En pintorescos pueblos al norte de Grecia, y otros de Bulgaria, una tradición ancestral toma vida cada año el 21 de mayo. Los lugareños que portan íconos de santos ortodoxos griegos, se reúnen para bailar al son de liras y tambores, con el objetivo de participar en un ritual extraordinario: caminar descalzos sobre el fuego. Este evento, conocido como Anastenaria, es una mezcla de tradiciones paganas y ritos cristianos ortodoxos, acompañado de un misticismo que atrae tanto a devotos como a curiosos.
La Anastenaria remonta sus orígenes a siglos atrás, cuando los creyentes afirmaron que una iglesia en el pueblo de Kosti, Bulgaria, se incendió. Según la leyenda, los aldeanos escucharon las llamadas de auxilio de los santos Constantino y Elena desde el interior de la iglesia. En un acto de fe, se metieron al incendio para rescatar sus íconos sagrados y, milagrosamente, ni los rescatatistas ni las imágenes resultaron dañados. Esta hazaña se conmemora todos los años durante el festival, a fines de mayo.
Al caer la noche en Mavrolefki, Grecia, el fuego se aplaca hasta formar un círculo de brasas al rojo vivo. Cientos de espectadores se alinean detrás de una valla para observar a los participantes. “Definitivamente, percibes algo en el centro de tu existencia que te hace sentir más redimido, más libre”, dijo a Reuters Haris Porfyridis, un participante de 48 años.
Fe y llamados
“Salir ileso requiere fe”, añadió. Y detalló por qué cree que no se queman sus pies a pesar de pasar por brasas calientes: “A veces, sentimos una ola de frío que baja hasta nuestros pies y apaga las brasas... Si cuestionas lo que está sucediendo, aunque sea momentáneamente, podrías quemarte”.
Los anastenarios creen en el poder de la fe para protegerlos del fuego. Maria Hriti, 50 años y participante del ritual, aseguró que caminar sobre las brasas es superar el miedo. “Algunas personas pueden decir ‘No, esto no sucede’... pero podemos alcanzar otra dimensión cuando creemos y cuando nos olvidamos de nuestros miedos”, sentenció.
Kyriakos Hritis, de 81 años y padre de Maria, lamenta nunca haber dado el paso de fe: “Con mi abuelo ya fallecido, mi abuela me decía que el santo tenía que mostrarme una señal, una marca, y decirme ‘Métete al fuego y no te quemarás’”.
Anastasios Gaintatzis, de 85 años, es uno de los últimos ancianos caminantes del fuego en Grecia. Gaintatzis ha tratado de mantener viva la costumbre e incorporar nuevos familiares y amigos. Pero contó a The New York Times: “Es algo que no se puede enseñar. Son los santos quienes nos llaman”.
En el pequeño pueblo de Lagadas (Grecia), las celebraciones también alcanzan su clímax con el ritual de caminata sobre el fuego. Las fiestas pueden durar hasta tres días e incluyen danzas y música tradicional. Según reportó The New York Times, en 2016 a causa de la lluvia, el evento tuvo que trasladarse al interior de un edificio, llamado konaki, donde los participantes continuaron la tradición en una chimenea improvisada.
Cuando los caminantes del fuego y los músicos salieron del konaki, la oscuridad había caído por completo. Todas las luces de la zona se apagaron, y lo único visible eran las brasas incandescentes. En ese momento, los participantes caminaron lentamente, sin mostrar signos de dolor, guiados únicamente por su fe y la música.
Para los anastenarios, la clave de todo está en la fe. Giorgios Melikis se lo explicó a la BBC cuando le consultaron cómo hace para caminar tranquilamente por las brasas ardientes: “No lo sé. Soy un anastenario desde hace más de 50 años. Camino sobre las brasas, pero nunca me quemo. Para nosotros la explicación es, simplemente, la fe”.