Crisis de fertilidad en Europa: la notable caída de los nacimientos y sus consecuencias

El descenso en la natalidad europea plantea nuevos retos. Cuáles son las diferencias en los índices entre países y el efecto en la economía

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La tasa de fertilidad de
La tasa de fertilidad de la UE apenas aumentó un 2% en dos décadas, insuficiente para revertir la crisis demográfica (Imagen Ilustrativa Infobae)

En los últimos años, Europa ha experimentado una alarmante disminución en el número de nacimientos, una tendencia que está modificando la estructura demográfica del continente. Por primera vez desde 1960, el número de nacidos vivos en la Unión Europea cayó por debajo de los 4 millones en 2022, lo que ha despertado preocupaciones sobre el futuro económico y social de la región. Esta cifra, marca un hito en la crisis de fertilidad que afecta a Europa, con tasas de natalidad entre las más bajas del mundo y diferencias significativas entre los países.

Los datos sobre la crisis de fertilidad en Europa están respaldados por Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, que proporciona cifras detalladas sobre nacimientos y tasas de fecundidad en los países miembros. Además, el Banco Mundial ofrece un análisis global que permite comparar las tendencias de fertilidad en Europa con otras regiones del mundo

Disminución histórica de los nacimientos en la Unión Europea

La natalidad en la Unión
La natalidad en la Unión Europea cayó por primera vez por debajo de los 4 millones de nacimientos en 2022, según datos de Eurostat (Imagen Ilustrativa Infobae)

En 2022, solo 3,88 millones de bebés nacieron en la Unión Europea, la cifra más baja registrada desde 1960. Esto representa un descenso considerable en comparación con décadas anteriores. Por ejemplo, en 1990, la UE registraba 5,1 millones de nacimientos, siendo el último año en el que se superó la barrera de los 5 millones. Este marcado declive refleja una tendencia a la baja que se ha mantenido constante desde mediados del siglo XX, con picos ocasionales pero insuficientes para revertir la tendencia general.

Diferencias significativas entre los países europeos

Aunque la crisis de fertilidad afecta a toda Europa, las tasas de natalidad varían ampliamente entre los países. Francia lidera con la tasa de fecundidad más alta de la UE, con 1,79 nacimientos por mujer en 2022. En el otro extremo, países mediterráneos como Malta (1,08), España (1,16) e Italia (1,24) presentan algunas de las tasas más bajas. Estas disparidades subrayan la complejidad del fenómeno, con factores económicos, sociales y culturales que influyen de manera diferente en cada nación.

La tasa de fertilidad en Europa ha estado disminuyendo de manera sostenida durante más de cinco décadas. En 1970, la tasa de fecundidad en la UE era de 2,35 nacimientos por mujer, pero a finales de los años 90 tocó fondo con 1,4 en 1998. Aunque hubo una ligera recuperación en las primeras dos décadas del siglo XXI, alcanzando un pico reciente de 1,57 en 2016, en 2022 la tasa volvió a descender hasta 1,46, acercándose nuevamente a los mínimos históricos observados a principios de los años 2000.

Países con tasas de fertilidad más altas y más bajas

Francia lidera la tasa de
Francia lidera la tasa de fecundidad en la UE con 1,79 nacimientos por mujer, mientras que Malta registra solo 1,08 nacimientos en el mismo año (Freepik)

Además de Francia, otros países de Europa que no forman parte de la UE también destacan por sus tasas de fertilidad relativamente altas, como Georgia (1,83) y Moldavia (1,81). No obstante, la mayoría de las naciones de Europa occidental y meridional enfrentan grandes desafíos. Malta, España, Italia, Grecia (1,32) y Chipre (1,37) figuran entre los países con las tasas más bajas del continente. En contraste, Rumanía (1,71), Turquía (1,63) y el Reino Unido (1,56) registraron tasas más cercanas al promedio europeo.

Comparación global de las tasas de fertilidad

En el contexto mundial, Europa tiene una de las tasas de fertilidad más bajas. En 2021, la UE reportó una tasa de 1,52 nacimientos por mujer, ligeramente superior a la región de Asia Oriental y el Pacífico (1,49), pero muy por debajo del promedio global, que fue de 2,27. Las regiones con las tasas de fertilidad más altas son África occidental y central (4,98) y África oriental y meridional (4,35), en marcado contraste con las cifras europeas. Esta diferencia refleja no solo el envejecimiento de la población en Europa, sino también el impacto de políticas familiares, acceso a servicios de salud reproductiva y cambios en los estilos de vida.

Impacto demográfico y económico en Europa

La continua caída de la tasa de fertilidad tiene implicaciones profundas para el futuro de la Unión Europea y sus países miembros. Con una población cada vez más envejecida y una fuerza laboral en declive, se anticipan desafíos para mantener los sistemas de seguridad social y garantizar el crecimiento económico. La disminución de la natalidad, junto con el aumento de la esperanza de vida, ha acelerado el envejecimiento de la población, lo que ejercerá presión sobre los recursos públicos y los servicios de atención a largo plazo.

En 1970, la tasa de
En 1970, la tasa de fecundidad en la UE era de 2,35 nacimientos por mujer; en 2022, descendió a 1,46 (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cambios en las tasas de fertilidad de países específicos

Según los datos, en los últimos 20 años, algunos países europeos han experimentado importantes cambios en sus tasas de natalidad. Irlanda y Finlandia registraron las mayores caídas, con descensos de más del 20%, lo que refleja un cambio social y económico en estas naciones. Por otro lado, Chequia, Rumanía y Bulgaria han visto aumentos de más del 35% en sus tasas de fertilidad, siendo las excepciones en una región predominantemente afectada por la disminución de los nacimientos.

Este panorama desigual muestra cómo algunos países han podido estabilizar o incluso aumentar ligeramente sus tasas de fertilidad, mientras que otros continúan enfrentando un agudo descenso. A nivel general, la tasa de fertilidad de la UE ha aumentado solo un 2% en las últimas dos décadas, lo que sugiere que las políticas públicas y los cambios sociales no han sido suficientes para revertir la crisis.

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