El 24 de agosto del año 79 d.C., el Monte Vesubio entró en erupción, lanzando más de 4,8 kilómetros cúbicos de escombros hasta 32,1 kilómetros en el aire. Cuando las cenizas y las rocas cayeron a la Tierra, sepultaron las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano. Este evento histórico ha sido tradicionalmente retratado como una aniquilación total, pero investigaciones recientes han cambiado esta narrativa, destacando la historia de quienes sobrevivieron y reconstruyeron sus vidas.
Un nuevo enfoque en la arqueología ha revelado que, durante las 18 horas que duró la erupción, muchos tuvieron la oportunidad de escapar. Hallazgos recientes indican que los restos humanos encontrados en Pompeya y Herculano representan solo una fracción de sus poblaciones, lo que sugiere que muchos lograron huir. Se han descubierto patrones de migración y reasentamiento en 12 ciudades circundantes, particularmente al norte del Monte Vesubio, fuera de la zona de mayor destrucción.
El profesor Steven L. Tuck de la Universidad de Miami ha dedicado ocho años a bucear en bases de datos de inscripciones romanas para encontrar evidencia de sobrevivientes. Según Tuck, los restos humanos encontrados en las excavaciones representan solo una fracción de la población original de estas ciudades. “Todo esto sugiere que muchas (si no la mayoría) de las personas en las ciudades podrían haber escapado si hubieran huido lo suficientemente temprano”, explicó en un artículo publicado en The Conversation.
Uno de los casos más notables es el de Fabia Secundina, quien logró refugiarse en Puteoli (hoy Pozzuoli), una de las ciudades portuarias más concurridas de la Italia romana. Aparentemente llamada así por su abuelo, un comerciante de vinos, Fabia se casó con el gladiador Acuario el Retiarius, que murió joven, dejándola en una situación económica desesperada. Fabia no es una excepción, sus nombres, junto con otros exclusivos de Pompeya o Herculano, fueron claves en la metodología de Tuck para rastrear a los supervivientes en comunidades vecinas.
La investigación también reveló a la familia Caltilius, que se reasentó en Ostia, una importante ciudad portuaria a 30 kilómetros de Roma. Fundaron un templo a Serapis, deidad egipcia popular en comunidades portuarias, y construyeron un complejo de tumbas monumentales decoradas con inscripciones y retratos de la familia. Este linaje se unió por matrimonio a los Munatiuses, otra familia fugitiva, formando una extensa y exitosa saga.
Aulo Umbricio es otro sobreviviente cuya historia ha salido a la luz. Comerciante de garum (salsa de pescado fermentado), optó por instalarse en Puteoli. Tras restablecer el negocio familiar, Aulo y su esposa nombraron Puteolanus a su primer hijo nacido en su nueva ciudad adoptiva.
No todos los huidos encontraron fortuna. Algunas familias, como los Avianii y los Masuri, sufrieron pérdidas significativas y se establecieron en la pequeña y empobrecida localidad de Nuceria, a 16 kilómetros al este de Pompeya. Según una lápida, los Masuri adoptaron al niño Avianius Felicio, probablemente huérfano, sin familiares supervivientes, lo que ilustra el patrón de generosidad entre los migrantes, incluso los empobrecidos, hacia otros supervivientes y sus nuevas comunidades.
Además, los Vibidia, originarios de Herculano, continuaron su tradición de donaciones generosas. Una de las supervivientes de esta familia se estableció en Beneventum y donó un pequeño altar a Venus en un terreno público cedido por el ayuntamiento local.
El profesor Tuck destaca que tras la erupción del Vesubio, los emperadores romanos invirtieron en la región, reconstruyendo propiedades y levantando nuevas infraestructuras para las poblaciones desplazadas, incluidas rutas, sistemas de agua, anfiteatros y templos. “Los supervivientes no fueron aislados en campos ni obligados a vivir indefinidamente en ciudades de tiendas de campaña. Y tampoco hay evidencia de que hayan encontrado discriminación en sus nuevas comunidades”, concluye Tuck.
Lejos de ser el trágico final que se suele imaginar, la historia de Pompeya y Herculano es también la historia de resiliencia y renacimiento. Las investigaciones de Tuck no solo arrojan luz sobre la magnitud de la humanidad perdida, sino también sobre aquellos que, superando el desastre, hallaron la manera de reconstruir sus vidas y dejar un legado duradero.