La crisis del arroz ya es una realidad en muchos países de África y Asia y, de no ser por un cambio urgente, podría extenderse hacia el resto del mundo.
Los efectos del fenómeno El Niño, que derivó en una sequía de un año en el Cuerno de África, sumados al aumento en el precio de los fertilizantes y la guerra en Ucrania -junto con las interrupciones del Acuerdo del Grano- han dificultado y hasta impedido la producción de arroz en la región y, en aquellos lugares en los que no se vio afectada, han significado un aumento inesperado de su precio.
Países como Kenia, donde la crisis económica imposibilita a la gente llevar una correcta alimentación, había encontrado en el arroz barato importado desde la India una solución práctica para poder comer todos los días.
Sin embargo, los comerciantes del barrio de Kibera, en Nairobi, dudan que los vecinos puedan seguir costeando este producto con sus ingresos de menos de dos dólares diarios.
Desde junio, el precio de un saco de este cereal de 25 kilos aumentó casi una quinta parte, pasando de los USD 14 a los USD 18 y los envíos desde Nueva Delhi se redujeron tras una orden del Ejecutivo de reducir las exportaciones por controlar los precios internos -en la víspera a un año electoral clave-. Según Ashok Gulati, del Consejo Indio de Investigación sobre Relaciones Económicas Internacionales, este año la mitad de sus exportaciones habituales de arroz se verán suspendidas.
“Espero que las importaciones sigan llegando”, comentó un comerciante que lleva tres décadas en la actividad y que desde mediados de año no recibe más stock de arroz indio.
Esta decisión unilateral de Narendra Modi amenaza aún más la seguridad alimentaria mundial, con un vacío de 10.4 toneladas de arroz en todo el mundo, un quinto de las exportaciones mundiales.
Amadou Khan, padre de 52 años, residente de Dakar, contó que este alimento forma parte de -por lo menos- tres de las cuatro comidas diarias de sus cinco hijos y esto le impide poder alimentarlos correctamente.
“Vivo día a día y, a veces, me cuesta cuidar de mis hijos”, lamentó.
Sin embargo, no todos pierden con esta decisión. En Vietnam, el precio del arroz también ha aumentado, aunque sólo para aquel destinado a la exportación. Mientras intenta estabilizar el valor para el mercado interno, saca provecho de la situación, con el precio de los envíos a su nivel más alto en 15 años. También se vale de las previsiones para este 2023 que sugieren que la producción final será ligeramente superior a la del año pasado y trabaja por expandirse a otros mercados dependientes de India, como el Reino Unido.
En esta puja de poderes miles de personas vulnerables han quedado rehenes y con escasas alternativas. El mundo se encuentra en un “punto de inflexión”, reflexionó sobre esta situación el responsable de recursos naturales de la ONU para la Agricultura y la Alimentación, Beau Damen, y adelantó que, de no darse un cambio rotundo, la crisis solo se agravará.
India se mantiene firme en su decisión de prohibir los envíos de arroz basmati al mundo a pesar de que ello le cueste su fiabilidad ante el mundo. “Eso no es bueno para el negocio de exportación porque se tardan años en desarrollar estos mercados”, sumó Gulati.
De todas formas, más allá del caso indio, muchos expertos temen que esto pueda crear un efecto dominó en otras naciones. Por ejemplo, los Emiratos Árabes Unidos ya adhirieron a esta misma medida para proteger sus reservas nacionales.
A ello se suma la amenaza latente de El Niño, cuyos efectos se espera que continúen y que podría derivar en sequías o inundaciones, que sigan arruinando los cultivos.
Algunas naciones como Senegal lograron alcanzar cierto nivel de independencia de los envíos indios -que representaban el 70% en el país- luego de que los altos precios los volvieran prohibitivos.
Aunque su cosecha propia cueste dos tercios más y aun recurra a socios comerciales como Tailandia y Camboya, la portavoz del Ministerio de Agricultura el país africano, Mamadou Aïcha Ndiaye, aseguró que no están “lejos de ser autosuficiente” ya que más de la mitad de su demanda se cultiva localmente.
No obstante, este no es el escenario de todos los países asiáticos, donde se consume y se cultiva el 90% del arroz mundial.
Filipinas es el segundo mayor importador de arroz después de China y no sólo está en una encrucijada para poder comprarlo del exterior sino que carece de las reservas adecuadas.
Sus problemas de producción nacieron con el paso del tifón Doksuri por su región arrocera septentrional, que dañó cosechas de arroz por aproximadamente USD 32 millones -el 22% de su producción anual-.
Funcionarios de la cartera de Agricultura aseguran estar trabajando para aumentar en unos 500 kilómetros cuadrados la superficie de cultivo de arroz en el delta del Mekong y, a la par, mantienen conversaciones con Vietnam para obtener el grano a un precio más favorable.
A otros países como Tailandia, la incertidumbre los hace mantenerse más cautelosos. Si bien el Gobierno prevé que cerrará su año con un aumento en las exportaciones -impulsadas por un primer semestre 15% superior al de 2022-, su problema recae en la fijación de precios. A la espera de nuevas definiciones de India y los próximos efectos de El Niño, sus comerciantes aún no han avanzado sobre la actualización de valores y contratos comerciales.
“Los exportadores no saben qué precios ofrecer y nadie quiere correr el riesgo”, explicó Charoen Laothamatas, presidente de la Asociación Tailandesa de Exportadores de Arroz.
Es por ello que, sea cual sea la situación individual de cada nación, la escasez de este grano ya se hace sentir y requiere de medidas urgentes para no agudizarse.
(Con información de AP)
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