El 7 de junio de 1692 a las 11:40 de la mañana, Port Royal, un próspero centro de comercio en el sureste de Jamaica, colapsó tras un devastador terremoto seguido de varios tsunamis. El desastre natural, que cobró la vida de 2.000 personas y dejó a otras 3.000 heridas, sepultó la mitad de la ciudad bajo las aguas del mar Caribe. Esta catástrofe puso fin a la llamada “ciudad más perversa del mundo”.
Fundada en 1518 por los españoles, Port Royal se consolidó como un importante asentamiento tras la llegada de los ingleses en 1655, quienes la convirtieron rápidamente en un vital centro de comercio y en un punto estratégico para la piratería. La ciudad ocupó un papel central en las actividades ilícitas de la época, albergando piratas y corsarios de todo el mundo, quienes utilizaban este puerto como base para atacar buques españoles y franceses.
Con la conquista inglesa, el papel de Port Royal en la historia caribeña se vio fortalecido. Inglaterra, enfrentada a constantes rivalidades marítimas, emitió patentes de corso para legitimar y alentar los ataques piratas contra flotas enemigas. Henry Morgan, uno de los corsarios más legendarios, emprendió desde allí incursiones notorias contra ciudades como Panamá, Portobelo y Maracaibo.
El arribo de Sir Thomas Modyford a Jamaica en 1664 significó un impulso adicional a la piratería. Inicialmente enviado a la isla para fomentar las plantaciones de azúcar, Modyford comenzó a promover la piratería debido a la dificultad de conseguir esclavos por la guerra con los holandeses.
Modyford llegó a la conclusión de que, sin un abastecimiento estable de esclavos, no había posibilidades de estimular la producción en las plantaciones. Su relación con Henry Morgan subrayó la relevancia de los ataques piratas como fuente de esclavos y riquezas.
Como resultado, Port Royal experimentó un auge económico significativo. Los piratas, convertidos en los mantenedores de la economía local, vendían sus botines a los comerciantes y gastaban sus ganancias en tabernas y establecimientos, fortaleciendo las relaciones comerciales y el estatus social de la ciudad. Sus calles no tardaron en poblarse de ellos, haciendo honor a la denominación de ‘nido de piratas´.
Sin embargo, esta prosperidad no duraría. Hacia 1687, se promulgaron leyes contra la piratería y comenzaron las primeras ejecuciones de piratas, iniciando así el declive de esta actividad en Port Royal. Los dueños de plantaciones y comerciantes, perjudicados por la piratería, impulsaron estas medidas. A pesar de la decadencia, la influencia pirata en la ciudad permaneció hasta el fatídico día del terremoto.
La magnitud del sismo fue devastadora. La ciudad, edificada sobre una base de arena saturada de agua y grava, colapsó rápidamente. En las zonas más cercanas al puerto, las calles se hundieron bajo el mar.
La fragilidad de la infraestructura exacerbó los efectos del desastre natural, convirtiendo a Port Royal en un sitio arqueológico submarino de gran valor histórico. Fragmentos de la ciudad sumergida permanecen intactos, permitiendo recuperar parte valiosa de su historia.
La caída de Port Royal, una ciudad descrita por los locales como la Sodoma y Gomorra del Nuevo Mundo, fue atribuida por los sacerdotes a un castigo divino. Post terremoto, no cesaron los saqueos ni robos de lo poco que se había salvado, revelando la brutal realidad de una de las ciudades más peligrosas de la época.
Así, el desastre natural marcó el final de un período glorioso para los piratas y corsarios, quienes habían encontrado en Port Royal un refugio seguro y lucrativo. La destrucción de esta ciudad simboliza no solo el ocaso de su relevancia económica y estratégica, sino también el fin de un capítulo oscuro en la historia del Caribe.