La reciente unión de dos fragmentos de una estatua que representa a Ramsés II, uno de los faraones más emblemáticos del antiguo Egipto, marcó un hito significativo en la arqueología mundial. Esta estatua colosal, que en su totalidad alcanzaría los 7 metros de altura, es un testimonio de la majestuosidad de la figura de Ramsés II y de los avances y desafíos inherentes a la práctica arqueológica contemporánea.
Hace aproximadamente 96 años, el arqueólogo alemán Günther Roeder desenterraba en Minya, situada a 240 kilómetros al sur de El Cairo, la parte inferior de una estatua: luego se confirmaría que pertenecía a Ramsés II. Este descubrimiento, en el antiguo sitio de Khemnu, ahora conocido como El Ashmunein, abrió puertas a preguntas que permanecieron sin respuesta durante casi un siglo.
La búsqueda de la mitad superior de esta estatua culminó recientemente cuando una misión arqueológica conjunta entre Egipto y Estados Unidos anunció su hallazgo en marzo de 2024.
Este descubrimiento no solo es relevante por completar físicamente la estatua, sino también por lo que revela sobre el proceso creativo de los antiguos egipcios y las técnicas de conservación. La parte superior de la estatua muestra a Ramsés II con una corona doble y un tocado adornado con una cobra real, símbolos de su poder y divinidad. Lo más notable es que se encontraron rastros de pigmento azul y amarillo en la superficie de la estatua, lo que indica cómo eran originalmente estas magníficas obras.
La coordinación internacional ha sido clave en este hallazgo. Yvona Trnka-Amrhein, profesora asistente de clásicos en la Universidad de Colorado Boulder y codirectora del equipo de excavación, destacó la incertidumbre que acompañó el descubrimiento: “Uno de los problemas de Hermópolis es que está cerca del Nilo. Después de la construcción de la presa baja de Asuán, el nivel freático se convirtió en un gran problema. No había garantía de que la piedra estuviera bien. A veces se descubre arenisca, que básicamente es solo arena o piedra caliza degradada. Podría haber sido simplemente un trozo de roca”.
A ello se suma el desafío del nivel freático, que se convirtió en un problema significativo después de la construcción de la presa baja de Asuán. Este factor podría haber comprometido la integridad de la estatua y de otros hallazgos arqueológicos en la región.
Basem Gehad, colíder egipcio del proyecto, ya propuso una iniciativa para unir las dos piezas de la estatua, lo que representaría un hito en las exhibiciones arqueológicas y en la comprensión histórica de la figura de Ramsés II. Por ahora no se logró.
Quién fue Ramsés II, el faraón de la estatua
Ramsés II inició su dominio alrededor del año 1279 a.C. y extendió su gobierno hasta el 1213 a.C. Durante su era, que abarca impresionantes 66 años, Egipto experimentó un periodo de esplendor y magnificencia sin precedentes. Es considerada como la época dorada del imperio.
Ramsés El Grande, como también es llamado, fue destacado por ser uno de los más notables soberanos en la extensa cronología del Antiguo Egipto. Pertenecía a la XIX Dinastía de Egipto, en el Nuevo Reino.
Conocido por su extraordinaria capacidad para liderar en el campo de batalla, Ramsés II dirigió más de 15 campañas militares victoriosas. Estos enfrentamientos consolidaron el poder egipcio en territorios estratégicos como el Levante y Nubia, y además fortalecieron la influencia y la seguridad del reino.
Sin embargo, su huella trasciende su habilidad militar. Dejó un legado imperecedero en la infraestructura de Egipto. Su ambición por engrandecer su reino se manifestó en la construcción de grandiosas ciudades, templos y monumentos, que se dispersan a lo largo del valle del Nilo. Se destacan, entre ellos, las imponentes estructuras del Templo de Karnak y Abu Simbel.
Su presencia aún perdura en el paisaje egipcio a través de centenares de estatuas colosales erigidas en su honor, como la del reciente descubrimiento. Tras una vida extensa, que alcanzó unos 90 años, el faraón descansó finalmente en el Valle de los Reyes. Años después, su momia fue hallada por exploradores en lo que se conoce como el Alijo Real. Posteriormente, se transfirió al Museo Nacional de la Civilización Egipcia en El Cairo, donde todavía se expone.