El Portal, una innovadora instalación de arte interactiva creada por el artista lituano Benediktas Gylys, ha sido inaugurada en la ciudad de Nueva York, permitiendo a los espectadores comunicarse en tiempo real con personas ubicadas a 4.828 kilómetros de distancia, en Dublín, Irlanda.
Situada en la concurrida Flatiron South Public Plaza, esta obra de arte permite a los transeúntes de ambas ciudades establecer una conexión visual a través de una transmisión en vivo disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
Benediktas Gylys describió “El Portal” como una muestra tangible del “poder del arte para trascender las barreras físicas”. Esta obra no solo busca ser un puente entre dos ciudades separadas por el océano Atlántico sino también una ventana a la interacción libre de las limitaciones geográficas.
“Los portales son una invitación a conocer gente por encima de fronteras y diferencias y a experimentar nuestro mundo tal como es realmente: unido y uno”, expresó Gylys, resaltando la esencia de conexiones humanas más allá de los confines físicos y culturales.
El alcalde de Dublín, Daithí de Róiste, se hizo eco de este sentimiento al resaltar cómo el proyecto “Portals” alinea con la visión de una capital irlandesa más inclusiva. “El proyecto Portals encarna esto, reuniendo tecnología, ingeniería y arte para acercar a comunidades de todo el mundo y permitir que las personas se reúnan y conecten fuera de sus círculos sociales y culturas”, afirmó, resaltando el impacto social y cultural de la iniciativa.
La instalación permanecerá activa hasta el otoño boreal de este año (en septiembre), durante el cual se llevarán a cabo diversas actuaciones culturales en ambos lados del Atlántico, añadiendo una capa adicional de interacción y celebración de la diversidad cultural.
Este proyecto no es la primera vez que se intenta conectar a New York con el otro lado del Atlántico a través de intervenciones artísticas. En 2008, el artista británico Paul St. George presentó el Telectroscopio, que permitía a los espectadores de New York y Londres observarse mutuamente a través de un aparato de latón y madera de grandes dimensiones, 11,2 metros (37 pies) de largo por 3,3 metros (11 pies) de alto.
“El Portal” de Gylys, sin embargo, representa una continuidad y evolución de esta idea, integrando la tecnología moderna para facilitar una conexión en tiempo real y a escala humana entre personas de distintas partes del mundo. Además, este portal en Nueva York forma parte de una serie más amplia de instalaciones similares creadas por Gylys, con el primer par inaugurado en 2021 entre Vilnius, Lituania, y Lublin, Polonia. El portal de Dublín también se espera que se conecte con Lituania y Polonia a partir de julio, aumentando así la red de ciudades hermanadas a través de esta peculiar ventana interactiva.
Los problemas que trajo este proyecto durante su primera semana
Este proyecto, diseñado para fomentar el diálogo y la comprensión entre culturas distantes, ha generado una mixtura de reacciones, evidenciando tanto el potencial de la tecnología para unir a las personas como los retos que enfrenta al exponer las diferencias culturales y sociales.
La obra permite a los individuos en ambas ciudades interactuar en tiempo real a través de una transmisión de video de gran tamaño, creando un espacio único de encuentro. Sin embargo, recientes incidentes han suscitado preocupación. Algunos usuarios en Dublín han utilizado la plataforma para mostrar imágenes perturbadoras del atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos o para consumir drogas en vista de la cámara, acciones que han sido condenadas por la comunidad internacional.
Tras estos episodios el portal permaneció cerrardo momentáneamente hasta que se reanudó la activida. Estas acciones no solamente hablan de un uso indebido del Portal, sino que también plantean interrogantes sobre la ética y responsabilidad dentro de espacios virtuales compartidos. “Lo cierto es que, así como el portal une, también separa”, esta frase resume no solo la física sino también la paradoja emocional y social que tecnologías como esta pueden representar. La iniciativa de Gylys, bajo la luz de estos eventos, se ve desafiada al reflexionar cómo se puede garantizar un espacio que promueva genuinamente el entendimiento y respeto mutuo.
La respuesta de Estados Unidos ante estos actos ha sido de rechazo. Las autoridades, de hecho, reiteraron la importancia de utilizar estas innovaciones tecnológicas para construir puentes, no para ahondar las divisiones. Este proyecto, que en esencia busca eliminar las distancias y ofrecer una ventana al otro, ahora se encuentra en la posición de tener que lidiar con las realidades imprevistas que surgen cuando se conectan mundos tan dispares.
La situación es un claro recordatorio de que, mientras la tecnología tiene el poder de acercarnos, la responsabilidad de cómo se usa recae en las personas. La comunidad internacional, y en particular los participantes de este proyecto, se ven ahora frente al desafío de redefinir las normas de interacción en este nuevo espacio compartido para asegurar que sirva como un faro de entendimiento cultural, en lugar de uno de conflicto.
En palabras de un espectador, “Este tipo de actitudes [...] fueron reprobadas”, resaltando el impacto negativo que unos pocos pueden tener en un proyecto de alcance global. Es un llamado a la reflexión sobre las implicaciones de nuestras acciones en un mundo cada vez más conectado, pero igualmente dividido.