Hace un año, en la mañana del 7 de octubre de 2023, Roy Edan, fotógrafo del sitio israelí de noticias Ynet, escuchó las alarmas que anunciaban misiles, salió de su casa en el kibbutz Kfar Aza con la cámara en mano listo para retratar lo que creía era un ataque más desde Gaza.
La Franja está a 1,2 kilómetros de la comunidad colectivista donde vivía. Un alambrado apostado tras un campo abierto es lo único que separa los dos territorios en esa zona. Cuando volvió, empujado por la virulencia de la incursión, se encontró con sus tres hijos desesperados. Michael, de 9 años; Amalia, de 6, y Abigail, entonces de 3, habían visto cómo un terrorista de Hamas asesinaba a su mamá, Smadar y habían salido corriendo del lugar.
Roy se sumó a la huida y tomó en brazos a la más pequeña pero rápidamente fue alcanzado por un disparo. El cuerpo se desplomó en la entrada de su casa, una de las primeras atacadas por la invasión terrorista en esa comunidad. Cayó con la niña en brazos. Michael y Amalia volvieron a verlo todo y pensaban que Abigail también estaba muerta. Corrieron tanto como pudieron y se escondieron en un armario. Valientes, lograron llevar un teléfono al escondite y estuvieron en línea con una voluntaria durante 12 horas.
Afuera, al costado del cuerpo de su padre estaba Abigail, que había quedado sola. Estaba viva, pero nadie lo sabía... Y también estaba a merced de los terroristas.
“Es pequeña pero tiene mucha fuerza y es una niña muy inteligente, así que se fue a casa de su amiguito del jardín, Oriya”, cuenta a Infobae Noa Naftali, prima de Abigail. “Estaba llena de sangre, cuando se encontró con el padre de su amigo, pero se asustó, lo vio vestido de militar e intentó huir”, sigue el relato.
Avijai Brodutch, su vecino, el padre de su amiguito, llevaba el uniforme para ir a luchar contra los terroristas pero verlo de verde la asustó… Los terroristas que habían asesinado a sus padres vestían igual.
Avijai rápidamente se dio cuenta de que la sangre que tenía por todo el cuerpo la pequeña no era suya y la llevó a la habitación segura de su casa, donde estaban su esposa, Hagar, de 40 años, y sus hijos, Ofri, de 10, Yuval, de 9 y su amiguito Oriya. Los dejó allí y se fue a luchar.
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“A las 11 de la mañana llegaron 15 terroristas de Hamas a la casa y subieron a la mujer y a los cuatro niños a un coche rumbo a Gaza”, detalla Noa. “Sabemos que tenían mucho miedo, había mucha gente gritando alrededor, celebrando que estaban allí. A la niña de 10 años la sacaron por la ventana para mostrarla a la gente”, cuenta la prima de Abigail y hace la seña con los brazos, aún sin poder creer la barbarie del secuestro.
Noa cuenta que no podían ni velar a Roy y Smadar porque no sabían nada de la pequeña Abigail: “Durante dos meses no comimos, no dormimos, nada”.
La niña fue liberada tras 51 días de cautiverio en el único acuerdo hasta la fecha entre Israel y Hamas. “Durante todo ese tiempo no pudimos ni seguir funcionando, yo no sé cómo hacen los familiares de los secuestrados que llevan así un año”, dice con la voz entrecortada Noa.
Cuando se le pregunta cómo está ahora la pequeña y sus hermanos, Noa cuenta que viven con su tía, la hermana de Smadar. Acostumbrados a verse todos los días en el kibutz donde toda la familia residía había una cotidianidad que hizo todo más fácil. “Están haciendo lo posible para darle a ella y a sus hermanos el amor y el apoyo que necesitan para rehabilitarse y ser lo más felices que puedan en esta vida”.
Noa describe con mirada de admiración a la pequeña que cumplió los 4 años el día de su liberación. “Es muy inteligente, sabe exactamente por lo que pasó pero al mismo tiempo es una niña que sigue jugando. Es capaz de reír y abrazar a sus hermanos y primos. Se nota mucho la resiliencia y yo creo que esa capacidad tiene que ver con que está rodeada de amor”.