Unos 258 millones de personas de todo el mundo sufren inseguridad alimentaria aguda y viven por tanto al límite debido a la falta de comida, según el informe anual que elabora la ONU y que anticipa un 2023 en el que la situación seguirá empeorando debido a los conflictos, los desastres meteorológicos y los problemas económicos.
El Informe Global sobre Crisis Alimentarias acumula cuatro ejercicios consecutivos de subidas y alcanza en 2022 el peor dato desde que comenzó a realizarse hace siete años, si bien para la última edición se ha ampliado la cifra de países y territorios analizados, que ha pasado de 53 a 58. La ONU estima que el 22,7 por ciento de la población mundial sufre la peor cara del hambre.
La situación es especialmente dramática en Afganistán, República Democrática del Congo, Etiopía, Nigeria y Yemen, ya que en estos países se concentran más del 40 por ciento de la población mundial con inseguridad alimentaria aguda; el tercer escalón dentro de los cinco que tienen en cuenta los analistas, sólo por debajo de la emergencia y la hambruna.
De hecho, los expertos han detectado niveles alimentarios catastróficos en siete países durante algún momento de 2022. La mayor parte de los casos corresponden a Somalia, aunque el informe también incluye escenarios dramáticos en Afganistán, Burkina Faso, Nigeria, Sudán del Sur, Yemen y Haití, en este último país, por primera vez en la historia.
El hambre representa además una especial amenaza para colectivos vulnerables, como la infancia: más de 35 menores de cinco años tienen graves carencias, especialmente dramáticas para 9,2 millones niños cuya vida directamente corre peligro por no ingerir los nutrientes necesarios en una fase clave para su desarrollo físico e intelectual.
LAS CAUSAS
El informe, que elaboran entre otras agencias la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sitúa por primera vez los problemas económicos como principal causa en algunas de las principales crisis alimentarias, en gran medida por las subidas de precios o los cortes en las cadenas de suministros derivados a su vez de la guerra en Ucrania.
En concreto, la economía es el principal detonante de la inseguridad alimentaria aguda en 27 países, lo que redunda en 83,9 millones de personas --en 2021 el dato rondaba los 30,2 millones--, mientras que los contextos de conflicto o inseguridad figuran en cabeza en 19 países donde hay 117 millones de personas con graves necesidades.
El factor climático ha sido clave en 12 países, según el informe, que da cuenta de 56,8 millones de casos en estos escenarios, más del doble que en 2021. La sequía en el cuerno de África, los temporales en la zona meridional de este continente o las inundaciones en Pakistán figuran en esta categoría.
EL HAMBRE COMO “FRACASO”
El secretario general de la ONU, António Guterres, considera “inconcebibles” estas cifras, en las que ve una muestra del “fracaso de la humanidad” para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen precisamente como una meta clave alcanzar el hambre cero. Naciones Unidas llama a atajar las causas que subyacen en el hambre y esfuerzos coordinados dentro de la comunidad internacional, con una asistencia humanitaria que sea también más eficaz y adaptada a las necesidades.
Guterres ha reclamado “un cambio fundamental, sistémico”, para dar pasos hacia “sistemas alimentarios más fuertes” e “inversiones masivas en seguridad alimentaria”. El mundo debe aspirar a garantizar los alimentos de toda la población, “sin importar dónde viva”, ha advertido.
No en vano, las perspectivas para 2023 no son especialmente alentadoras, habida cuenta de la persistencia de algunos de los principales conflictos, los problemas económicos que aún se arrastran incluso desde la peor fase de la pandemia de COVID-19 y la previsible concatenación de climas extremos y desastres naturales, como anticipa el informe.
Solo las proyecciones elaboradas a partir de 38 de los 58 países adelantan que hasta 153 millones de personas sufren graves carencias y unas 310.000 estarán en situación de ‘catástrofe’, principalmente en Somalia pero también en Burkina Faso, Haití, Malí, Nigeria y Sudán del Sur.
(con información de EP)
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