ADN antiguo cuenta la historia de un niño que vivió en Italia hace 17.000 años

Un análisis genético reciente ha iluminado aspectos desconocidos de la vida prehistórica. Este avance científico promete revolucionar nuestro entendimiento de los antiguos habitantes europeos

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Dentro de una cueva en Italia hallaron los restos óseos de un niño pequeño
Dentro de una cueva en Italia hallaron los restos óseos de un niño pequeño

Un equipo de investigadores descubrió un enterramiento sorprendente en el sur de Italia. Dentro de la cueva Grotta delle Mura, ubicada en la región de Apulia, hallaron los restos óseos de un niño pequeño. Este hallazgo, cuidadosamente colocado bajo losas de roca, fue el único entierro encontrado en la cueva. Este sitio arqueológico también presentaba indicios de la vida cotidiana de los seres humanos que lo habitaron, lo que indicaba que el lugar fue utilizado como refugio y espacio de ocupación por antiguas comunidades humanas.

La ubicación de la cueva fue fundamental para la conservación de los restos. Las bajas temperaturas de la caverna mantuvieron los huesos del niño en buen estado, un hecho inusual en climas cálidos como el sur de Italia. Esta buena conservación permitió a los científicos obtener y analizar ADN antiguo, revelando detalles fascinantes sobre la vida, salud y características de este niño que vivió hace unos 17.000 años.

Los restos del niño fueron sometidos a un proceso de datación por radiocarbono, el cual determinó que tenía entre 17.320 y 16.910 años de antigüedad. Esto lo ubica en el final del último período glacial, una época en la que la Tierra comenzaba a experimentar un proceso de calentamiento después de haber atravesado la fase más fría de esta era.

Este contexto histórico es relevante, ya que durante este período, conocido como el Pleistoceno tardío, los grupos humanos se enfrentaban a grandes cambios climáticos y ambientales que influían en sus modos de vida, alimentación y movilidad. El niño vivió en un tiempo de transición, cuando las comunidades de cazadores-recolectores tenían que adaptarse a las nuevas condiciones que se desarrollaban a medida que el planeta salía de la glaciación.

Con este ADN, los investigadores lograron obtener una imagen detallada del niño, incluyendo aspectos como su ascendencia, características físicas y ciertos aspectos de su salud. Los análisis genéticos revelaron que el niño tenía piel oscura, pero no tanto como la de las personas de climas tropicales, y ojos azules, un rasgo que se ha encontrado en otros cazadores-recolectores de Europa occidental de la misma época. Estos datos desafían algunas ideas modernas sobre la apariencia de las antiguas poblaciones europeas.

Este análisis también permitió identificar condiciones médicas, como una cardiopatía congénita que podría haber sido la causa de su muerte. El ADN del niño, además, mostró que sus padres estaban estrechamente relacionados, probablemente primos hermanos.

Otro rasgo físico destacado fue el color de sus ojos azules, un hallazgo que se alinea con estudios recientes sobre otros cazadores-recolectores del oeste de Europa. Este hecho es especialmente interesante porque desafía las ideas modernas sobre la apariencia de las poblaciones europeas de la antigüedad, mostrando que la combinación de piel oscura y ojos claros era más común de lo que se pensaba.

El esqueleto de un bebé descubierto en la Grotta delle Mura en Apulia, Italia
El esqueleto de un bebé descubierto en la Grotta delle Mura en Apulia, Italia

El equipo de investigación también examinó los dientes del niño, ya que estos proporcionan información sobre su desarrollo y salud. En los incisivos y molares seleccionados para el análisis, se observaron líneas que reflejaban desafíos de salud tanto antes como después del nacimiento, lo que podría estar relacionado con su condición cardíaca. Sin embargo, otra posible explicación para estas marcas es que la madre pudo haber tenido dificultades para obtener una buena nutrición durante el embarazo, lo que afectaría el desarrollo del niño.

Además, el análisis de los restos óseos reveló una fractura en la clavícula, lo que sugiere que el niño pudo haber experimentado un parto difícil. Este detalle refuerza la posibilidad de que su corta vida estuviera marcada por problemas de salud y complicaciones desde el nacimiento.

Los restos del niño también aportaron información sobre la vida y movilidad del grupo de cazadores-recolectores al que pertenecía. Los investigadores analizaron los isótopos presentes en sus dientes, que proporcionan pistas sobre el entorno en el que vivió y la dieta que consumió. A diferencia de muchos otros cazadores-recolectores de la época, los datos isotópicos del niño indican que su madre permaneció en un área específica durante el embarazo. Este hallazgo sugiere que la comunidad a la que pertenecía tenía un estilo de vida menos nómada de lo que se suele asociar con los cazadores-recolectores de ese período.

El investigador Owen Alexander Higgins de la Universidad de Bolonia explicó que estos hallazgos sugieren que la madre del niño vivía en una comunidad unida y posiblemente sedentaria. La vida de estas personas podría haber incluido actividades como la recolección de alimentos y otras tareas diarias dentro de su entorno local, en lugar de desplazarse constantemente en busca de recursos. Esto contrasta con la imagen tradicional de la movilidad constante de los grupos de cazadores-recolectores.

Por su parte, Siân Halcrow de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda indicó que la movilidad de los grupos humanos prehistóricos estaba, en gran medida, determinada por la disponibilidad de alimentos. Dado que el sur de Italia tiene un clima relativamente templado y ricos recursos naturales, no es sorprendente que la región pudiera haber sostenido a una comunidad durante todo el año, reduciendo así la necesidad de migrar con frecuencia.

El estudio del genoma del niño de la cueva Grotta delle Mura también ofreció información valiosa sobre la diversidad genética y los movimientos de las poblaciones humanas en la prehistoria. El análisis de su ADN mostró que poseía rasgos genéticos presentes en diferentes grupos de cazadores-recolectores de otras partes de Europa. Esto sugiere que había movimientos y mezclas de poblaciones humanas en Europa mucho antes de lo que se pensaba.

Según Vanessa Villalba-Mouco, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania, el niño ya exhibía una ascendencia genética que se extendería por toda Italia alrededor de 14.000 años atrás. Sin embargo, la presencia de estos rasgos genéticos en un individuo que vivió hace 17.000 años adelanta la evidencia de esta ascendencia hasta el final del período glacial. Esto implica que los movimientos de grupos y la mezcla genética entre diferentes poblaciones europeas ocurrieron antes de lo previamente registrado.

Este descubrimiento contribuye al entendimiento de la evolución humana en la Edad de Hielo y cómo se expandieron y mezclaron distintas poblaciones en el continente europeo. Además, pone de manifiesto la importancia de estos estudios genéticos para completar el rompecabezas de los primeros seres humanos en Europa y sus interacciones.

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