En 1965, mucho antes de que las aplicaciones de citas revolucionaran la manera en que las personas buscan pareja, un grupo de estudiantes de la prestigiosa Universidad de Harvard ya había imaginado una forma de utilizar la tecnología para conectar a las personas en el ámbito romántico. En pleno apogeo de los avances tecnológicos de la época y en una sociedad en transformación, estos jóvenes idearon un sistema pionero que marcaría el inicio de la búsqueda de parejas a través de algoritmos: Operación Match.
Esta iniciativa, nacida entre las paredes de la universidad, no solo prefiguró el fenómeno de las apps de citas modernas, sino que también dejó una huella en la forma en que las tecnologías emergentes comenzaron a influir en las relaciones humanas.
El origen de Operación Match
En el contexto de los años 60, detalla Nat Geo, la idea de utilizar una computadora para encontrar citas era algo radicalmente novedoso. Jeff Tarr y Vaughan Morrill, dos estudiantes de Harvard, concibieron la idea en un entorno universitario predominantemente masculino, donde las oportunidades para socializar eran limitadas y el tiempo para conocer gente, escaso. Estos jóvenes visionarios decidieron emplear la tecnología para resolver un problema cotidiano: cómo conocer personas fuera de su círculo habitual. Así nació Operación Match, el primer servicio de búsqueda de pareja por ordenador en los Estados Unidos.
El concepto era sencillo pero revolucionario para la época. Los usuarios respondían a un cuestionario físico, lleno de preguntas sobre sus datos personales e intereses, y estas respuestas se ingresaban manualmente en una base de datos. Un algoritmo en una de las primeras computadoras comerciales, la IBM 1401, relacionaba a las personas con cinco potenciales parejas basándose en las coincidencias de sus respuestas.
Los resultados de estos emparejamientos se enviaban a los participantes por correo, permitiendo que, por un costo de USD 3, tuvieran la posibilidad de contactar a personas afines.
Un éxito en medio de una sociedad en cambio
La propuesta fue recibida con entusiasmo, y en solo unos meses, miles de estudiantes de universidades de todo el país ya se habían inscrito. Parte de su éxito, reseña WSJ, se debió a la particular coyuntura social de la época: las mujeres comenzaban a liberarse de las restricciones tradicionales y los estereotipos asociados a las citas y al matrimonio. En este contexto, nuevas formas de conocer gente y establecer relaciones ganaban popularidad. Operación Match ofrecía una alternativa a convenciones en materia de buscar pareja, que generalmente dependían de amigos, familia o entornos cercanos.
Operación Match no se limitó a la residencia de estudiantes de Harvard. A medida que la popularidad del programa crecía, los creadores, que se habían asociado con otros compañeros como Douglas H. Ginsberg y David L. Crump, comenzaron a expandir el proyecto. Se abrieron oficinas donde la gente podía acudir a completar el cuestionario y registrarse en el servicio. Lo que empezó como una iniciativa estudiantil se convirtió rápidamente en un negocio a tiempo completo para sus fundadores.
El declive de la novedad y el avance de la tecnología
Sin embargo, como tantas otras innovaciones tecnológicas, Operación Match no se mantuvo en el tiempo. A medida que las tecnologías avanzaron y aparecieron nuevas herramientas para conectar a las personas, la propuesta original de Tarr y Morrill fue quedando desfasada. Las computadoras se hicieron más accesibles, Internet revolucionó la comunicación, y los algoritmos de emparejamiento se perfeccionaron, dando lugar a las aplicaciones de citas que hoy se conocen.
El amor y la ciencia detrás de los algoritmos
A lo largo de las décadas, Harvard ha continuado estudiando las complejidades de las emociones humanas, incluyendo el amor. Los estudios realizados en la universidad han revelado que el amor no es solo una cuestión de coincidencias culturales o preferencias personales, sino que también tiene bases biológicas y genéticas.
Aunque los algoritmos pueden ayudar a conectar a personas con intereses comunes, la ciencia ha demostrado que el proceso de enamorarse es mucho más complicado y va más allá de lo que una computadora puede predecir. Factores como la química entre las personas y las respuestas biológicas juegan un papel importante en la creación de conexiones duraderas.
A pesar de estas complejidades, la búsqueda del amor no se ha detenido. Con cada avance tecnológico, los seres humanos siguen intentando mejorar las formas de establecer relaciones significativas. Las tecnologías modernas, desde los sofisticados algoritmos de aplicaciones de citas hasta la inteligencia artificial, nos permiten ampliar las fronteras de nuestra búsqueda de conexiones, dejando atrás prejuicios y limitaciones que antes eran insalvables.