Hace un año, a las 6:30 de la mañana del 7 de octubre de 2023, Niva Wenkert y su marido se despertaron con las alarmas que advertían ataque con misiles. Bajaron al cuarto de seguridad de la casa y se dieron cuenta de que Omer, de 23 años, no había vuelto aún. Era feriado, madrugada de sábado, y el joven, como otros cientos, había ido a la fiesta electrónica Nova, cerca de la Franja de Gaza.
“El primer mensaje que recibimos era normal, estaba buscando un lugar con cemento para refugiarse de los misiles. Acá, esos lugares son parte del paisaje”, cuenta a Infobae Niva.
Omer estaba con una amiga. “Mamá, no te preocupes, buscamos un lugar protegido y me vuelvo a comunicar”, le dijo. Los mensajes iban y venían hasta que en uno Omer confirmó que estaban en un refugio. Niva ya había pasado por estas situaciones: “Nos metemos en el cuarto de seguridad y a los 10 minutos ya salimos… Pero ese día no fue lo mismo”.
”Se escuchaba todo el tiempo el boom, boom, boom, boom, boom. Eran alarmas tras alarmas. Hasta que Omer me escribe y me dice: ‘Esto no es normal, mamá. Escucho tiroteos’”.
La televisión empezaba a dar más información. “Para ese entonces mis temores estaban por los cielos”, revela.
A las 7:50 Niva le escribe cariñosa a su hijo: “¿Estás bien, papi?”
”No, estoy paralizado de miedo”, contestó Omer.
Ese fue el último mensaje que Niva recibió de su hijo.
La desesperación de la familia Wenkert aumentaba minuto a minuto. Todo era un caos en Israel para ese entonces. Miles de terroristas de Hamas se habían infiltrado en el país, habían asaltado las comunidades del sur y la fiesta Nova, donde estaba Omer. Violaron, torturaron y mataron a 1.200 personas y se llevaron 250 secuestrados a Gaza.
Horas después llegó la confirmación del horror. Hamas difundió un video por redes sociales en el que se ve cómo se lo llevan a Omer. El joven está tirado en la caja de una camioneta blanca, temblando de miedo, en calzoncillos y maniatado. Lo golpean mientras le apuntan con una kaláshnikov. De repente el plano de la cámara se abre y la camioneta blanca se va a toda velocidad hacia Gaza.
“En ese momento yo empecé una guerra para salvar la vida de mi hijo”, explica Niva.
Con los días, la familia recibió más información de lo que pasó esa mañana: Omer se escondió en un refugio con otros 40 jóvenes, todos chicos que venían de Nova. Los terroristas llegaron al lugar y lo prendieron fuego. Una de las sobrevivientes confirmó que Omer estuvo con ella.
“Se estaba ahogando ahí adentro entonces decidió salir”, relata lo que sabe Niva. “En ese lugar había 40 chicos, 28 fueron asesinados, 12 quedaron vivos. De todos ellos el único, el único, el único que fue secuestrado fue Omer”.
El día 54 del cautiverio de su hijo, Niva recibió la primera noticia precisa de él. Uno de los liberados del único acuerdo hasta la fecha entre Israel y Hamas para intercambiar rehenes por presos palestinos había estado con Omer. ”Contó que estaban en una oscuridad total, que hacen sus necesidades en un balde y que comen tres dátiles por día. Al día 54, que es lo único que sé, se habían bañado dos veces y no con ducha, con agua de mar que había en un balde”.
Cuando Niva termina de contar todo lo que sabe de Omer, hace una pausa y mira firme: “Estamos en una guerra que no elegimos. Se puede aceptar o no el camino del Estado de Israel, pero el 7 de octubre fue una masacre. Estamos hablando de maldad pura. No tiene nada que ver con fronteras. No tiene nada que ver con religiones. Es maldad pura. Cortaron cabezas de mujeres. Violaron mujeres y después las mataron. Quemaron casas con gente adentro”.
”¿Cómo puedo seguir viviendo si mi hijo está bajo tierra?”, dice desesperada.
La enfermedad de su hijo, una colitis ulcerosa, le suma una capa de preocupación a Niva. Necesita que lo liberen ya, que lo dejen volver a casa. “Quiero que todos vean esta sonrisa”, señala el afiche con el rostro de su hijo. “Omer no es una fotografía, no es un póster, es mi hijo y está vivo”.