El relato del Arca de Noé, descrito en el Libro del Génesis, es uno de los pasajes más conocidos de la Biblia. Sin embargo, la pregunta sobre qué animales realmente acompañaron a Noé en su barco ha dado pie a todo tipo de teorías científicas y especulaciones artísticas.
La Biblia menciona específicamente solo dos aves: una paloma y un cuervo, que Noé utilizó para averiguar si las aguas del diluvio habían retrocedido. Pero, fuera de estas menciones, la Biblia guarda silencio sobre las otras especies que habrían sido salvadas. Esta ausencia de detalles ha dejado un amplio margen para la imaginación, tanto de artistas medievales como de científicos posteriores.
Imaginación Medieval y Representaciones Artísticas
Durante la Edad Media, la historia del Arca de Noé capturó la imaginación de muchos. Los artistas medievales y científicos de la época solían compilar listas de animales y coloridas historias relacionadas con Noé en bestiarios o libros de moralidad. Estos bestiarios no solo clasificaban a los animales en puros e impuros (por ejemplo, las serpientes, murciélagos y arañas eran considerados impuros, mientras que las aves, el ganado y los perros eran considerados puros), sino que también incluían abundantes ilustraciones que representaban la fauna mundial conocida y desconocida.
Simon de Myle, en su óleo de 1570, y Jacopo Bassano en 1571, mostraron al arca repleta de vacas, elefantes, jirafas… e incluso unicornios. La obra de estos artistas ilustraba animales tanto domésticos como exóticos, basándose en los relatos de los viajeros medievales que hablaban de criaturas maravillosas en tierras lejanas. La catedral de Norwich en Inglaterra, por ejemplo, presentó una obra que incluía no solo ganado y aves, sino también un mono y un unicornio.
Ciencia e Interpretación del Relato
Con la llegada del Renacimiento y la Reforma, la interpretación del Arca de Noé comenzó a cambiar, lo que comenzó como un relato simbólico, fue interpretado por algunos eruditos como un evento histórico literal. Esta reinterpretación dio lugar a un sinfín de teorías, algunas de las cuales son verdaderamente sorprendentes.
Jean Borrell, un matemático francés, también conocido como Johannes Buteo, sugirió en el siglo XIII que solo 93 tipos de mamíferos habrían estado a bordo del arca y que el resto habrían surgido espontáneamente del barro. Benito Periera, un jesuita español, teorizó que muchos insectos, como las moscas, no necesitaban ser salvados porque se generaban a partir de los cadáveres en descomposición. Sir Walter Raleigh, el explorador británico, propuso que especies híbridas como las mulas no estaban en el arca porque no existían en esa época.
Athanasius Kircher y la “Arca Noë”
Uno de los trabajos más exhaustivos sobre este tema fue creado por el polímata y jesuita alemán Athanasius Kircher. En su libro “Arca Noë”, publicado en 1675, Kircher intentó analizar todos los aspectos relacionados con la selección, el cuidado y la organización de los animales dentro del arca. Kircher postuló que Noé no habría necesitado salvar a ninguna especie híbrida. Según sus teorías, las jirafas eran el resultado del cruce entre camellos y leopardos, y los armadillos, producto del apareamiento de tortugas y puercoespines. Aunque absurdas, estas hipótesis reflejan el esfuerzo científico por reconciliar los relatos bíblicos con los descubrimientos científicos emergentes.
Kircher concluyó que Noé solo habría necesitado salvar 130 tipos de mamíferos cuadrúpedos, 30 especies de serpientes y 150 especies de aves para repoblar la Tierra después del diluvio. Su enfoque extremo fue criticado, pero también influyó en el desarrollo del concepto moderno de especie biológica.
Después de siglos de análisis y representaciones, tanto fantásticas como científicas, el relato del Arca de Noé sigue siendo un fascinante crisol de fe, ciencia y arte. La persistente pregunta sobre qué animales realmente estaban en el arca ha llevado a la humanidad a realizar importantes avances en la comprensión de la zoología, la taxonomía y la biología.