El majestuoso Angkor Wat, el mayor complejo religioso jamás construido, ha fascinado durante siglos a todos aquellos que han tenido la fortuna de contemplarlo. Este colosal templo, situado en el norte de Camboya, fue originalmente edificado en el siglo XII por el rey Suryavarman II como un tributo al dios hindú Vishnu, y su inmensa escala, con torres que parecen tocar el cielo, ha dejado perplejos a viajeros, exploradores y arqueólogos por igual. Sin embargo, a pesar de su evidente grandeza, Angkor Wat fue prácticamente desconocido para el mundo occidental hasta el siglo XVI, cuando los primeros europeos tropezaron con sus enigmáticas ruinas.
Uno de los primeros occidentales en maravillarse ante este monumento fue António da Madelena, un fraile capuchino portugués que visitó Angkor Wat en 1589. Sus relatos, recogidos por el historiador Diogo do Couto, describían un templo tan impresionante que “no es posible describirlo con una pluma, particularmente porque no se parece a ningún otro edificio en el mundo”.
Aunque para los camboyanos el templo jamás estuvo perdido, estos primeros testimonios europeos marcaron el inicio de una curiosidad que, siglos después, se convertiría en una obsesión para arqueólogos y aventureros.
Tres siglos después de la visita de Madelena, un joven explorador francés, Henri Mouhout, redescubrió Angkor Wat en la década de 1860 para la comunidad científica europea. Sus escritos, publicados póstumamente tras su fallecimiento en 1861, despertaron el interés de una nueva generación de investigadores. La monumental estructura, rodeada por una selva impenetrable, parecía pertenecer a una civilización perdida, lo que despertó mitos y teorías sobre su origen.
El esplendor y caída del Imperio Jemer
Angkor Wat no solo es un símbolo de poder religioso, sino también el reflejo del apogeo y declive del Imperio Jemer. Este vasto imperio, que dominó gran parte del sudeste asiático durante más de seis siglos, alcanzó su cúspide durante el reinado de Jayavarman VII (1181-1218), quien amplió el complejo y consolidó a Angkor como el corazón de una de las ciudades más grandes de su tiempo. El templo, originalmente construido para honrar a Vishnu, se convirtió con el tiempo en un centro budista, adaptándose a los cambios religiosos y culturales de la región.
Sin embargo, a medida que el imperio crecía, también lo hacían sus problemas. En 1431, Angkor fue saqueada por el reino de Ayutthaya, actual Tailandia, lo que marcó el principio del fin del poder jemer. La capital del reino se trasladó a lo que hoy es Phnom Penh, y Angkor Wat, junto con sus majestuosos templos, fue lentamente absorbido por la densa selva camboyana. Con el tiempo, los europeos que visitaron las ruinas quedaron desconcertados ante su magnificencia, al punto de dudar que los jemeres, a quienes consideraban “bárbaros”, pudieran haber creado tal maravilla arquitectónica.
El impacto de los descubrimientos modernos
El verdadero impacto del redescubrimiento de Angkor Wat llegó en el siglo XX, cuando la tecnología permitió a los arqueólogos ver más allá de lo que el ojo humano podía percibir. En 2007, los investigadores Damian Evans y Jean-Baptiste Chevance utilizaron una innovadora técnica llamada Lidar (escaneo láser aéreo) para revelar una ciudad subterránea oculta bajo la densa vegetación. Este descubrimiento demostró que Angkor Wat era solo el epicentro de una vasta metrópoli, con un tamaño comparable al de ciudades modernas como Berlín.
En 2012, Evans y Chevance desenterraron la ciudad perdida de Mahendraparvata, situada a 25 millas al norte de Angkor. Fundada en el año 802 por el monarca Jayavarman II, esta ciudad planificada, con su intrincada red de caminos y bulevares, fue el precursor del monumental complejo de Angkor Wat. La tecnología Lidar permitió a los arqueólogos ver a través del denso follaje, revelando calles y edificios que habían estado ocultos durante siglos. Estos descubrimientos ampliaron enormemente nuestra comprensión sobre la escala y complejidad de la civilización jemer.
El auge del turismo y las nuevas amenazas
A pesar de su glorioso pasado, Angkor Wat enfrenta hoy nuevas amenazas. El turismo masivo ha transformado lo que una vez fue un destino remoto en una atracción que recibe millones de visitantes anualmente. En la década de 1990, solo unas 7,500 personas visitaban Angkor Wat cada año, mientras que en 2019 el número superó los 2.5 millones, con un número creciente de turistas provenientes de China. Este auge turístico ha tenido consecuencias preocupantes, como el agotamiento del nivel freático debido al uso excesivo de agua en los hoteles y resorts cercanos. El descenso del agua subterránea está dañando las mismas piedras que sostienen el templo, poniendo en peligro su estructura.
Además, la región que rodea Angkor Wat todavía esconde los peligrosos recuerdos del pasado reciente de Camboya. Hasta 1998, Phnom Kulen, una meseta cercana, fue el último refugio de Pol Pot y los Khmer Rouge, el régimen comunista responsable de la muerte de cerca de dos millones de personas. A día de hoy, la región sigue plagada de minas terrestres, lo que representa un riesgo tanto para arqueólogos como para turistas.
A pesar de los desafíos, el futuro de Angkor Wat sigue siendo prometedor, en gran parte gracias a las nuevas tecnologías como Lidar, que no solo están ayudando a desenterrar secretos del pasado, sino también a gestionar mejor el impacto del turismo. Los arqueólogos esperan que estos avances tecnológicos permitan la exploración de otros sitios históricos en Camboya y el sudeste asiático, ayudando a dispersar el flujo turístico de Angkor y preservar su integridad.
El templo más grande del mundo sigue siendo un enigma para muchos, pero lo que está claro es que su magnificencia continuará fascinando a generaciones futuras. Con sus torres de loto, sus frisos detallados que narran historias de dioses y reyes, y su vasta extensión, Angkor Wat sigue siendo un testimonio silencioso del genio humano y la capacidad de construir algo que trasciende el tiempo.