En un teatro de Yakarta, Indonesia, los asistentes vivieron una experiencia distinta: sobre el escenario, jóvenes intérpretes se movían al ritmo de la música, bañados en luces de colores, pero el silencio de las voces marcaba una diferencia. El grupo teatral Fantasi Tuli (Fantasía para Sordos) presentaba su obra “Senandung Senyap” (Canciones de Silencio), el primer musical en Indonesia protagonizado por un elenco y equipo técnico compuesto en su mayoría por personas sordas. La propuesta incluyó el uso de pantallas en el escenario para mostrar los diálogos y letras, mientras los actores transmitían su actuación mediante expresiones faciales y lenguaje de señas, una apuesta innovadora y pionera en la escena teatral del país.
Inclusión y promoción de la lengua de señas
El musical, dirigido por Hasna Mufidah y Helga Theresia, fue concebido como una herramienta de concienciación social y como un impulso para el uso del lenguaje de señas en Indonesia. “Mi esperanza es que se pueda fortalecer la inclusión, para que las personas oyentes y sordas se vean como iguales, en lugar de verse unas a otras como superiores”, declaró Mufidah, quien es sorda, en lenguaje de señas indonesio, según el medio pakistaní, The Truth International.
El musical explora las vivencias de estudiantes en una escuela secundaria para niños con discapacidades, un entorno donde a menudo el énfasis educativo se coloca en el entrenamiento del habla y la lectura de labios, más que en el lenguaje de señas, lo que genera un debate sobre las mejores prácticas educativas para las personas sordas.
La puesta en escena de “Senandung Senyap” requirió tres meses de preparación y la participación de más de 60 actores y miembros del equipo técnico, cuyas edades oscilan entre los 16 y los 40 años. Uno de los desafíos técnicos fue coordinar el movimiento y la expresión de los actores con la música. La actriz sorda Hanna Aretha Oktavia describió este reto como “lo más intrigante, porque me encanta bailar”, según Reuters. Durante los ensayos, añadió, “teníamos que utilizar tantas expresiones como fuera posible y seguir la historia”, guiándose por los ritmos y vibraciones que sentían a través de audífonos y grandes altavoces dispuestos en el escenario para ayudarles a sincronizarse con la coreografía.
El musical encuentra inspiración en el modelo del Deaf West Theatre, una compañía estadounidense reconocida por su trabajo inclusivo en las artes escénicas. La directora Helga Theresia señaló que la producción se inspiró en este referente internacional para reflejar la experiencia de los estudiantes sordos en Indonesia, donde “a los estudiantes sordos a menudo se les enseña con un enfoque en el entrenamiento del habla y la lectura de labios, más que en el lenguaje de señas”, explicó Helga en declaraciones al medio de Dubai, Khaleej Times. Esta situación ha originado un debate sobre cuál es la mejor metodología educativa para los niños sordos, en particular en torno a la integración a través de la educación oral frente a la naturalidad comunicativa que el lenguaje de señas ofrece a muchas personas de esta comunidad.
En Indonesia, actualmente más de 2 millones de personas presentan alguna discapacidad auditiva, incluidos 27.983 estudiantes en escuelas de educación especial, lo que ha resaltado la importancia de abrir espacios que permitan la comunicación inclusiva. Para muchos miembros de la comunidad sorda, el uso del lenguaje de señas es una vía natural de interacción, mientras que otros defienden que los métodos orales pueden contribuir mejor a la integración de las personas sordas en una sociedad mayormente oyente.
Para la actriz Hanna Aretha Oktavia, la obra representó una puerta de entrada tanto al lenguaje de señas como a la comunidad sorda en su conjunto. “Durante los ensayos de diálogo tuvimos que utilizar tantas expresiones como fuera posible y seguir la trama”, contó Hanna. Destacó la importancia de este aprendizaje para su desarrollo actoral y personal, pues la obra le brindó una nueva conexión con la identidad y cultura de la comunidad sorda. La interacción y el aprendizaje fueron enriquecedores para Hanna, quien aseguró que este enfoque teatral era una “experiencia transformadora”.