En la tranquila región de Alberta, Canadá, Robert Tymofichuk, un dedicado profesor de escuela, decidió dar vida a un proyecto que había acariciado desde su niñez: construir un aerodeslizador. Este ingenioso invento, que combina caucho, fibra de vidrio, papel maché y partes de un Jeep Grand Cherokee de 1997, requirió 1.800 horas de trabajo arduo y meticuloso.
La pasión de Robert Tymofichuk por los aerodeslizadores comenzó en su infancia, en la zona rural de Alberta, Canadá. Criado en una pequeña granja de ganado, Tymofichuk pasaba su tiempo libre arreglando cosas y viendo uno de los dos canales de televisión disponibles en su hogar. Fue en uno de esos momentos cuando vio por primera vez un aerodeslizador deslizándose sin esfuerzo sobre el agua. Aquel segmento televisivo capturó su imaginación y sembró la semilla de un sueño que perduraría toda su vida.
A pesar de las limitaciones del primer aerodeslizador, Tymofichuk no se desanimó. En 2002, después de que una sequía convirtiera el lago Eliza en barro y dejara al descubierto los enormes cráneos de búfalos muertos hace mucho tiempo, decidió mejorar su diseño. Estos hallazgos intrigantes inspiraron a Tymofichuk, un profesor curioso, a continuar explorando y mejorando sus habilidades de construcción.
Desde entonces, Tymofichuk se obsesionó con la idea de construir su propio aerodeslizador. Cuando estaba en octavo grado, encargó un conjunto de instrucciones a una empresa de Illinois llamada Universal Hovercraft. Este primer proyecto se convirtió en una tarea de cinco años. Recuerda claramente el día en que terminó de construir su primer aerodeslizador en 1986. “Era absolutamente hermoso”, dijo. Su madre estaba allí, lista con la cámara para capturar el momento. Sin embargo, al arrancar el motor y acelerar, el aerodeslizador no se movió. Eventualmente, logró ponerlo en marcha, pero notó varias limitaciones con el tiempo: no podía transportar mucha carga ni combustible, no tenía una cabina para proteger a los pasajeros y no podía subir pendientes moderadas.
El proceso comenzó con la selección de materiales reutilizados, demostrando la creatividad y el compromiso de Tymofichuk con la sostenibilidad. El corazón del aerodeslizador es un motor rescatado de un Toyota Celica de 1985. Para garantizar la flotabilidad y funcionalidad, Tymofichuk utilizó un casco de fibra de vidrio desechado que encontró en un edificio abandonado. La elección de este material fue crucial, ya que ofrece la combinación perfecta de ligereza y resistencia.
El diseño del faldón de goma, una parte esencial que atrapa el aire debajo del vehículo, fue un proyecto en sí mismo. Shelley, la esposa de Tymofichuk, se encargó de coser los 107 segmentos que forman este faldón, asegurando que cada pieza encajara perfectamente para crear el colchón de aire necesario para el funcionamiento del aerodeslizador.
Para los controles, Tymofichuk demostró nuevamente su ingenio al moldear papel maché para el joystick, que luego cubrió con fibra de vidrio para darle mayor durabilidad. La cabina del aerodeslizador proviene de un Jeep Grand Cherokee de 1997, proporcionando un espacio cómodo y seguro para el piloto y los pasajeros. Esta cabina fue equipada con calefacción, una radio de jamón, limpiaparabrisas y asientos de un Volkswagen Jetta, mejorando significativamente la experiencia de manejo.
Para completar su creación, Tymofichuk aplicó una brillante capa de pintura roja, dándole al aerodeslizador un aspecto llamativo y distintivo. Este último detalle no solo mejoró la estética del vehículo, sino que también simbolizó la culminación de años de esfuerzo y dedicación.
Tras dedicar 1.800 horas a construir su aerodeslizador de ensueño, Robert Tymofichuk se encontraba ansioso por poner a prueba su creación. El escenario elegido fue el lago Bellevue, en Alberta, donde la expectación y los nervios se mezclaban en el ambiente.
En las orillas del lago, Tymofichuk se acercó a dos mujeres que descansaban en sillas de jardín y les hizo una pregunta inusual: ¿les importaría que lanzara su aerodeslizador cerca de allí? Con la aprobación de las mujeres, subió a la cabina junto a su esposa, Shelley, y accionó el interruptor de encendido. El motor, rescatado de un Toyota Celica de 1985, rugió al encenderse, y el vehículo comenzó su aventura hacia el agua.
“Existe un riesgo porque esta cosa podría caer al agua y hundirse como una piedra”, admitió Tymofichuk. Con esta posibilidad en mente, se adentró una milla en el lago, tentado de apagar el motor para comprobar si el aerodeslizador flotaba. Sin embargo, su esposa, preocupada, lo instó a no hacerlo en aguas profundas. Tymofichuk escuchó el consejo y se dirigió a zonas menos profundas antes de apagar el motor. Para su alivio y satisfacción, el aerodeslizador flotó, balanceándose suavemente bajo la luz del sol y el suave viento.
Esta primera prueba fue un momento crucial para Tymofichuk. Aunque hubo un momento de tensión, la flotabilidad del aerodeslizador demostró la efectividad de su diseño y construcción. Este éxito inicial no solo validó las horas de trabajo y la dedicación invertidas en el proyecto, sino que también fortaleció la confianza de Tymofichuk en su capacidad para innovar y superar desafíos técnicos.
El aerodeslizador puede alcanzar una velocidad de hasta 61 kilómetros por hora sobre el agua. Esta velocidad es ideal para viajes largos y tranquilos, permitiendo a Tymofichuk y su esposa, Shelley, explorar lugares remotos del río Saskatchewan Norte. Este río, conocido por sus fuertes corrientes y obstáculos naturales como rocas y troncos, presenta un desafío que el aerodeslizador puede superar gracias a su diseño robusto y capacidad para deslizarse sobre objetos que se extienden hasta veinte centímetros por encima de la superficie del agua.
Uno de los terrenos más impresionantes donde el aerodeslizador demuestra su valía es sobre el hielo. Debido a la baja resistencia en estas condiciones, el vehículo puede alcanzar casi 80 kilómetros por hora. Sin embargo, esta velocidad extrema requiere precaución. Tymofichuk describe la experiencia como conducir un automóvil con neumáticos desgastados sobre una superficie helada. En caso de emergencia, el piloto debe realizar una maniobra compleja, similar a una escena de “Rápido y Furioso”, para detenerse: un giro completo de 180 grados seguido de la aplicación de empuje para desacelerar. Afortunadamente, en un lago, apagar el motor permite que el aerodeslizador se hunda suavemente en el agua, ofreciendo una forma segura de detenerse.
Además de su rendimiento en agua y hielo, el aerodeslizador es capaz de moverse sobre pantanos, playas de arena y otros terrenos difíciles. Esta versatilidad lo hace útil no solo para actividades recreativas como la pesca y el camping, sino también para misiones más serias como las operaciones de búsqueda y rescate. Tymofichuk ha utilizado su aerodeslizador para ayudar en misiones en Alberta, donde los incendios forestales han devastado grandes áreas. Esta capacidad para acceder a zonas inaccesibles por otros medios lo convierte en una herramienta valiosa en situaciones de emergencia.