El aumento de las temperaturas globales ha intensificado los eventos climáticos extremos, y mega-huracanes se están convirtiendo en una nueva realidad. Estos fenómenos meteorológicos poseen un potencial destructivo sin precedentes, superando los límites de la escala actual de clasificación de huracanes. Hoy en día, expertos sugieren que es momento de actualizar la escala Saffir-Simpson y considerar la inclusión de una sexta categoría para reflejar adecuadamente la magnitud de estas poderosas tormentas.
Una escala insuficiente
La escala Saffir-Simpson fue desarrollada en 1971 y clasifica los huracanes en cinco categorías, basándose en la intensidad de sus vientos sostenidos:
- Categoría 1: Vientos de 119-153 km/h. Daños mínimos, posibles inundaciones costeras.
- Categoría 2: Vientos de 154-177 km/h. Daños extensivos a vehículos y árboles, probables daños en techos e inundaciones costeras.
- Categoría 3: Vientos de 178-208 km/h. Daños significativos a edificios, inundaciones costeras importantes.
- Categoría 4: Vientos de 209-251 km/h. Daños catastróficos, destrucción de pequeñas edificaciones e inundaciones severas.
- Categoría 5: Vientos superiores a 253 km/h. Daños catastróficos a hogares, árboles, redes eléctricas y comunidades enteras, inundaciones costeras extensivas.
Sin embargo, los huracanes modernos superan con frecuencia los 253 km/h, categoría máxima definida por la escala.
James Kossin, consultor independiente especializado en riesgos climáticos y eventos meteorológicos extremos, junto con el científico Michael Wehner del Lawrence Berkeley National Laboratory, han sugerido en un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences la necesidad de añadir una sexta categoría a la escala Saffir-Simpson.
Según Michael Wehner, científico del Lawrence Berkeley National Laboratory y coautor de un estudio reciente, “una sexta categoría sería una herramienta vital para comunicar mejor el peligro que presentan estos fenómenos”. En su trabajo, Wehner y Kossi, proponen que la escala se expanda para incluir huracanes con vientos sostenidos de 308 km/h o más.
Datos alarmantes
Según un estudio de la Universidad de Pensilvania encabezado por el científico del clima Michael Mann, se pronostica que para la temporada de huracanes del norte del Atlántico de 2024, habrá un récord de 33 ciclones tropicales nombrados.
Entre 1980 y 2021, se registraron 197 huracanes clasificados como Categoría 5, y cinco de ellos ya encajarían en la hipotética sexta categoría: el Tifón Haiyan en 2013, Huracán Patricia en 2015, el Tifón Meranti en 2016, el Tifón Goni en 2020 y el Tifón Surigae en 2021. Patricia es reconocido como el ciclón tropical más poderoso registrado por sus vientos máximos sostenidos.
Influencia del calentamiento global
El calentamiento global está directamente vinculado con la intensificación de los huracanes. “Con los océanos más cálidos, es más probable que un huracán se convierta en un gran huracán”, señala Kossin. Las temperaturas de la superficie del mar, superiores a 26.5°C, junto con altos niveles de humedad atmosférica y baja cizalladura del viento, crean condiciones óptimas para la formación de huracanes.
“Las temperaturas oceánicas en aumento incrementan la posibilidad de tormentas más fuertes”, advierte Jenni Evans, directora del Instituto de Ciencias Computacionales y de Datos en la Universidad Estatal de Pensilvania. Al respecto, el profesor Ralf Toumi del Instituto Grantham para la Investigación del Cambio Climático y el Medio Ambiente en Londres añade: “El calentamiento del océano está contribuyendo a un aumento de la frecuencia y la intensidad de los mega-huracanes”.
Zonas vulnerables
Las áreas costeras y las islas son las más expuestas a la amenaza de los mega-huracanes. “Las comunidades en países en desarrollo son las más vulnerables”, afirma Toumi. Pao-Shin Chu, climatólogo del Estado de Hawái, también destaca que el Pacífico occidental tropical y la costa mexicana en el Pacífico oriental son ejemplos de regiones de alto riesgo debido a las altas temperaturas superficiales del mar.
Debido a la falta crónica de recursos, muchas áreas en riesgo encontrarán difícil enfrentar la combinación cada vez más letal de vientos poderosos y lluvias intensas. Y las regiones más pobres parecen estar destinadas a sufrir más.
“El calentamiento del océano ha contribuido a un aumento en la frecuencia e intensidad de los mega-huracanes. El océano suministra humedad y, por lo tanto, calor al huracán. Un océano más cálido proporciona más combustible”, señala Toumi.
Kossin coincide: “Además de la formación e intensificación, el clima también afecta las trayectorias de los huracanes. El calentamiento por gases de efecto invernadero hace que los trópicos se expandan hacia los polos y, con los trópicos, vienen los ciclones tropicales. Este cambio de trayectoria es especialmente fuerte en el oeste del Pacífico Norte, y el sudeste asiático y Japón están siendo afectados”.
Cada año, aproximadamente 10.000 personas mueren a causa de huracanes y tormentas tropicales, y causan daños por alrededor de 100 mil millones de dólares anualmente solo en los Estados Unidos. Se espera que estas cifras aumenten a medida que los mega-huracanes se vuelvan más comunes.
Estrategias de mitigación
Evitar los daños de los mega-huracanes implica una combinación de esfuerzos. “La inversión en sistemas de alerta temprana y la mejora de los estándares en el diseño y construcción de edificios son esenciales”, dice Toumi. Por otro lado, Frank Lombardo, profesor afiliado de ciencias atmosféricas e ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Illinois, indica que los defensas a pequeña escala, como fortalecer ventanas y puertas de garaje, y elevar estructuras pueden reducir fuertemente los impactos.
Los manglares también se presentan como una solución natural y efectiva. La investigación publicada en la revista Nature en 2020 demostró que los manglares pueden reducir hasta un 66% la energía de las olas en los primeros 100 metros de anchura del bosque. “Las comunidades en áreas tropicales y subtropicales que han dejado manglares densos en sus costas obtienen algún alivio de las inundaciones, pero a menudo son talados por desarrolladores”, señala Tim Dixon, director de la Red de Riesgos Naturales de la Universidad del Sur de Florida.
Futuro de las ciudades costeras
En cuanto a soluciones más costosas y a gran escala, elevar infraestructuras es una medida eficaz pero limitada a ciertas regiones. “Para algunas áreas costeras, la única solución viable es el retiro gestionado de las zonas más vulnerables”, asegura Dixon. Dado que el nivel del mar podría aumentar hasta 1 metro en los próximos 50-100 años, la planificación a largo plazo se vuelve imperativa.
Adaptación y preparación
Finalmente, Lombardo resalta la necesidad de adoptar códigos de construcción más estrictos en regiones costeras. “La mejora de los códigos de construcción y la adopción de soluciones tradicionales e innovadoras tanto para estructuras individuales como para comunidades son esenciales”, concluye.