Los pueblos Jíbaros, habitantes de la región noroeste de la selva amazónica de Perú y Ecuador, son conocidos por su antigua práctica de reducir las cabezas de sus enemigos. Después de las batallas, algunos líderes llevaban las cabezas de sus presas colgadas alrededor del cuello. Este acto cumplía con dos propósitos: demostrar su habilidad como guerreros y satisfacer a los espíritus de sus antepasados, quienes les habían enseñado cómo reducir las cabezas.
Los Jíbaros creían que un espíritu vengativo, conocido como “muisak”, habitaba el cuerpo humano. Para impedir que este espíritu usara sus poderes para tomar venganza, cortaban la cabeza del enemigo y la convertían en “tsantsas” (cabeza reducida).
¿Cómo reducían los cráneos los Jíbaros?
El ritual ancestral de la reducción de cráneos consistía en cubrir la cabeza con arena y rocas muy calientes, hasta conseguir achicarla a un tercio de su tamaño original. Este proceso requería una precisión extrema, ya que una cocción insuficiente dejaba la cabeza pegajosa, mientras que una cocción excesiva hacía que perdiera el pelo.
Las cabezas defectuosas eran descartadas y utilizadas como alimento para los animales o como juguetes para los niños de la tribu. Sin embargo, también se comerciaban con turistas, lo que resultaba muy lucrativo.
La venta de los tsantsas
Desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, la comercialización de los tsantsas se convirtió en una práctica extendida. Las tribus Jíbaras comenzaron a realizar incursiones violentas para obtener más cabezas, que luego intercambiaban por objetos de valor como armas y cuchillos. Esta situación llevó a que las tribus se vieran obligadas a extender sus ataques fuera de sus territorios habituales.
La situación finalmente fue controlada gracias a los esfuerzos coordinados de los gobiernos de Perú y Ecuador, que tomaron medidas para detener la violencia y regular la práctica.
Según crónicas anónimas, como un relato del padre Nandín, un sacerdote de Vigo, existía la creencia de que el pelo del bigote en los cráneos reducidos continuaba creciendo. Sin embargo, este fenómeno es ampliamente debatido y no ha sido científicamente comprobado.
La evolución histórica de los Jíbaros
La historia del pueblo Jíbaro está estrechamente vinculada a la resistencia frente a las incursiones españolas en la época de la colonia. Los Jíbaros habitan principalmente en el departamento de Loreto, Perú. Según el Ministerio de Cultura, la comunidad nativa Cuchara en el distrito de Trompeteros se identifica como parte de este grupo.
Las primeras incursiones en territorio Jíbaro fueron realizadas por Alonso Alvarado en 1535. En 1556, Juan de Salinas exploró el río Chinchipe y fundó varias ciudades en la región, marcando hitos importantes en la incursión española en las zonas ocupadas por los Jíbaros. A pesar de su resistencia, los Jíbaros no pudieron escapar a los efectos indirectos de las misiones, como nuevas enfermedades y desplazamientos de población.
Tradicionalmente, los Jíbaros se dedican a la agricultura, la caza, la pesca y la recolección. Sus principales cultivos incluyen la yuca, el plátano, el maíz, el algodón y el tabaco. La división del trabajo por género es muy marcada: los hombres se encargan de la caza, la fabricación de canastos y armas, y la construcción de casas; mientras que las mujeres se dedican al cultivo, la recolección de alimentos y las tareas domésticas.
La lengua achuar, hablada por los Jíbaros, pertenece a la familia lingüística Jíbaro y es una lengua transfronteriza hablada también en Ecuador. Según el Ministerio de Educación del Perú, el achuar presenta variedades regionales en el país, y su alfabeto oficial, establecido en 2015, cuenta con 17 grafías.
Durante la década de 1990, la crianza de aves y animales menores se extendió entre los Jíbaros. Actualmente, muchos trabajan en la extracción de madera y en la exploración y explotación petrolera.