Cómo es el pueblo de Bélgica que hace siglos tiene la tradición de recibir a personas con trastornos mentales

La historia de este sistema se remonta a la llegada de Santa Dimpna, la patrona de las enfermedades mentales

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El sistema de acogida de
El sistema de acogida de Geel se distingue por ofrecer un ambiente familiar a personas que, de otro modo, podrían enfrentarse a la vida en una institución (Imagen ilustrativa Infobae)

La ciudad de Geel, en Bélgica, es famosa por su singular modo de tratar a las personas con enfermedades mentales: las integra en familias de acogida como si fueran miembros propios. Este modelo, con raíces en el siglo XIII, fue destacado por su enfoque humanitario y desde el 2023 forma parte de la lista de patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO.

El sistema de acogida de Geel se distingue por ofrecer un ambiente familiar a personas que, de otro modo, podrían enfrentarse a la vida en una institución. El cuidado en el hogar, más que en hospitales, es una praxis que demostró ser beneficiosa tanto para los internos como para las comunidades acogedoras.

Lo que comenzó como una práctica de acoger a peregrinos con enfermedades mentales, evolucionó en un sistema estructurado donde las familias reciben apoyo estatal y profesional del hospital psiquiátrico de la ciudad, OPZ Geel. El centro de salud provee servicios desde la década de 1860.

Este enfoque de Geel hacia la atención psiquiátrica pone de manifiesto la importancia de la inclusión social y el respeto por la dignidad de las personas con enfermedades mentales. Al integrarlos en las rutinas diarias y las tareas del hogar, los internos adquieren un sentido de pertenencia y propósito, a la vez que se desafían estigmas asociados a la salud mental.

La asignación diaria que las familias reciben, que es de alrededor de 28 euros, cubre gastos básicos, pero el verdadero valor radica en la rica interacción humana y el apoyo mutuo. La capacidad de poder integrarlos en la sociedad con distintas actividades y que no sean vistos con juicios ni prejuicios.

No obstante, en la actualidad, Geel enfrenta desafíos como la disminución de familias disponibles para acoger, producto de cambios sociales como que ambos miembros de la pareja trabajen fuera del hogar. Por eso hay esfuerzos para ampliar y promocionar el programa, que buscan asegurar su continuidad y su relevancia en debates contemporáneos sobre el cuidado psiquiátrico.

La Santa que comenzó la tradición

La historia de este sistema se remonta a la llegada de Santa Dimpna, la patrona de las enfermedades mentales, a Geel. Su trágica historia y milagros posteriores a su muerte atrajeron peregrinos con diversas dolencias, dio inicio a esta tradición de acogida que perduró por más de siete siglos. Este legado fomentó una comunidad en la cual lo atípico se convierte en cotidiano, y la asistencia mutua en la norma.

Conocida como la “ciudad de los santos locos”, el comienzo de la Santa se remonta a 1.400 años atrás, cuando la princesa Dimpna, perseguida y finalmente martirizada por su propio padre, se convirtió en la santa patrona de los enfermos mentales. En 1349 se decidió crear la primera iglesia en honor a la Santa Dimpna.

Esta iglesia, a mediados del siglo XV, asignó un dormitorio para hospedar peregrinos que llegaban a Geel en busca de sanación a través de la intercesión de Santa Dimpna: se creía que era capaz de matar demonios y sacárselos a las personas. Incluso, el relato cuenta que su padre poseía un demonio y por eso la mató.

La historia de este sistema
La historia de este sistema se remonta a la llegada de Santa Dimpna, la patrona de las enfermedades mentales

Mientras se alojaban en este particular dormitorio, los peregrinos participaban en una ceremonia religiosa intensiva de nueve días. El rito implicaba desde actos de contrición repetidos tres veces al día hasta el gesto de humildad de arrastrarse bajo el sepulcro de la santa. Además, debían pesarse y, en un acto de devoción, ofrecer un equivalente de su peso en granos de cereal, que primero tenían que reunir mediante la mendicidad, para finalmente donarlo a la iglesia.

Si bien algunos hallaban la sanación y decidían marcharse a sus poblados, un número considerable escogía permanecer en el lugar indefinidamente. Eventualmente, la capacidad del refugio se vio superada por la demanda, lo que llevó a los habitantes del pueblo a abrir las puertas de sus hogares a estos visitantes. Les ofrecían albergue por pura benevolencia y, a cambio, obtenían ayuda en labores domésticas y del campo.

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