Conocida tradicionalmente por su comercio de diamantes, la ciudad belga de Amberes ha visto cómo su puerto se convierte en el epicentro de la cocaína en Europa. A través de él, cárteles de América Latina encuentran una puerta de entrada para sus cargamentos, consolidando una conexión crucial entre ambos continentes.
El puerto, que es el segundo más grande de Europa, recibe millones de contenedores cada año, y ofrece a las redes del narcotráfico de Colombia, Brasil, Ecuador y otros países latinoamericanos una plataforma estratégica para la distribución de droga en el mercado europeo.
De acuerdo con The Diplomat, una de las principales razones por las que el puerto de Amberes atrae a los cárteles latinoamericanos es su vasta extensión y su diseño “abierto”. Con 129 kilómetros cuadrados y alrededor de 160 kilómetros de muelles, es casi imposible para las autoridades belgas controlar todas sus áreas.
Además, en comparación con el puerto de Róterdam, en los Países Bajos, que es más automatizado y cerrado, Amberes permite que los contenedores salgan de la terminal para ser escaneados, lo cual facilita que cargamentos de cocaína pasen desapercibidos y lleguen al corazón de Europa.
Esta estructura abierta se traduce en una oportunidad perfecta para los cárteles latinoamericanos, quienes pueden supervisar el puerto, identificar los puntos débiles en la seguridad y ejecutar sus operaciones con relativa facilidad.
Rutas de productos perecederos: la fachada perfecta
Los cárteles de América Latina han aprovechado las rutas comerciales de frutas tropicales como bananas y piñas, que se transportan desde sus países de origen hasta Europa, para camuflar cargamentos de cocaína. Según The New York Times, los productos perecederos son ideales para el contrabando, ya que requieren almacenamiento en frío, lo que limita la inspección exhaustiva. Este proceso permite que los cargamentos de droga ingresen a Amberes ocultos en las cavidades de las frutas, en el sistema de refrigeración de los contenedores o impregnados en la ropa.
Además, los narcotraficantes han perfeccionado métodos de contrabando a través de otros productos exportados desde América Latina, como troncos de madera y ropa impregnada con cocaína en estado líquido. The Brussels Times señala que en los últimos años se han interceptado cargamentos escondidos en una variedad de mercancías. A través de estas rutas comerciales, los cárteles logran enviar grandes cantidades de droga hacia Europa sin levantar sospechas inmediatas.
La violencia y el narcoterrorismo en Bélgica
El aumento de cocaína en Amberes trajo consigo una ola de violencia y narcoterrorismo, que refleja en parte las tácticas y enfrentamientos vistos en América Latina. InSight Crime reporta que, debido a las luchas de poder entre bandas por el control del mercado europeo, la ciudad ha experimentado un alza en tiroteos, explosiones y ajustes de cuentas. En 2023, una niña de once años fue asesinada en un tiroteo relacionado con el narcotráfico, un evento que conmocionó a Bélgica y reveló la magnitud de la violencia vinculada a los cárteles latinos en Europa.
Las amenazas de secuestro y asesinato hacia el ministro de Justicia belga, Vincent Van Quickenborne, muestran la extensión del poder de estas organizaciones criminales en el país europeo. The Diplomat indica que este narcoterrorismo en Amberes recuerda el contexto de Colombia y México, donde los cárteles utilizan la intimidación y la violencia para mantener el control de sus operaciones. Esto ha llevado a las autoridades a implementar nuevas medidas de seguridad y a aumentar el personal en el puerto.
La creciente demanda de cocaína en Europa, estimada en unos 11.300 millones de dólares anuales según el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías, convierte a Amberes en un punto de tránsito ideal para los cárteles latinoamericanos.
Desde Amberes, la droga se distribuye a otros países, principalmente Países Bajos, Francia, Alemania y Reino Unido. The New York Times informa que los cárteles de Colombia, Brasil y Ecuador han consolidado una red sólida en Europa mediante alianzas con organizaciones locales de origen marroquí y balcánico, asegurando que la droga llegue sin problemas a su destino final.
La Brussels Times detalla que los cárteles han invertido en medios de transporte avanzados, como submarinos y lanchas rápidas, para llevar la cocaína desde América Latina hasta Europa. Al llegar a Amberes, estas redes locales, en complicidad con trabajadores del puerto, facilitan el paso de la droga a través de los puntos de control. A pesar de las incautaciones, se estima que solo entre el 10% y el 20% de la cocaína que entra a ese puerto belga es interceptada, dejando la mayoría de los cargamentos listos para su distribución en el mercado europeo.
A raíz del creciente tráfico de cocaína, Bélgica implementó el “Stroomplan”, un programa lanzado en 2018 que coordina a la policía, las aduanas y las autoridades locales para interceptar el contrabando en el puerto de Amberes. InSight Crime explica que, aunque esta iniciativa ha logrado algunos éxitos en incautaciones, enfrenta grandes desafíos. Las organizaciones criminales latinas infiltraron a trabajadores portuarios para obtener información clave sobre los operativos y cargamentos estratégicos.
Uno de los problemas que enfrenta Bélgica es la falta de cooperación internacional en la extradición de jefes del narcotráfico. The New York Times informa que algunos de los capos relacionados con el tráfico de drogas entre América Latina y Europa encontraron refugio en países como Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, que fueron reacios a extraditarlos. Esta protección limita la capacidad del país de Europa occidental para desmantelar estas redes desde sus raíces y permite que los líderes criminales latinoamericanos operen desde el extranjero con cierta impunidad.