La Isla de Hashima, conocida también como Gunkanjima por su perfil similar a un barco de guerra, fue alguna vez un centro próspero de extracción de carbón en Japón. Situada a unos 15 kilómetros de Nagasaki, esta pequeña isla albergó una de las mayores densidades de población del mundo hasta su repentino abandono en 1974. La gran isla amurallada no cuenta con ningún habitante viviendo allí. El carbón presente en el lecho marino fue el incentivo para que una empresa decida instalarse y llevar a sus empleados a vivir en las cercanías.
Corría el año 1885 cuando la compañía japonesa Mitsubishi tuvo una idea: ¿sería posible encontrar carbón en el lecho marino? No tardó mucho en conocer la respuesta: tras la perforación de dos túneles verticales de 190 metros, había conseguido hallar una impresionante veta en el subsuelo y la fortuna quiso que lo hiciera junto a una isla deshabitada. Solo cinco años después, en 1890, la empresa compraba la isla: así comenzaba la leyenda de Hashima.
La isla fue creciendo exponencialmente con el paso de los años, hasta el punto de llegar a albergar más de 6.000 personas en su territorio, distribuidos en más de 150 edificios. Su superficie no supera el kilómetro cuadrado, fue adquirida después de que otras tres empresas fracasaran debido a las extremas condiciones climáticas. A pesar de contar con violentos vientos y un ambiente con un 95 % de humedad, la empresa construyó instalaciones para alojar a los trabajadores y sus familias, ampliando varias veces el territorio con rompeolas de hormigón para protegerla de las inclemencias meteorológicas.
Durante la década de 1950, Hashima alcanzó su apogeo. En 1959, la población era tan alta que la densidad se registró como una de las mayores del mundo. El aire impregnado de vapores de carbón, en combinación con el polvo y la constante humedad, pegaba el polvo a la piel de los residentes, ocasionando enfermedades. A pesar de las difíciles condiciones de trabajo, las compensaciones económicas eran considerables, lo que permitió un rápido incremento de la población.
La situación cambió drásticamente en la década de 1960, cuando el petróleo comenzó a reemplazar al carbón como la principal fuente de energía en Japón. Este cambio en la demanda energética hizo que las operaciones mineras en Hashima dejaran de ser rentables. Consecuentemente, a medida que las vetas de carbón accesibles en la isla se agotaban, los residentes comenzaron a abandonar la isla gradualmente.
“El 20 de abril de 1974, Mitsubishi cerró sus plantas de carbón y toda la población tuvo que abandonar de la noche a la mañana la isla,” dejando Hashima desierta y convertida en una ciudad fantasma. “La isla fue donada a la ciudad de Nagasaki en 2002″, y desde 2005, Hashima pasó a estar bajo la jurisdicción de esa ciudad.
La historia de Hashima no termina con su abandono. En 2009, algunas zonas de la isla fueron abiertas al turismo, hecho que atrajo a visitantes interesados en su peculiar historia y su paisaje urbano en ruinas. Es posible visitarla, pero se debe tener cuidado, ya que sus estructuras se encuentran muy deterioradas. En el interior dr las construcciones se pueden ver objetos congelados en el tiempo que pertenecían a las familias que vivieron allí. De alguna forma se puede lograr percibir el fantasma de la superpoblada ciudad amurallada.
“En 2015, la Isla de Hashima fue inscripta como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO” como parte de los Sitios de la Revolución Industrial Meiji en Japón: Acero, Construcción Naval y Minería del Carbón. Este reconocimiento subraya la importancia histórica y cultural de Hashima en el proceso de modernización industrial de Japón.