El minigolf, un deporte que es considerado como una diversión sencilla, tiene una historia sorprendentemente subversiva que ha ayudado a convertir al golf en una actividad inclusiva. Desde sus orígenes vinculados a las mujeres excluidas de los campos de golf tradicionales hasta su popularización en Estados Unidos, el minigolf ha roto barreras de sexo, raza y clase.
El origen del minigolf es objeto de debate. Algunos atribuyen su invención a las élites de Europa y Estados Unidos y otros dicen que su desarrollo comercial fue en la década de 1920.
Sin embargo, un grupo ha sido constante en su influencia: las mujeres. A pesar de las restricciones que enfrentaban en los campos de golf tradicionales, las mujeres mostraron un interés temprano en el deporte.
Históricamente, el golf surgió en Escocia durante la Edad Media y se formalizó en el siglo XVIII. Las mujeres de la época fueron excluidas del golf por consideraciones sociales y culturales. Y el minigolf apareció como una solución para que puedan practicar el deporte tanto las mujeres como los niños.
“Se consideraba que la presencia de mujeres en los campos de golf era una distracción para el golfista masculino serio”, sostuvo la historiadora Jane George, según National Geographic. Aunque se les permitía participar en actividades como la recaudación de fondos y eventos sociales, se les negaba la participación en el juego.
Esta exclusión frustró a muchas mujeres, lo que las llevó a crear sus propios espacios para jugar. En el campo de golf de St. Andrews en Escocia, donde se les prohibía jugar, las mujeres comenzaron a practicar en el campo designado para los caddies.
Sin embargo, esta situación no agradó a sus esposos que, considerando socialmente inferiores a los caddies, designaron un campo separado y más “apropiado” para las mujeres: un campo pequeño y accidentado conocido como el Himalaya. Así, en 1867, unas cien mujeres fundaron el St. Andrews Ladies’ Golf Club.
El putting green de este club tenía nueve hoyos y varios obstáculos, hasta un arroyo y un puente. Las competiciones eran mensuales y las ganadoras recibían premios como binoculares y anillos.
Llegó a las masas
A medida que el golf, deporte elitista, crecía en popularidad, comenzó a atraer a personas de todas las clases, razas y géneros. Otro problema con el golf tradicional era el espacio. Los campos de golf requieren grandes extensiones de terreno, que no estaban disponibles en muchas ciudades.
En la década del 20, en Georgia, el hotelero Garnet Carter y su esposa Frieda crearon un campo de minigolf con elementos arquitectónicos temáticos y obstáculos extravagantes.
Este diseño, conocido como el campo de golf “Tom Thumb”, se hizo muy popular y Carter lo patentó. Los campos de Tom Thumb podían instalarse en interiores o exteriores y necesitaban solo 195 metros cuadrados, lo que los hacía accesibles para muchos.
Un anuncio de 1930 promovía estos campos como una emocionante actividad tanto para golfistas experimentados como para novatos. Esta accesibilidad ayudó a popularizar el minigolf en Estados Unidos, con campos instalados en tejados y parques públicos.
El minigolf y el racismo
El minigolf también se ganó su lugar entre los golfistas afrodescendientes que practicaban el deporte desde la era de la esclavitud. Según National Geographic, el historiador Lane Demas señaló que muchos de los 150 campos de minigolf en Nueva York en 1930 estaban en Harlem, barrio de gran influencia afrodescendiente.
En 1941, un grupo de golfistas afrodescendientes en Washington D.C. combatió el racismo de los campos de golf municipales y su protesta llevó a la integración de un mini campo en East Potomac Park. Mientras que en St. Augustine, Florida, un campo municipal de minigolf se convirtió en el primer espacio público de la ciudad abierto a los afrodescendientes en 1964.
Según la National Golf Foundation, solo en 2022, 18 millones de personas jugaron al minigolf en Estados Unidos, con un 45% de mujeres y un 24% de participantes no blancos.