, señala el autor, describiendo el acto de coleccionar como un aprendizaje constante más que una simple acumulación de objetos.
Sin embargo, Sjöberg advierte que el coleccionismo también puede ser una “trampa” absorbente, una obsesión. “Pensaba titular este libro, La trampa de Malaise, porque coleccionar puede ser una trampa, puedes acabar atrapado”, afirma. A pesar de los riesgos, este “atrapamiento” tiene su propio encanto, ya que le ha permitido conectar profundamente con la naturaleza de Runmarö y entender mejor su entorno.
Runmarö: una isla y un mundo propio
“La isla donde yo vivo tiene 15 kilómetros cuadrados, y para mí es el mundo”, cuenta. La conexión profunda y exclusiva con este lugar se traduce en una comprensión única de sus habitantes y de la naturaleza, permitiéndole observar fenómenos que quizás pasarían desapercibidos en una vida urbana. Runmarö, donde ha residido por más de cuatro décadas, le ha brindado un hogar y una perspectiva particular sobre los ecosistemas pequeños y la importancia de observar la naturaleza desde un lugar íntimo y acotado.
La vida en Runmarö y el coleccionismo han enseñado a Fredrik Sjöberg a valorar la lentitud en un mundo acelerado. Inspirado por Milan Kundera, quien defendía esta filosofía, ve en el acto de coleccionar sírfidos una vía de escape de la vida moderna. “Para mí, coleccionar fue una forma de escapar de esta sociedad loca y donde todo va tan rápido”, explica. Este ritmo pausado, que él describe como un “regreso a las primeras etapas de la sociedad”, le permite observar, esperar y profundizar en su propio entorno.
El conocimiento de Sjöberg sobre los sírfidos y el ecosistema de Runmarö le permite observar los efectos del cambio climático y “leer” el ambiente como un libro. “Para mí, la biodiversidad es como conocer un idioma”, afirma. Esta sensibilidad le permite notar cómo el clima podría alterar la población de los insectos y el equilibrio natural de la isla.
Parte del atractivo de “El arte de coleccionar moscas” radica en el humor e ironía que Sjöberg imprime en sus relatos. Su combinación de ciencia y humor le valió el Premio Ig Nobel de Literatura en 2016, en la Universidad de Harvard. “Este libro es como una agencia de viajes, y yo soy el pasajero”, explica sobre su recorrido por varios países y el interés que su obra ha despertado en lectores de Alemania, Italia y Estados Unidos. Y afirma que su humor lo ayuda a conectar con el lector y también lo invita a la reflexión, incluso cuando el tema es tan peculiar como coleccionar insectos.