El Rijksmuseum y el Barrio Cultural Judío de Ámsterdam han organizado Looted (Saqueado), la primera exhibición dedicada exclusivamente al saqueo cultural perpetrado por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La muestra, que se exhibe en dos sedes, el Rijksmuseum y el Museo Nacional del Holocausto de Ámsterdam, estará abierta al público hasta el 27 de octubre de 2024 y marca un hito en la documentación del genocidio cultural sufrido por la comunidad judía europea. Es “la primera vez que una exhibición de esta naturaleza se presenta con tanta profundidad en una institución museística a nivel mundial”, según destacan los organizadores en el sitio web del Rijksmuseum.
El saqueo de propiedades judías no fue un acto aislado ni improvisado, sino una operación sistemática y meticulosamente planificada que formaba parte integral de la estrategia nazi de deshumanización y exterminio. Además de arrebatar vidas, los nazis buscaban aniquilar más de mil años de historia y cultura judía en Europa. Stuart E. Eizenstat y Julie-Marthe Cohen explican en The Art Newspaper que este saqueo “no era simplemente una cuestión de acumulación de riquezas; era un intento por borrar la existencia misma del pueblo judío”, con el fin de que “más allá de la muerte física, no quedara ningún vestigio cultural de aquellos que consideraban una raza inferior”.
La exhibición Looted, que se despliega en dos sedes en Ámsterdam muestra los objetos robados e invita al visitante a reflexionar sobre las implicaciones más profundas de este genocidio cultural. La exposición está dividida en dos secciones principales, cada una con un enfoque distinto pero complementario. En el Rijksmuseum, el énfasis recae en el arte, donde se exhiben obras que fueron robadas a familias judías durante la ocupación nazi. Estas piezas, que incluyen pinturas y otras formas de arte visual, además de su valor estético “cuentan historias de pérdida y despojo, y reflejan el impacto devastador que la guerra tuvo sobre la cultura y la identidad judía”, según el sitio del museo.
Por otro lado, en el Museo Nacional del Holocausto la atención se centra en la judaica, un término que engloba libros, objetos rituales y otros elementos cargados de significado espiritual y cultural para la comunidad judía. Estos objetos, que van desde lámparas de Janucá hasta copas de kiddush, simbolizan la vida cotidiana y la herencia religiosa que los nazis intentaron erradicar. Tal como lo señalan los expertos Cohen y Eizenstat en The Art Newspaper, este enfoque permite a los visitantes comprender de manera más íntima “cómo el saqueo cultural no fue solo un ataque contra las posesiones materiales, sino contra la esencia misma de la identidad judía”.
Historias personales
Entre los artículos expuestos se encuentran objetos personales que evocan historias individuales de persecución y supervivencia. Ejemplos de estos son la mochila gris-azul que Max Heppner, un niño judío que se escondió en un gallinero durante la guerra, utilizó para guardar las pocas pertenencias que su familia pudo salvar al huir de los nazis. Según The New York Times, esta mochila, exhibida en una vitrina en el Museo Nacional del Holocausto, trasciende su entidad de objeto para convertirse en un “símbolo de la resiliencia y la desolación que marcaron la vida de miles de judíos durante la ocupación”.
Además, la exposición incluye obras de arte como una impresión gráfica del artista holandés Samuel Jessurun de Mesquita, salvada por su amigo M.C. Escher poco después de que la casa de Mesquita fuera saqueada por los nazis. Esta obra, como describe Jan Hennop en Agence France-Presse, aún “lleva la huella de una bota nazi, un rastro físico del violento despojo”. Otros objetos incluyen libros religiosos, piezas de Judaica y arte sacro, todos ellos despojados de sus dueños originales y posteriormente recuperados, o al menos identificados, en un esfuerzo por preservar la memoria de las víctimas, según el sitio del Holocaust Museum Amsterdam.
Convertidos en “símbolos de pérdida, resistencia y memoria”, según la organización de Looted, los objetos muestra lo duradero del impacto de la Shoah en aquellos que sobrevivieron y en los herederos de las víctimas. Estos relatos personales son el corazón de la exposición y ofrecen una ventana al sufrimiento continuo que persiste décadas después del conflicto.
Esto se puede ver también en el catálogo de la muestra, titulado Dispossessed. Personal Stories of Nazi-looted Jewish Cultural Property and Postwar Restitution (Desposeídos. Historias personales de bienes culturales judíos saqueados por los nazis y su restitución en la posguerra), que acompaña Looted y ofrece una recopilación detallada de historias personales, documentos y objetos culturales judíos saqueados durante la Segunda Guerra Mundial.
Las difíciles restituciones
Leo Isaac Lessmann, un apasionado coleccionista de objetos rituales judíos robados por los nazis, inició una búsqueda desesperada luego de la guerra. Recibió una compensación por una fracción del valor económico de su colección, pero los objetos en sí, cargados de significado espiritual, nunca fueron encontrados. Para él no encontrarlos significó también una pérdida de sus raíces, de su conexión con su historia y de su sentido de pertenencia.
El camino hacia la restitución de los bienes culturales saqueados ha sido arduo y, en muchos casos, infructuoso como el de Lessman. En la posguerra los sobrevivientes y los herederos enfrentaron complejas batallas legales; la falta de cooperación de algunos gobiernos hicieron que muchas familias nunca volvieran a ver sus posesiones.
Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de Desi Goudstikker van-Halban, viuda del marchante de arte judío Jacques Goudstikker, quien dedicó su vida a la recuperación de su colección robada. A pesar de sus esfuerzos, muchos de estos tesoros nunca fueron devueltos, y el proceso de restitución se extendió durante décadas. De manera similar, la historia de Margarete Stern-Lippman, cuya familia poseía un cuadro de Wassily Kandinsky que fue objeto de una dilatada disputa de restitución, es otro ejemplo.
Estas historias recuerdan la persistencia del dolor y la injusticia mucho después de que cesaron los combates. Las piezas expuestas, cada una con su propia historia de despojo y búsqueda, invitan a los visitantes a reflexionar sobre la necesidad de preservar la memoria y reparar, en la medida de lo posible, las heridas infligidas por uno de los capítulos más oscuros de la historia. Por eso esta exposición, como destacan Eizenstat y Cohen en The Art Magazine, convierte a estos objetos en “piezas vivas de una cultura que los nazis intentaron exterminar”.