Para los antiguos egipcios, la muerte no era más que un paso hacia una vida eterna y feliz. El espíritu podía vivir más allá de la tumba, pero solo si quedaba algún recuerdo del difunto en la tierra de los vivos. Esta filosofía cobra especial importancia en la historia de Hatshepsut, una de las pocas mujeres que gobernó Egipto con el título de faraón y cuyo reinado duró más que el de cualquier otra mujer hasta Cleopatra
Hatshepsut, que significa “la más importante de las damas nobles”, era hija del rey Tutmosis I y la reina Ahmose. Cuando Tutmosis I falleció, Hatshepsut se casó con su medio hermano Tutmosis II para proteger el linaje real. Al morir Tutmosis II, el hijo varón adecuado para heredar el trono, Tutmosis III, aún era un niño pequeño, por lo que Hatshepsut asumió la regencia, y con el tiempo, escaló al poder absoluto, transformándose en faraona.
El ascenso de Hatshepsut al poder no fue un proceso simple ni común en la tradición egipcia. Si bien no había prohibiciones legales para que una mujer gobernara, el faraón ideal era un hombre. La posición de Hatshepsut como faraona estaba asegurada tanto por derecho, como por su hábil manejo del poder y los apoyos claves que consolidó durante su regencia.
Las imágenes de Hatshepsut evolucionaron para mostrarla como una líder, y además, complementó el estereotipo de rey. Fue representada con vestimenta y accesorios típicos de un faraón. Además, se la simbolizó con la corona, la falda corta y la famosa barba postiza, un atributo divino de los dioses. Sin embargo, las inscripciones que acompañaban estas imágenes casi siempre reconocían su verdadero género.
El reinado de Hatshepsut es notable por varias razones. Lideró expediciones comerciales exitosas, la más famosa de ellas a la misteriosa Tierra de Punt, de la cual los barcos egipcios regresaron cargados de tesoros como maderas preciosas, fragancias y animales exóticos. Además, durante su reinado, se realizaron importantes construcciones, que incorpora a la Capilla Roja y dos pares de obeliscos en Karnak, así como su majestuoso templo funerario en Deir el-Bahari.
El legado arquitectónico de Hatshepsut perdura hasta la actualidad. Su templo funerario, Dyeser-Dyeseru, es uno de los monumentos más impresionantes y bien conservados de su época. Este complejo, adornado con relieves que celebran sus expediciones y su supuesto origen divino, fue una pieza clave para legitimar su poder. Hatshepsut dedicó gran parte de su gobierno a la construcción y renovación de templos y santuarios desde el Sinaí hasta Nubia.
Hatshepsut fue sistemáticamente eliminada de la historia oficial egipcia por varias razones:
- Consolidación del poder de Tutmosis III: Tras la muerte de Hatshepsut, Tutmosis III, su hijastro, ascendió al poder absoluto. Para legitimar su propio reinado y eliminar cualquier sombra de duda sobre su ascendencia legítima, promovió la eliminación de los logros y monumentos de Hatshepsut. Este acto de damnatio memoriae (condena de la memoria) incluyó la destrucción de estatuas y eliminación su nombre en monumentos.
- Restauración del orden tradicional: La norma en el antiguo Egipto era que los faraones fueran hombres. Hatshepsut desafió esta tradición al ser mujer y autoproclamándose faraón en un sistema patriarcal. La eliminación de su memoria buscaba restaurar este orden y prevenir que futuras generaciones pudieran ver su ejemplo como un precedente.
- Rivalidad y venganza: Aunque no existen registros definitivos, algunos historiadores sugieren la posibilidad de que Tutmosis III pudiera haber sentido resentimiento o rivalidad hacia Hatshepsut, quien dirigió Egipto durante sus años de juventud. La destrucción de sus monumentos podría haber sido una forma de venganza post mortem.
- Fragmentación de la línea dinástica: Hatshepsut no eliminó a Tutmosis III del poder, sino que se estableció como corregente. Después de su muerte, para consolidar su propia línea dinástica, era beneficioso para Tutmosis III eliminar cualquier referencia a un gobierno compartido o paralelo, que pudiera interpretarse como un periodo de inestabilidad o división.
- Cambios políticos y religiosos: Durante los reinados posteriores, como el de Akhenatón y Ramsés II, y en particular durante la XIX y XX Dinastías, hubo importantes ajustes y reformas tanto en la política como en la religión. Al eliminar a Hatshepsut de la historia, estos faraones buscaban reforzar una visión singular y homogénea del continuo poder dinástico masculino.
El epitafio histórico de Hatshepsut, por mucho tiempo considerado el de una “usurpadora”, ha sido revisado a la luz de nuevas evidencias. Se ha demostrado que Hatshepsut no derrocó a Tutmosis III; en cambio, su reinado puede ser visto como una corregencia, donde mantenía a su “hijastro” visible en muchas de las representaciones. Además, Hatshepsut contribuyó significativamente al fortalecimiento y prosperidad de Egipto a través de sus políticas pacíficas y de desarrollo.
El resurgimiento del interés en Hatshepsut y su legado es también obra de los descubrimientos de principios del siglo XX. En 1903, el arqueólogo Howard Carter encontró su sarcófago vacío en la tumba KV20. Dos años más tarde, Zahi Hawass, director del Egyptian Mummy Project, identificó su momia mediante pruebas de ADN y características físicas. Este hallazgo, celebrado en 2007, ha permitido revalorar su lugar en la historia de Egipto.
Hoy, la figura de Hatshepsut es vista bajo un punto de vista diferente. Ahora es reconocida como una de las gobernantes más eficaces y visionarias del antiguo Egipto, su historia resalta por sus logros arquitectónicos y comerciales. Y también, por su habilidad política para mantener y consolidar su poder en un sistema dominado por hombres. Hatshepsut, la “Reina Hombre de Egipto”, se ha ganado su legítimo lugar en la historia egipcia.