La odisea de Steven Callahan, el navegante que sobrevivió 76 días a la deriva en el Atlántico

Diseñó el Napoleon Solo y se lanzó al Océano. La serenidad inicial que se convirtió en lucha desesperada tras una brutal tormenta

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Steven Callahan diseñó su primer
Steven Callahan diseñó su primer barco y navegó hacia las Bermudas en 1977

Desde niño, el norteamericano Steven Callahan soñaba con los mares. La figura de Robert Manry, el navegante que cruzó el Atlántico en un pequeño bote, flotaba en su imaginación como una estrella guía. En su jardín, el joven Steven construía balsas con troncos, preparándose para futuras aventuras.

Los días en su hogar eran una mezcla de madera y sueños salados. Mientras otros niños jugaban en el parque, él se veía entre olas, impulsado por el viento. A los 22 años, la vida en tierra firme le quedó pequeña; decidió mudarse a un barco. La decisión no fue impulsiva: había comenzado a estudiar Ingeniería Naval, buscando unir pasión y conocimiento.

“Siempre supe que mi vida estaba en el agua“, recordaba Steven, los ojos brillando con el recuerdo. Tres años después, en 1977, diseñó su primer barco. Con la confianza de un pionero, navegó hasta las Bermudas, enfrentando el vasto océano con un espíritu indomable.

Diseño y viaje inicial en el Napoleon Solo

La verdadera obra maestra llegó poco después: el Napoleon Solo. Un sloop de 6,5 metros, creado específicamente para la Mini Transat 6.50, una regata transatlántica en solitario. Callahan no solo construyó un barco; diseñó una extensión de sí mismo, un compañero leal para las aguas traicioneras.

El viaje de prueba fue el preludio a su odisea. Acompañado por su amigo Chris, Steven partió de Rhode Island hacia Inglaterra. La travesía no solo les ofreció la satisfacción del viento en el rostro y el crujido del casco sobre las olas; les brindó la certeza de estar listos para mayores desafíos. “Esa experiencia nos revitalizó“, comentó Chris, recordando el viaje.

En enero de 1981, Callahan
En enero de 1981, Callahan zarpó de Maine con el objetivo de cruzar el Atlántico en solitario (Steven Callahan)

En cada ola, en cada brisa, sentía la promesa de futuras conquistas. Su confianza creció, y al regresar, supo que estaba preparado para enfrentarse al Atlántico en solitario. Así, en enero de 1981, dejó Maine, llevando consigo sus sueños y la convicción de un hombre destinado a grandes aventuras.

El 29 de enero de 1982, Steven Callahan dejó las Islas Canarias. Los primeros días fueron una danza armoniosa con el océano. Las velas del Napoleon Solo se llenaban con los suaves vientos alisios, impulsándolo con una gracia que parecía casi mágica. Él, con una mezcla de emoción y serenidad, se dejaba llevar por el mar.

Las noches eran un espectáculo de estrellas, y el sonido rítmico del agua contra el casco era su compañía constante. Sin embargo, la calma dio paso a la tormenta. Una noche, el 4 de febrero, la tranquilidad se rompió con un estruendo ensordecedor. Un impacto abrió un agujero en el casco del barco.

“El golpe fue brutal, como si el mar mismo se rebelara”, recordó, todavía con el eco del golpe en su memoria. Al instante, el agua comenzó a inundar el barco. Callahan, actuando con la urgencia que solo el instinto de supervivencia puede brindar, se lanzó a salvar lo esencial: agua, comida, bengalas, un arpón y su saco de dormir. Cada inmersión en la cabina sumergida era un acto de valentía y desesperación. Finalmente, agotado y empapado, se subió a la balsa inflable, atándola con una cuerda a su querido Napoleon Solo, que se hundía inexorablemente.

Pescadores de la Isla de
Pescadores de la Isla de Guadalupe encontraron a Callahan después de 76 días a la deriva (Steven Callahan)

“Fue como dejar atrás a un amigo que se hundía en la oscuridad”, dijo con voz quebrada. La balsa, su nueva realidad, era una burbuja frágil en medio del vasto océano. La noche, con su manto oscuro, lo envolvió mientras las olas golpeaban implacables.

Supervivencia en el océano

Los días siguientes fueron una prueba constante de resistencia. Estaba solo, a 1.287 kilómetros al oeste de las Canarias, y se alejaba cada vez más de la tierra. Su balsa, un círculo de 1,80 metros, era su único refugio. Con el mar como enemigo y aliado, cada día era una batalla.

Los recursos eran escasos. Callahan contaba con un destilador solar que convertía el agua salada en dulce, aunque apenas producía suficiente para mantenerlo hidratado. Pescar con el arpón era una tarea ardua, y las capturas, pocas y esporádicas, eran celebradas como manjares.

Las noches eran aún más difíciles. Los tiburones merodeaban la balsa, atraídos por el olor de los peces. En su diario, registraba cada día, no solo como una manera de mantener la cordura, sino también como un testimonio de su lucha. La soledad y la desesperación eran sus constantes compañeras, pero también lo era la esperanza. A pesar de la adversidad, mantenía la fe en un eventual rescate.

Steven Callahan fue salvado por
Steven Callahan fue salvado por un grupo de pescadores

El 21 de abril de 1982, al amanecer, divisó una embarcación en el horizonte. Sus fuerzas estaban al límite, y cada movimiento era un esfuerzo titánico. Los pescadores de la Isla de Guadalupe, atraídos por la bandada de aves sobrevolando su balsa, se acercaron con cautela. Al ver la figura demacrada de Callahan, comprendieron la gravedad de su situación.

“No podía creer que finalmente estaba a salvo”, recordó. Cada segundo de esos últimos momentos fue una eternidad.

Los pescadores lo subieron a su barco con cuidado. Steven, débil y deshidratado, apenas podía mantenerse en pie. Su piel estaba cubierta de llagas y su cuerpo había perdido más de 20 kilos. Fue llevado a la isla donde recibió atención médica inmediata. El camino hacia la recuperación no sería fácil, pero estaba vivo.

Durante los siguientes meses, se recuperó lentamente en Maine. La experiencia lo había transformado profundamente, tanto física como emocionalmente. En medio de su recuperación, se reconectó con Kathy Massimini, una vieja amiga. Juntos, alquilaron una humilde casa en Maine por USD 125 al mes, comenzando una nueva vida juntos.

"Adrift: Seventy-Six Days Lost at
"Adrift: Seventy-Six Days Lost at Sea" fue el libro que narró su increíble historia de supervivencia

“No teníamos nada, pero nos teníamos el uno al otro“, dijo, recordando aquellos días con cariño.

Vida después del naufragio

La experiencia de estar perdido en el mar no solo marcó físicamente, sino que también redefinió su vida. En 1986, publicó “Adrift: Seventy-Six Days Lost at Sea”, un relato detallado de su odisea. El libro se convirtió en un best-seller, inspirando a muchos con su historia de supervivencia y resistencia.

“Escribir el libro fue una forma de procesar lo que había vivido”, explicó Callahan. Cada palabra era una liberación, un testimonio de mi lucha. Además de su carrera como autor, colaboró como consultor técnico en la película “Life of Pi”, dirigida por Ang Lee. Su experiencia y conocimiento del mar fueron fundamentales para la autenticidad de la película.

Callahan se convirtió en embajador
Callahan se convirtió en embajador de la Leukemia Cup Regatta para recaudar fondos contra el cáncer (Getty Images)

Su vida también estuvo marcada por nuevos desafíos de salud. En 2010, le extirparon partes de ambos riñones y en 2012 fue diagnosticado con leucemia mieloide aguda. Pasó su cumpleaños número 60 recibiendo quimioterapia, pero incluso en estos momentos oscuros, encontró fuerza en sus experiencias pasadas.

“Sobrevivir en el mar me preparó para enfrentar la leucemia”, dijo. “Ambas experiencias me enseñaron la importancia de la esperanza y la resistencia”.

La experiencia de luchar contra la leucemia lo llevó a una nueva misión: convertirse en embajador nacional para la Leukemia Cup Regatta, una iniciativa que recauda fondos para la investigación contra el cáncer. Junto con Kathy, también apoyaron al Woods Hole Oceanographic Institute, demostrando su compromiso con la ciencia y la comunidad. “Cada día es un regalo, y trato de devolver parte de lo que he recibido”, dijo, con gratitud en su voz.

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