Desde febrero, Noruega ha implementado la prohibición de smartphones en el 80% de sus escuelas. Esta medida es parte de las nuevas directrices del Ministerio de Educación para restringir el uso de teléfonos móviles durante la jornada escolar.
Allí, los teléfonos son entregados al profesor tutor al inicio de cada día y guardados en una caja cerrada, conocida como “hotel de teléfonos”.
Según Sondre Aasheim Juul, profesor de inglés, esta medida ha facilitado la comunicación con los estudiantes: “Ahora, los alumnos responden preguntas con oraciones completas en lugar de una sola palabra. Son más curiosos y participativos”.
Lars Olav Andersen, tutor de 10° grado, comparte esta opinión: “Ahora veo más caras y sonrisas. El lenguaje corporal ha cambiado, y hay más apertura hacia los profesores y entre los alumnos”.
En la escuela secundaria Granstangen de Oslo, Heidi Augestad, la directora, destaca los cambios observados: “Este año, en el viaje escolar, los alumnos disfrutaron más al estar desconectados. Fue una experiencia diferente; se sentaron alrededor del fuego y trabajaron juntos”.
Sin embargo, imponer la prohibición de smartphones no es tarea fácil. Los profesores no pueden registrar a los estudiantes, pero pueden confiscar teléfonos visibles en clase. En algunos casos, los alumnos intentan burlar las reglas al llevar dos teléfonos, entregando uno y guardando el otro en el bolsillo.
Los alumnos también han intentado romper el “hotel de teléfonos”. Frente a estos desafíos, los padres son llamados para mediar en los conflictos.
Qué piensan los propios estudiantes ante la medida
La respuesta de los estudiantes ha sido diversa. Algunos, como Wesam Salam, de 15 años, sienten que la medida es injusta: “Me siento inseguro sin mi teléfono. ¿Qué pasa si tengo que llamar a mis padres?”.
Otros, como Sajin Clive, de 14 años, describen la prohibición como un arma de doble filo: “Eliminar los teléfonos da una oportunidad para hacer amigos, pero también puede quitarles un espacio seguro”.
El psicólogo Jonathan Haidt, en su libro “The Anxious Generation”, argumenta que los smartphones son responsables del aumento de problemas de salud mental en la Generación Z. Kari Nessa Nordtun, ministra de Educación de Noruega, justifica la prohibición con datos que indican una mejora en el bienestar estudiantil y una reducción en el acoso digital, especialmente entre las chicas.
Sin embargo, algunos estudiantes creen que los teléfonos son una herramienta educativa valiosa. Mina Belkhiri, de 15 años, menciona que los videos educativos de TikTok y YouTube han sido útiles para entender proyectos de ciencia y ecuaciones matemáticas durante la pandemia, cuando la educación en línea era la norma.
La directora escolar Augestad reconoce las dificultades que la pandemia trajo, pero sostiene que la política sin teléfonos es beneficiosa: “Es demasiado duro decirles que están equivocados, pero no ven toda la imagen. Usar un teléfono para una tarea individual es una cosa, pero no trabajamos individualmente en la escuela”.
El ejemplo de Noruega podría ser observado por otros países mientras se debate el impacto de los smartphones en la educación y el comportamiento juvenil. Granstangen ejemplifica cómo un enfoque comunitario y colaborativo en la educación puede estar en sintonía con medidas estrictas como la prohibición de teléfonos móviles.
La preocupación no es exclusiva de Noruega. Italia recientemente implementó una prohibición similar en todo el país, mientras que en el Reino Unido, el prestigioso colegio Eton anunció una medida equivalente a partir de septiembre.
Además, un grupo de parlamentarios británicos ha instado al gobierno a imponer una prohibición para menores de 16 años, lo cual ha generado un intenso debate. Sin embargo, figuras políticas como Sir Keir Starmer argumentaron que una prohibición absoluta podría no ser viable.