En una fría mañana, en Correggio, Italia, nació Leonarda Cianciulli en un hogar afligido por el dolor. Desde el primer día, el destino de la pequeña estuvo marcado por la desgracia. Su madre, Emilia, nunca la aceptó, ya que Leonarda había sido fruto de una violación. La amargura de Emilia se tradujo en constantes maltratos físicos y emocionales, creando un ambiente de miedo y sufrimiento para la joven.
En 1914, buscaba escapar de su tormentosa vida familiar, Leonarda se casó con Raffaele Pansardi, un trabajador de correos. Este matrimonio fue una desobediencia a su madre, quien había arreglado la boda de Leonarda con un primo. La furia de Emilia se manifestó en una maldición que perseguiría a la pareja. Las desgracias no tardaron en tocar a su puerta: Raffaele cayó en el abismo del alcoholismo y, en 1930, un terremoto devastó su hogar, sumiéndolos aún más en la desesperación.
La obsesión mortal
La maternidad se convirtió en una obsesión para Leonarda. Desesperada por formar una familia, tuvo diecisiete embarazos, pero solo cuatro de sus hijos sobrevivieron. La pérdida repetida de sus bebés dejó en ella una profunda sensación de vacío y miedo constante. Una gitana le predijo un futuro sombrío: “En tu mano derecha veo prisión, en tu izquierda un manicomio”. Este presagio, que en su momento parecía tan solo una superstición, acabaría siendo una terrible realidad.
En 1939, llegó el golpe que desencadenaría la tragedia. Su hijo Giuseppe se alistó en el ejército para luchar en la Segunda Guerra Mundial. El miedo de perder al único hijo que tanto amaba llevó a Leonarda al borde de la locura. Convencida de que solo los sacrificios humanos podrían garantizar la seguridad de Giuseppe, comenzó a trazar un plan macabro.
Víctimas
Faustina Setti, una mujer que ansiaba casarse, fue la primera víctima de Leonarda. Con falsas promesas de matrimonio, Leonarda la atrajo a su casa. Una vez allí, le ofreció una copa de vino envenenado. Faustina cayó inconsciente, y Leonarda la asesinó brutalmente. Con su cuerpo, hizo jabón y preparó pasteles con su sangre. Estos actos, lejos de parecer un delirio, eran parte de su retorcida creencia de que así protegía a su hijo.
El siguiente año, Francesca Soavi y Virginia Cacioppo se convirtieron en las siguientes víctimas de Leonarda. Francesca fue engañada con la promesa de un trabajo, mientras que Virginia, una ex soprano, fue seducida con la oferta de un nuevo contrato de canto. Ambas encontraron un terrible final en la casa de Leonarda, quien utilizó sus cuerpos para fabricar el mismo jabón y pasteles que había hecho con Faustina.
La desaparición de Virginia Cacioppo no pasó desapercibida. Su cuñada, alarmada por la ausencia, denunció el caso a las autoridades. Una investigación exhaustiva llevó a la revelación de los horrendos crímenes de Leonarda. En su juicio, relató con frialdad y precisión los detalles de sus actos para proteger a Giuseppe de cualquier implicación legal.
Condena y profecía cumplida
En 1946, la asesina Leonarda Cianciulli fue condenada a 30 años de prisión y tres años en un hospital psiquiátrico tras ser hallada culpable de cometer varios crímenes macabros. Este veredicto cumplió con una profecía que una gitana le había hecho años antes. La historia de Cianciulli ha dejado una impronta en la criminología italiana, siendo sus objetos utilizados en los crímenes expuestos en el Museo Criminológico de Roma.
Leonarda Cianciulli fue una figura polémica que generó escalofríos en la sociedad italiana del siglo XX. Su vida estuvo marcada por una infancia difícil y una serie de tragedias personales que, según algunos expertos, habrían influido en su comportamiento delictivo. Cianciulli, quien fue apodada la “Jabonera de Correggio”, pasó sus últimos años en un asilo mental, donde falleció en 1970.
A lo largo de su vida, Cianciulli se vio envuelta en un ciclo de sufrimiento y violencia. Sus crímenes, que incluían el asesinato de varias mujeres para fabricar jabón y pasteles, resaltan las profundidades a las que puede descender el ser humano en momentos de extrema desesperación. La investigación y posterior condena de Cianciulli arrojaron luz sobre aspectos oscuros de la naturaleza humana y las posibles consecuencias del sufrimiento prolongado.
El legado de la “Jabonera de Correggio” se mantiene vivo a través de los objetos conservados en el Museo Criminológico de Roma, los cuales sirven como un recordatorio de su historia perturbadora y de las lecciones que pueden extraerse de ella. A pesar del tiempo transcurrido, su nombre sigue evocando horror y su historia continúa siendo motivo de estudio y reflexión en el ámbito de la criminología.