Claude Monet, más conocido por su rol relevante y sus pinceladas características del movimiento impresionista, también fue un ávido coleccionista de arte. En su casa de Giverny, refugio y fuente de inspiración para muchas de sus obras, Monet guardaba una deslumbrante colección de obras de sus contemporáneos como Cézanne, Renoir, Rodin, y Pissarro.
Esta faceta menos conocida de Monet salió a la luz en una exhibición organizada por el Museo Marmottan Monet de París, que reunió por primera vez una selección significativa de las obras que el maestro impresionista había atesorado a lo largo de su vida.
La casa de Giverny, famosa por sus jardines de nenúfares y el emblemático puente japonés, tenía más secretos de los que el visitante común podía imaginar. En la planta baja de su residencia, Monet exhibía impresiones japonesas que fascinaban a los visitantes, pero el verdadero tesoro se encontraba en su alcoba, protegido del ojo público. Dominique Lobstein, curador de la muestra, señaló que para Monet, “el arte se quedaba alrededor de su cama, mientras que las estampas japonesas solo servían como decoración”.
Monet nació en París en 1840 y pasó su infancia y juventud en Le Havre. En 1859, regresó a la capital francesa, donde se rodeó de un círculo de amigos bohemios que dejaban a su paso retratos del joven artista junto a su primera esposa, Camille Doncieux, y sus dos hijos, Jean y Michel. Estas obras personales abrieron la exposición, cada una contando su propia historia y mostrando un vistazo íntimo a la vida del pintor.
Una anécdota intrigante de la colección fue la relación entre los pintores Édouard Manet y Auguste Renoir. Ambos retrataron a la familia de Monet y, en una ocasión, Manet le susurró a Monet que el retrato de Renoir era “muy malo”. Renoir, habiéndose enterado del comentario, nunca perdonó a Manet. Este tipo de relaciones personales y tensiones se reflejaban en las elecciones que Monet hacía para su colección.
Entre las primeras obras adquiridas por Monet se encontraba “La partie de pêche” de Paul Cézanne. En una transacción que refleja la precariedad financiera de sus primeros años, Monet recibió este cuadro como pago por una de sus propias obras. Otro ejemplo notable de la colección es “Paysannes plantant des rames” de Camille Pissarro. Pissarro, necesitado de un préstamo para comprar su casa familiar, le pidió a Monet 15.000 francos a cambio de una de sus pinturas más elogiadas. Aunque a regañadientes, Pissarro accedió, ofreciendo un cuadro que acababa de regalar a su esposa.
Con el tiempo, y gracias a su conexión con el marchante de arte Paul Durand-Ruel, Monet logró un éxito económico considerable, lo que le permitió expandir su colección. Entre las adquisiciones destacadas se encontraba la obra de Renoir titulada “Mosquée” y “Fête arabe”, por la que pagó 10.000 francos, que marcó su mayor desembolso por una única pieza.
Sin embargo, una obra en particular desconcertó a los expertos: la escultura “La República judía”. De marcado carácter antisemita, esta pieza estaba en contradicción con la postura pública de Monet, quien se había manifestado a favor del capitán Alfred Dreyfus en el famoso proceso injusto que Émile Zola inmortalizó en su escrito “Yo acuso”. La escultura permaneció oculta en la colección privada de Monet hasta que fue descubierta a mediados del siglo XX por el entonces director del Museo Marmottan.
A medida que avanzaba el siglo XX, el fervor de Monet por la compra compulsiva de arte disminuyó. Su enfoque se dirigió hacia la obra de pintores más jóvenes, como los neoimpresionistas Paul Signac, a quienes apoyó y fue mecenas.
Tras su muerte en 1926, el legado de Monet como coleccionista comenzó a dispersarse por distintas instituciones alrededor del mundo. En 2017, el Museo Marmottan Monet logró reunir un centenar de estas obras para una exposición única, haciendo posible que piezas provenientes del MoMA y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la Staatsgallerie de Stuttgart en Alemania, y el Museu de Arte de São Paulo en Brasil, formaran parte de la muestra.
La exhibición no solo exaltó el talento de Monet como pintor, sino que ofreció una visión profunda y enriquecedora de su vida como coleccionista, proporcionando un contexto más completo sobre su fascinante relación con el mundo del arte.