Por qué eran peligrosos los baños públicos en la Edad Media

Mientras algunos médicos los defendían por sus beneficios terapéuticos, los clérigos los veían como lugares de pecado

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La Edad Media enfrentó un debate sobre los baños entre médicos y clérigos
La Edad Media enfrentó un debate sobre los baños entre médicos y clérigos

Durante la Edad Media, la práctica del baño se encontraba en el centro de un acalorado debate que involucraba a distintos sectores de la sociedad, incluyendo escritores, médicos y representantes de la Iglesia. Este rito, que cumplía tanto funciones higiénicas como terapéuticas, también se asociaba con la prostitución y los excesos, lo que provocaba una fuerte condena por parte de los eclesiásticos.

Función higiénica y terapéutica

Los baños medievales, además de que eran un medio para la higiene personal, se utilizaban como métodos preventivos y de tratamiento para diversas enfermedades. Médicos de la época, como el musulmán Avicena, promovían los baños regulares para mantener el cuerpo sano y facilitar la expulsión de sustancias nocivas. En su obra Regimen Sanitatis, Avicena recomendaba baños con aire caliente y agua en distintas temperaturas, adaptándose a las necesidades de jóvenes, adultos y ancianos.

El debate desde la perspectiva eclesiástica

La Iglesia veía con recelo estos establecimientos. Los clérigos eran enemigos implacables de la práctica habitual del baño, recomendándolo solo a los enfermos. Temían que estos lugares facilitaran encuentros amorosos y promiscuidades, como sostenían los griegos y se confirmaba en la literatura medieval, por ejemplo, en Roman de la Rose. Las doncellas y mujeres jóvenes debían evitar estos lugares, que eran considerados tan deshonrosos como los prostíbulos.

Los baños medievales se usaban para higiene y tratamiento de enfermedades
Los baños medievales se usaban para higiene y tratamiento de enfermedades

Peligros y beneficios según los médicos

Los médicos de la época no estaban del todo de acuerdo acerca de los beneficios del baño. Aunque había quienes, como Avicena, defendían su uso, otros como el andalusí Averroes advertían de sus peligros. Averroes incluyó en su enciclopedia médica, Colliget, casos anormalmente riesgosos como el de una mujer que supuestamente quedó embarazada al sumergirse en un baño público sin haber tenido contacto con hombre alguno. Con la propagación de diversas enfermedades en el siglo XV, algunos médicos clamaban por la prohibición de los baños públicos, que argumentó que estos facilitaban la entrada de vapores perjudiciales en el cuerpo a través de los poros abiertos.

Baños públicos y violencia

No solo las enfermedades eran un peligro en los baños públicos. Estos lugares, generalmente mixtos, eran propensos a actos violentos y delictivos. Por ejemplo, en 1479, des Pars reportó alrededor de 1.400 delitos cometidos en los baños de Gante en tan solo diez meses. Los baños públicos eran negocios organizados y comunes en muchas ciudades europeas. En París, había al menos veintiséis de estos establecimientos en 1292. Cuando la gente acudía, a menudo corría semidesnuda desde sus casas hasta los baños públicos, vestidos solo con calzoncillos rotos.

La iglesia condenaba los baños por riesgo de promiscuidad y encuentros ilícitos
La iglesia condenaba los baños por riesgo de promiscuidad y encuentros ilícitos

El ritual del baño

El proceso de baño era un evento social y ritualizado. Un poema épico austríaco del siglo XIII describe un detalle vívido del ritual, donde individuos se frotaban con cenizas y jabón, y las masajistas aplicaban ungüentos aromáticos a los cuerpos desnudos. Los barberos arreglaban la barba y el cabello, y la gente se tendía sobre camas con sábanas perfumadas después del baño.

Restricciones y prohibiciones

La opinión negativa de la Iglesia respecto a los baños condujo a la imposición de ciertas restricciones. Por ejemplo, en Castilla, los baños se asignaban a hombres en determinados días de la semana y a mujeres en otros. Los viernes y domingos eran días reservados para los judíos. Normas similares existían en otros lugares de Europa y en el mundo islámico. A lo largo del siglo XV y siguientes, la presión para cerrar estos establecimientos aumentó, llegando a prohibirse en ciudades como Londres.

La relación entre los baños y la sociedad medieval era compleja y multifacética. Aunque los baños ofrecían beneficios higiénicos y saludables, la Iglesia y algunos médicos alertaban sobre sus peligros morales y físicos. La actividad de bañarse estaba envuelta en un entorno de estrictas regulaciones y, eventualmente, muchas casas de baño fueron cerradas. No obstante, esta práctica dejó un legado de interés histórico y cultural sobre la vida cotidiana y las costumbres higiénicas de la Edad Media.

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