La conmovedora historia detrás de la estatua de Hachikō, el perro de bronce que vigila una estación de tren de Tokio

La mascota esperó a su dueño durante 10 años en la estación de Shibuya, y su lealtad lo convirtió en un héroe nacional

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Hachikō nació el 10 de noviembre de 1923 en una granja cerca de Ōdate, prefectura de Akita
Hachikō nació el 10 de noviembre de 1923 en una granja cerca de Ōdate, prefectura de Akita

En el ajetreado distrito de Shibuya, en pleno corazón de Tokio, miles de personas transitan diariamente por la estación de tren más concurrida de Japón. Allí, en medio del bullicio y las luces de la ciudad, se encuentra la estatua de un perro de bronce que parece esperar, inmóvil, a alguien que nunca llegará. La historia de Hachikō, el perro que inspiró este monumento, se ha convertido en un símbolo eterno de lealtad y amor, una historia que ha conmovido a Japón y al mundo entero.

Este Akita es recordado por su inquebrantable devoción hacia su dueño, el profesor Hidesaburō Ueno, a quien acompañaba todos los días hasta la estación de Shibuya. La rutina era simple pero entrañable: Ueno tomaba el tren para ir a su trabajo en la Universidad Imperial de Tokio, y cada tarde, al regresar, Hachikō lo esperaba para caminar juntos de vuelta a casa.

Sin embargo, esta rutina se vería trágicamente interrumpida el 21 de mayo de 1925, cuando Ueno falleció de forma repentina por una hemorragia cerebral, dejando a su leal compañero esperando en vano.

Cada tarde, Hachikō esperaba a su dueño, el profesor Hidesaburō Ueno, en la estación de Shibuya (Instagram/city_shibuya_official)
Cada tarde, Hachikō esperaba a su dueño, el profesor Hidesaburō Ueno, en la estación de Shibuya (Instagram/city_shibuya_official)

Lo que siguió fue una escena que se repetiría durante los próximos 10 años: Hachikō seguía yendo a la estación de tren cada tarde, a la misma hora, en espera de un dueño que nunca regresaría. El lugar de encuentro de ambos se convirtió en su segunda casa. Lo que en un principio era una espera diaria, se transformó en una demostración de amor incondicional que atrajo la atención de todo un país.

El comienzo de una devoción eterna

Hachikō nació el 10 de noviembre de 1923 en una granja cerca de la ciudad de Ōdate, en la prefectura de Akita, de donde proviene la raza de la que es originario. En 1924, fue adoptado por el profesor Hidesaburō Ueno, un amante de los perros que encontró en el pequeño Akita un fiel compañero. Juntos establecieron una rutina diaria: cada mañana, Hachikō acompañaba a Ueno hasta la estación de Shibuya, y cada tarde lo esperaba para regresar a casa.

“Cuando el profesor Ueno regresaba, encontraba a Hachikō en la estación de Shibuya y estaba feliz de verlo; le daba mucho amor”, recordó el curador del museo, Keita Matsui, al The Japan Times en 2023. Esta rutina se mantuvo hasta la trágica muerte de Ueno en 1925, un golpe devastador que Hachikō no pudo comprender. Día tras día, el perro volvía a la estación, siempre esperando la llegada de su dueño.

En 1932, la historia de Hachikō se popularizó gracias al antiguo alumno de Ueno, Hirokichi Saito (Foto: Especia)
En 1932, la historia de Hachikō se popularizó gracias al antiguo alumno de Ueno, Hirokichi Saito (Foto: Especia)

Al principio, los empleados de la estación veían a Hachikō como un perro perdido, un animal sin dueño que parecía deambular sin rumbo. Sin embargo, con el tiempo, comprendieron la devoción de Hachikō y su inquebrantable espera, llegando a encariñarse con él y a darle comida y refugio. Esta historia de amor y lealtad pronto comenzó a esparcirse más allá de Shibuya.

El héroe de Japón y la primera estatua de Hachikō

En 1932, uno de los antiguos alumnos de Ueno, Hirokichi Saito, se enteró de la historia del perro que seguía esperando en la estación de Shibuya y decidió comprobarlo por sí mismo. Al ver la devoción de Hachikō, Saito quedó fascinado y decidió escribir sobre el perro, publicando varios artículos que pronto captaron la atención de los medios nacionales. Uno de esos reportajes fue impreso en el diario The Asahi Shimbun, lo que elevó a Hachikō a la categoría de héroe nacional y símbolo de lealtad.

Una estatua de bronce de Hachikō se erigió frente a la estación de Shibuya en 1934 (Photo by Keith Tsuji/Getty Images)
Una estatua de bronce de Hachikō se erigió frente a la estación de Shibuya en 1934 (Photo by Keith Tsuji/Getty Images)

Fue así que en abril de 1934 se erigió una estatua de bronce en su honor frente a la estación de Shibuya, obra del escultor Teru Andō. Hachikō, ya anciano, estuvo presente en la ceremonia de inauguración, acompañado de decenas de personas que se habían conmovido con su historia. La estatua se convirtió rápidamente en un punto de encuentro en la ciudad y en un lugar de homenaje al fiel Akita.

Una espera que nunca terminó

Hasta su último día, Hachikō siguió volviendo a la estación de Shibuya. Incluso cuando sus patas se debilitaron y su salud se deterioró, el leal perro nunca dejó de esperar la llegada de su dueño. El 8 de marzo de 1935, después de casi una década de leal espera, Hachikō fue encontrado muerto en una calle cercana a la estación de tren. La noticia de su muerte causó gran tristeza en Japón, y multitudes se reunieron junto a la estatua para despedirse del perro que había inspirado a toda una nación.

Tras la muerte de Hachikō, su historia continuó viva a través de la estatua de bronce erigida en Shibuya. Durante la Segunda Guerra Mundial, el monumento fue reciclado para obtener metal, pero la devoción hacia el perro no se extinguió. En 1948, Takeshi Andō, el hijo del escultor original, fue comisionado para recrear la estatua, devolviéndola a su lugar de honor en la estación de tren. Desde entonces, la entrada más cercana a la estatua lleva el nombre de “Hachikō-guchi”, o “La Entrada/Salida de Hachikō”.

Cada año, el aniversario de la muerte de Hachikō reúne a cientos de personas en Shibuya (EFE/EPA/FRANCK ROBICHON)
Cada año, el aniversario de la muerte de Hachikō reúne a cientos de personas en Shibuya (EFE/EPA/FRANCK ROBICHON)

A lo largo de los años, otras estatuas se han levantado para recordar la historia de este perro fiel. Una de ellas se encuentra en la ciudad de Ōdate, donde nació Hachikō, y otra está situada frente al Museo del Perro Akita. En 2015, una nueva estatua fue develada en la Universidad de Tokio, mostrando a Hachikō y al profesor Ueno reunidos, como si finalmente se reencontraran después de tantos años de espera.

La figura de Hachikō sigue siendo un símbolo de devoción y amor incondicional. La estatua de Shibuya ha permanecido intacta por más de 75 años, quizás debido al respeto y la admiración que la gente siente hacia este Akita, que sigue siendo considerado por muchos como el perro más leal de todos los tiempos. Cada año, en el aniversario de su muerte, cientos de personas se congregan para rendir homenaje a Hachikō, celebrando una historia que continúa conmoviendo corazones y recordando el deseo universal de encontrarse con alguien querido, aunque sea solo en la memoria.

Como señaló un experto al The Japan Times, la historia de Hachikō es tan querida hoy “porque el perro resuena con personas de todas las edades, géneros y nacionalidades, y se superpone con la experiencia que todos tenemos de querer encontrarnos con alguien a quien amamos pero que no podemos”.

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