Durante siglos, los humanos intentaron conquistar la isla Devon, pero esta vasta extensión ártica, conocida por ser la isla deshabitada más grande del mundo, demostró ser implacable. Su clima extremo, con temperaturas bajo cero y fuertes vientos, derrotaron una y otra vez los esfuerzos por establecer una presencia permanente.
Situada en el remoto Nunavut, Canadá, y con una superficie de más de 55.000 kilómetros cuadrados, la isla fue testigo de una historia de asentamientos fracasados, desde los primeros pueblos inuit hasta las más recientes misiones coloniales del siglo XX. Los inuit son un grupo de pueblos indígenas árticos que habitan las regiones árticas de Groenlandia, Canadá, Rusia y Alaska.
Uno de los últimos intentos significativos de habitar la isla se dio por terminado en 1951, cuando la Real Policía Montada de Canadá (RCMP) decidió reabrir un puesto en el puerto de Dundas Harbour, tras haberlo cerrado años antes. Sin embargo, este esfuerzo fue tan infructuoso como los anteriores, según información de National Geographic.
Las duras condiciones climáticas, junto con las dificultades logísticas, obligaron a los habitantes a abandonar el lugar. Las tumbas de dos oficiales canadienses que murieron en circunstancias trágicas durante su estancia en la isla, así como restos de construcciones abandonadas, son algunos de los pocos rastros que quedan de estas expediciones fallidas.
La geografía inhóspita de la isla
Devon, situada a 74º de latitud norte, es un vasto territorio azotado por los elementos y uno de los lugares más desolados del planeta. A casi 8.000 kilómetros al norte de Hawái y con un tamaño cinco veces mayor que esa isla, Devon se extiende como una de las fronteras más impenetrables del Ártico canadiense.
Su paisaje está dominado por montañas estériles que se alzan sobre playas erosionadas por el hielo y el viento, mientras que en los cielos sobrevuelan aves marinas que encuentran refugio temporal en este ecosistema polar. Los únicos mamíferos que ocasionalmente recorren su costa son los bueyes almizcleros, lo que refuerza la idea de un territorio inmutable y casi intocado por la vida humana, informó Billiken.
Clasificada como un desierto polar, la isla Devon presenta condiciones extremas: temperaturas gélidas, vientos constantes y una soledad imponente que hizo imposible cualquier forma de vida permanente.
Patrimonio histórico de la isla
Aunque la isla Devon desafió repetidamente los intentos de colonización, su terreno inhóspito guarda valiosos vestigios de la presencia humana a lo largo de miles de años. Dundas Harbour, uno de los puntos clave de la isla, además de lo sucedido con la RCMP, contiene restos de antiguos poblados inuit que datan de hace aproximadamente 1.000 años.
Las estructuras de piedra y otros artefactos dispersos por la isla ofrecen una visión fascinante de los primeros pueblos que cruzaron el Ártico oriental.
Además, el yacimiento arqueológico de Morin Point Thule en Devon es testigo del contacto entre los inuit y otras culturas del Ártico, e incluso con colonias nórdicas medievales de Groenlandia. Este sitio se encuentra actualmente en riesgo de desaparecer debido a la erosión costera, un fenómeno que está destruyendo lentamente una parte crucial de la historia ártica.
Según National Geographic, expertos como la arqueóloga Kaylee Baxter, la importancia de estos restos radica en su capacidad de mostrar cómo los pueblos antiguos lograron adaptarse a uno de los entornos más duros del planeta, estableciendo rutas comerciales que conectaban el Ártico con el resto del mundo, desde Asia hasta Europa.
El uso científico de la isla
Los desafíos de los vuelos espaciales de larga duración son solo una parte de las misiones que los astronautas enfrentan en el proyecto Haughton-Marte. Este programa fue diseñado para emular las condiciones que podrían encontrarse en Marte, pero en el entorno inhóspito de la isla Devon. Aquí, los científicos de la NASA y el Instituto de Marte se enfrentan al reto de comunicarse con sistemas limitados, así como de operar en un ambiente frío y sin vegetación o luz solar.
La isla Devon permite estresar los equipos y asegurar su resistencia en las futuras misiones interplanetarias. De acuerdo con información de National Geographic, también se aprovecha la oportunidad para investigar el crecimiento de las plantas, un tema crucial para la supervivencia en los planetas donde la vida no existe de manera natural.