En la última década los terroristas de Hezbollah y el régimen de Irán incrementaron de manera significativa su presencia e influencia en América Latina. Después de los atentados perpetrados en Argentina (1992 y 1994) y en Panamá (1994), los más trágicos en la historia de la región, los extremistas libaneses y la República Islámica redoblaron esfuerzos para tejer una sofisticada red de lavado de dinero y terrorismo, en convergencia con el crimen organizado local.
Sobre este tema expuso este jueves Emanuele Ottolenghi, investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), con sede en Washington, en el marco del ciclo de conferencias “El combate de la financiación del terrorismo en el Cono Sur”, organizado por la Fundación de Investigación en Inteligencia Financiera (FININT), el Centro de Estudios sobre Seguridad Hemisférica, Terrorismo y Criminalidad (CESH) de la Universidad de Buenos Aires.
En la conferencia virtual de este jueves (“La Triple Frontera desde una perspectiva americana”), de la que participó Infobae, el investigador presentó el informe “Hezbollah y la convergencia del crimen organizado transnacional”, con el que mostró detalladamente cómo opera la red terrorista, principalmente en la zona fronteriza entre Argentina, Brasil y Paraguay.
Si bien indicó que se trata de “un problema que está en toda la región”, explicó que la Triple Frontera funciona como uno de los principales centros de lavado de dinero. En ese sentido, apuntó que se trata de “una zona ideal para actividades criminales gracias a la confluencia de tres jurisdicciones, tres idiomas, tres monedas, controles fronterizos débiles, y rutas de contrabando bien establecidas”.
Además, “es una zona metropolitana muy grande, con casi un millón de residentes, y con una atracción turística de fama mundial”, principalmente por las cataras del Iguazú. “Por consecuencia tiene una infraestructura turística bien desarrollada, y tres aeropuertos internacionales capaces de manejar millones de pasajeros”.
Según remarcó Ottolenghi, Hezbollah hace uso del gran flujo de dinero en efectivo en monedas internacionales en los tres lados de la frontera. El mayor ejemplo es el microcentro de Ciudad del Este, a partir de beneficios impositivos. Se trata de una economía de transacciones en efectivo “que se presta a esquemas de lavado de dinero”.
Esto, sumado a las crecientes actividades de contrabando y tráficos ilícitos, así como el preocupante aumento de los envíos de cocaína hacia Europa, hacen de la Triple Frontera “una zona muy problemática”, que se ajusta a los intereses de Hezbollah y el régimen iraní para extender su influencia en la región.
Durante su exposición, el investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias afirmó que el grupo terrorista libanés busca penetrar las comunidades de la diáspora libanesa en todo el mundo “para construir redes de lavado”. Para mantener su lealtad y apoyo concreto, invierte parte de los recursos obtenidos de sus operaciones ilícitas. “Las inversiones incluyen dinero para mezquitas, escuelas, centros culturales, movimientos de jóvenes y asociaciones de beneficencia, entre otros”.
El movimiento extremista “envía clérigos, instructores y maestros para liderar las instituciones que financia, garantizando el adoctrinamiento de las comunidades y su continua lealtad”, y así establecer redes globales de cooperación y coordinamiento.
“Hezbollah tiene una estructura formal, en la cumbre se encuentran miembros del clero religioso chiita. También funcionan gracias a vínculos no formales, vínculos de sangre, familiares, de clan, y son vínculos que se mezclan con la pertenencia a una identidad religiosa, nacional, ideológica. Son muchos niveles que se interceptan y se tocan. Hay que comprenden la importancia de estos vínculos para comprender como funciona el esquema”, subrayó el investigador italiano.
Ese clero, según indicó, tiene una “función de liderazgo político e ideológico” y fomenta el “reclutamiento de miembros de la diáspora para devenir en agentes y milicianos en el Líbano”.
En su informe Ottolenghi expuso varios de esos ejemplos de vínculos familiares y cómo se han extendido con el paso de tiempo los contactos entre agentes que operan en países como Brasil, Paraguay, Argentina, Chile, Colombia y Venezuela.
Uno de los principales es el “clan Barakat”. Assad Ahmad Barakat, quien en abril de este año fue entregado a las autoridades brasileñas, es considerado un operador financiero de Hezbollah en la Triple Frontera, donde desarrolló actividades en Ciudad del Este, en Paraguay.
Era uno de los miembros de Hezbollah más buscados de América Latina por ser considerado una pieza clave del grupo terrorista en cuestiones de financiamiento y lavado de dinero, proveniente del tráfico de drogas, entre otros ilícitos. De hecho, las agencias de seguridad de Paraguay creen que fue el financista clave del ataque de Hezbollah en 1994 contra la mutual judía de la AMIA, en Buenos Aires, que mató a 85 personas e hirió a más de 300.
Otro ejemplo brindado por Ottolenghi es el del Sheij Khalil Rizk, quien tiene un rol importante en la estructura de mando del grupo terrorista al desempañarse en el consejo ejecutivo de Hezbollah como encargado de asuntos exteriores para América Latina. En su informe, el investigador destacó su vínculo con Mohammad Tarabain Chamas, ambos sancionados por Estados Unidos.
El hermano del Sheij, Haj Wissan, viven en la ciudad brasileña de San Pablo, donde maneja la empresa Alfa Presentes Ltda, cuya tienda se ubica en Galería Page, en el centro histórico de la ciudad. “Rizk tiene fuertes vínculos con la comunidad en las tres fronteras”.
“Todos los niveles se tocan y son funcionales los unos a los otros”, explicó Ottolenghi, quien detalló que cuando Estados Unidos sanciona a alguno de estos miembros de Hezbollah, “simplemente cambian su nombre o reemplazan al personaje sancionado”.
“Las medidas sancionatorias de Estados Unidos tienen una capacidad limitada. Les bloquean sus bienes en Estados Unidos y el acceso al sistema financiero, pero no les tocan sus operaciones en su casa. Entonces son las autoridades locales las que se tienen que movilizar”. Consultado sobre por qué es tan deficiente la acción de las autoridades brasileñas, paraguayas y argentinas para cortar el crimen organizado en la Triple Frontera, el investigador dijo que “es una mezcla de causas”, pero que en el mayor de los casos se debe a motivos “políticos”. De hecho, Brasil nunca designó a Hezbollah como grupos terrorista, algo que sí hicieron en los últimos años Argentina y Paraguay.
Por su parte, con relación al esquema de lavado en la Triple Frontera, en su informe el especialista apuntó que empresas locales compran mercadería en China y Hong Kong, tanto original como falsa, utilizando compañías vinculadas en Estados Unidos como intermediarias. La mercadería llega a Miami, donde las empresas revenden todo a compradores en Ciudad del Este: “Todo se mueve con cargueros estadounidenses (…) Llegan al aeropuerto Guaraní de Ciudad del Este o se van a Montevideo, Asunción y Campinas, y desde ahí la mercadería se mueve en camiones”.
No obstante, todas esas maniobras cuentan con el apoyo de “aduana, aviación civil, policía, poder judicial” y de la política a partir del pago de sobornos.
Otro importante centro de operaciones de Hezbollah e Irán es Venezuela, donde los extremistas operan cada vez más con el aval y apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro. “Es muy importante porque tiene una comunidad de gran tamaño, tradicionalmente era y sigue siendo un país de tránsito ilícito. Ahora la mayoría de los tránsitos ilícitos, como la cocaína, tráfico de oro y otros, tiene la protección, complicidad y participación del régimen”.
“En el caso de Venezuela, Hezbollah no opera en un ambiente de impunidad como en la Triple Frontera, opera en un ambiente donde el régimen es un estrecho aliado. Pero la Triple Frontera como es un lugar más desarrollado económicamente, hace a la zona ideal para los tráficos ilícitos. Venezuela tiene una funciona más estratégica, militar, es un puerto de entrada de agentes, un centro ideológico de propaganda y otras cuestiones”.
Entre las principales actividades ilícitas se destacan drogas y armas. “Las redes de financiación de Hezbollah cooperan con el crimen organizado, incluidos los cárteles de la droga. Blanquean su dinero a cambio del pago de comisiones”. Con esa comisión, se financian las actividades militares y terroristas de Hezbollah en el Líbano y Siria.
Las actividades criminales en América Latina le dejan a Hezbollah cientos de millones de dólares al año. Sin embargo, la mayor contribución que recibe proviene de las arcas del régimen iraní, principal promotor del grupo terrorista. “La carta fundacional de Hezbollah declara lealtad absoluta al líder supremo de Irán”, recordó Ottolenghi. Y agregó: “La aspiración de la revolución no es solo cambiar a la sociedad, sino también exportarla. Irán decide iniciarla en el Líbano y luego exportarla. Hezbollah es una creación de Irán; Irán es el jefe y Hezbollah su fiel ejecutor. Se supone que hasta el 70% de los recursos de Hezbollah de cada año llegan desde Irán”.
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