En 2018 un grupo de 12 niños tailandeses y su entrenador Ekkaphon Chanthawong quedaron atrapados en la cueva Tham Luang en la provincia de Chiang Rai, Tailandia, debido a lluvias torrenciales que inundaron los túneles subterráneos.
Eran miembros del equipo de fútbol juvenil “Jabalíes salvajes”. Los niños, de edades que oscilaban entre 11 y 16 años, incluían a Adul Sam-on, quien fue el encargado de comunicarse en inglés con los rescatistas extranjeros, y Duangpetch Promthep, conocido como “Dom”, quien era el capitán del equipo. Otros miembros como Pornchai Kamluang, Pipat Pho, y Chanin Viboonrungruang, conocido como “Titan”, Prajak Sutham, Ekarat Wongsukchan, Nattawut Takamsai, Tinnakorn Boonpiem, Mongkol Boonpiem, Somchai Kongwong y Phiraphat Sompiengjai formaban parte del grupo que, junto con el director técnico, habían entrado a la cueva tras una sesión de entrenamiento.
Ekkaphon Chanthawong de 25 años, quien había pasado parte de su vida como monje budista, utilizó su experiencia en meditación para mantener la calma entre los niños durante la desesperante espera bajo tierra. Lo que inició como una breve aventura se transformó en una lucha por la supervivencia, con los niños y su entrenador, enfrentándose a la oscuridad, la humedad y el temor constante de que el nivel del agua siguiera subiendo.
Cómo quedaron atrapados los 12 niños en la cueva de Tailandia
El sábado 23 de junio de 2018, el grupo de niños de entre 11 y 16 años, junto con su entrenador, de 25 años, entraron en la cueva Tham Luang en la provincia de Chiang Rai, Tailandia.
Las lluvias intensas, típicas de la temporada de monzones de mayo a octubre, aumentaron el nivel del agua en la cueva tan rápidamente que no pudieron salir. Al darse cuenta de la emergencia, Chanthawong guio a los niños hacia lo más profundo de la cueva para escapar del agua. Sin embargo, quedaron atrapados, encerrados por un “muro líquido” subterráneo que les bloqueaba la salida.
Aproximadamente a las siete de la tarde, cuando los niños no regresaron, el entrenador principal del equipo, Nopparat Khanthawong, que no se encontraba en la cueva, comenzó a recibir llamadas de los padres preocupados. Al intentar comunicarse con Chanthawong y los otros niños sin éxito, uno de los chicos que no había acudido a la cueva, Songpon Kanthawong, le informó que sus compañeros estaban explorando Tham Luang. Nopparat se dirigió de inmediato hacia la cueva, donde encontró las bicicletas y bolsos de los niños en la entrada, pero sin rastro de ellos. La policía fue informada y la búsqueda comenzó, intensificándose a medida que la lluvia caía torrencialmente.
Cómo fue el rescate de los niños y de su entrenador
En las primeras horas de la operación llegaron los buzos rescatistas locales, quienes enfrentaron la oscuridad y la turbulencia del agua. Vernon Unsworth, un experto en cuevas británico que vivía en la zona, se sumó al esfuerzo de rescate cuando la situación se tornó caótica. La llegada de 22 buzos de las fuerzas de operaciones especiales de la Marina tailandesa incrementó los recursos del operativo, pero las condiciones dentro de la cueva seguían siendo extremadamente difíciles. “El agua es tan oscura que, incluso con luces y linternas, es imposible ver algo bajo la superficie”, declararon.
El conocimiento de los rescatistas sobre la cueva sugería que el equipo podría encontrarse en Pattaya Beach, un área más amplia dentro del sistema de cavidades subterráneas. Equipos internacionales se unieron para poder encontrar a los niños. Richard Stanton, John Volanthen, y Robert Harper, los mejores buzos en rescates en cuevas del mundo, llegaron a Tailandia para administrar una misión que parecía casi imposible.
Mientras afuera, los padres y la población local formaban un campamento de apoyo, adentro, el entrenador Chanthawong mantenía la calma del grupo utilizando técnicas budistas de meditación. Enseñó a los niños a controlar su respiración para conservar la energía y mantener bajos niveles de estrés. “Nos instó a beber solo el agua que caía de las rocas y a cavar un espacio más grande para agruparnos y mantenernos calientes”, relataron los niños.
El rescate fue una lucha constante contra las condiciones climáticas y el paso del tiempo. Los especialistas lograron avanzar y establecer “Cámara Tres”, una base de operaciones dentro de la cueva, donde colocaron suministros esenciales y tanques de oxígeno. Este procedimiento resultaba imprescindible para poder avanzar de manera segura por los túneles estrechos e inundados.
Cinco días después, el jueves 28 de junio, las fuerzas unidas se enfrentaron a la fuerza del agua que continuamente los hacía retroceder. Se estima que 600 policías y voluntarios buscaban fisuras en las paredes externas de la montaña con la esperanza de encontrar otra vía de acceso.
En medio de la desesperación, los buzos se arriesgaron a avanzar y llegaron a una cavidad mayor el domingo 1 de julio, desde donde pudieron establecer otra base de operaciones. Las intensas lluvias persistieron, pero el cielo ofreció un breve respiro que permitió que los equipos de rescate extrajeran agua de la cueva con bombas, lo que facilitó la progresión hacia el interior de los túneles.
Los trece individuos estuvieron atrapados durante más de dos semanas, un tiempo en el que diversos expertos evaluaron varias alternativas para rescatarlos. La vida de los jóvenes dependía de la efectividad del operativo.
Las opciones originales eran: esperar a que terminara la temporada de lluvias, encontrar una entrada alternativa o sacarlos por la misma ruta de ingreso, una peligrosa labor de buceo para la que los niños no estaban preparados. Finalmente, se descartaron todas debido a la amenaza de nuevas lluvias previstas para el 11 de julio, según reportaron los meteorólogos.
El equipo de rescate se enfrentaba a un desafío monumental: enseñar a bucear a los niños en pocas horas. Este plan implicaba a expertos buzos de varios países que se entrenaron previamente en fuentes y piscinas con otros niños para simular las condiciones de la cueva.
El 3 de julio, un equipo de siete buzos tailandeses, entre ellos Pak Loharnshoon, llegó hasta el grupo con alimentos de alta energía, mantas térmicas y medicamentos. Al día siguiente, comenzaron los entrenamientos con los niños para el complicado trayecto de 4 km: la mitad eran bajo agua.
El 5 de julio, la tragedia golpeó. Saman Kunan, un ex marino tailandés, falleció mientras reponía tanques de oxígeno en el trayecto. Su muerte mostró lo peligrosa que sería la operación y causó gran inquietud entre los familiares de los niños.
La labor del equipo de rescate se aceleró el 7 de julio debido a que los niveles de oxígeno en la cueva descendieron críticamente del 21% al 15%. Según informes del Departamento de Parques Nacionales, Vida Silvestre y Conservación de Plantas: “Con niveles de oxígeno por debajo del 10% podría haber inconsciencia y paro cardíaco, por lo que se decidió iniciar el rescate de inmediato.”
El 8 de julio a las 10 de la mañana, trece buzos, comenzaron la evacuación. Por cuestión de seguridad, a los niños se les administró ketamina, xanax y atropina para mantenerlos sedados y calmos durante el transporte. Los chicos llevaban trajes de neopreno, arneses y máscaras de buceo completas mientras los buzos los empujaban y guiaban a través de estrechos pasajes inundados.
Cada niño tenía que atravesar un peligroso trayecto bajo el agua. Luego siguieron por tierra en la que fueron trasladados en camillas sostenidas por un sistema de poleas. Durante el viaje, los buzos revisaban sus suministros de oxígeno y aseguraban las máscaras de los niños.
El 8 de julio por la tarde, los primeros dos niños llegaron al exterior de la cueva. Llegaron a los ocho rescatados el 9 de julio. Finalmente, el 10 de julio, se completó el rescate de todos los niños y su entrenador.
Aunque todos los rescatados estaban relativamente bien, fueron puestos en observación y cuarentena en el hospital Chiang Rai Prachanukroh para descartar cualquier infección. Cada uno de los niños rindió tributo al fallecido buzo Saman Kunan, en gratitud por el sacrificio hecho para salvar sus vidas.
En diciembre de 2018, Beirut Pakbara, otro buzo tailandés, murió como consecuencia de una infección adquirida durante el rescate. El acto heroico de estos rescatistas inspiró diversas producciones, incluyendo la película “La cueva”, una miniserie de Netflix y el filme “Trece vidas” protagonizado por Viggo Mortensen, Colin Farrell y Joel Edgerton.
En 2019, los niños regresaron a Tham Luang, donde once de ellos se iniciaron como novicios en la tradición budista tailandesa. Han compartido su historia alrededor del mundo.
Quién fue Duangpetch Promthep
Duangpetch Promthep, el adolescente tailandés que fue capitán del equipo de fútbol “Jabalíes Salvajes” y uno de los 12 niños rescatados de una cueva en 2018, falleció en Reino Unido el 14 de febrero de 2023. El joven estudiante había sido hospitalizado poco antes de su muerte y la noticia fue confirmada por el colegio británico al que asistía.
Promthep, de 17 años, era estudiante de la Brooke House College, una academia de fútbol cerca de Leicester, en el centro de Inglaterra. “Un sueño hecho realidad”, expresó él mismo en su cuenta de Instagram meses antes.
Según medios tailandeses, el adolescente habría sufrido un traumatismo craneal.
La Zico Foundation, una organización benéfica tailandesa que había ayudado a Promthep a conseguir su beca para jugar al fútbol y estudiar en Inglaterra, también expresó su pesar. En Facebook, la fundación publicó sus condolencias, al igual que uno de los antiguos compañeros de equipo de Promthep. Kiatisuk “Zico” Senamuang, presidente de la fundación y reconocido futbolista brasileño, comentó: “Había recibido una beca de tres años de nuestra fundación. Fue nuestro primer becario y sabemos que era feliz allí”. Desde su rescate, Promthep había continuado su pasión por el fútbol en el extranjero, gracias a la beca proporcionada por la Zico Foundation.