Los antiguos egipcios documentaban todo, desde oraciones hasta proclamaciones e impuestos, y parece que la tarea de escribirlo todo dejó sus marcas en los huesos de los escribas del reino.
Según un estudio publicado en Scientific Reports, se pueden ver literalmente rastros de lesiones laborales en los huesos de los escribas egipcios enterrados hace más de 4.000 años, incluidos tobillos aplastados por décadas de estar sentados con las piernas cruzadas y posibles lesiones en la mandíbula por roer la caña de los “bolígrafos” utilizados.
Aunque milenios de su civilización a lo largo del Nilo dependieron de la alfabetización para gestionar su vasta burocracia, se estima que menos del 1% de los antiguos egipcios sabía leer y escribir, dice Veronika Dulíková, egiptóloga de la Universidad Carolina de Praga y coautora del estudio.
“Estas personas formaban la columna vertebral de la administración estatal”, afirma. “Las personas alfabetizadas trabajaban en importantes oficinas gubernamentales… Los antiguos egipcios llevaban registros minuciosos de todo, que luego almacenaban en archivos”.
Trabajo peligroso
“Nadie diseñó sillas adecuadas para los escribas del antiguo Egipto, de modo que no se dañaran la columna vertebral”, señala irónicamente la antropóloga Petra Brukner Havelková, del Museo Nacional Checo de Praga y autora principal del estudio. “Sin embargo, estaban expuestos a los mismos factores de riesgo laborales”.
Brukner Havelková y sus colegas examinaron los esqueletos de 69 varones adultos enterrados entre 2700 y 2180 a.C. en Abusir, un complejo de pirámides y tumbas al sur de El Cairo. Identificaron 30 de los restos momificados como de escribas profesionales (individuos capacitados cuyo único trabajo era leer y escribir) o de funcionarios de alto estatus cuyo trabajo dependía de la lectura y la escritura.
Según el análisis, muchos de los escribas de Abusir sufrían de osteoartritis, una enfermedad destructiva de los huesos y ligamentos, especialmente en la clavícula derecha, el hombro y el pulgar, por escribir constantemente, huesos de tobillo y muslo aplanados, un posible resultado de estar sentado con las piernas cruzadas durante horas, y osteoartritis en la columna, especialmente alrededor del cuello, resultado de levantar repetidamente la cabeza hacia un orador y luego escribir en un papiro que descansaba en sus regazos.
Royendo bolígrafos y navegando por la burocracia
Hoy en día, la mayoría de la gente asocia el antiguo Egipto con los intrincados jeroglíficos tallados y pintados en las paredes de templos y tumbas. Pero estos fueron creados por artesanos especializados, mientras que los escribas dominaban una versión “cursiva” más eficiente de la escritura egipcia conocida como hierática.
La egiptóloga Hana Navratilova de la Universidad de Oxford, experta en escribas del antiguo Egipto que no participó en el estudio, explica que el hierático se desarrolló hace unos 5.000 años y se utilizó durante casi 3.000 años.
En el antiguo Egipto, los escribas ocupaban el mismo nivel social que los soldados, estando por encima de artesanos, comerciantes y el público, pero subordinados a los sacerdotes y nobles. Siempre eran varones y, con frecuencia, un hijo seguía a su padre en la profesión.
Posturas y consecuencias
Muchas representaciones muestran a los escribas sentados en el suelo con las piernas cruzadas o arrodillados, pero también de pie trabajando, tal vez mientras recuentan cosechas o inspeccionan graneros. Los investigadores se sorprendieron al ver que muchos de los escribas de Abusir sufrían uso excesivo de la articulación temporomandibular (ATM), donde la mandíbula se une al cráneo, sugiriendo que masticaban regularmente extremos frescos para las “plumas” hechas de una caña.
La tinta era normalmente negra, hecha de hollín, pero también utilizaban tinta roja hecha de hematita para declaraciones especiales.
Investigaciones futuras
La bioarqueóloga Cynthia Wilczak de la Universidad Estatal de San Francisco, dice que esta investigación es “intrigante, pero estamos lejos de identificar un patrón ‘específico del escriba’ de cambios esqueléticos”. Wilczak señala que solo seis de los 30 esqueletos fueron identificados como escribas por sus títulos, mientras que el resto se cree que lo fueron basándose en la ubicación de sus tumbas y otras indicaciones sociales.
El antropólogo Danny Wescott también destacó que la muestra era pequeña y que el aumento observado en enfermedades óseas degenerativas fue leve. Independientemente, el estudio demuestra la posibilidad de reconstruir vidas a partir de restos esqueléticos mediante enfoques holísticos.
Brukner Havelková menciona que esperan confirmar sus hallazgos examinando restos de otros sitios como Giza y Saqqara. “El artículo publicado es una primera aproximación a la actividad física de los escribas”, afirma. “Ahora es el momento de confirmar nuestras suposiciones”.