Corea del Sur se convirtió a fines de febrero en el primer país en superar a China en cantidad de nuevos infectados con coronavirus. La epidemia alcanzó un pico alarmante el 29, cuando se llegó a 909 casos reportados en un solo día.
Pero la tendencia empezó a cambiar desde ese momento. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Corea (KCDC) registró el jueves 114 casos adicionales, el nivel más bajo en tres semanas.
Desde el 20 de enero, cuando se anunció el primer paciente, contrajeron el virus 7.869 personas, de las cuales murieron 66. El 86% de estas tenían 60 años o más, y la mayoría padecía otras enfermedades.
Es el cuarto país con más casos, detrás de China, con 80.932 (3.172 muertos); Italia, con 15.113 (1.016); e Irán, con 10.075 (429). Pero lo que diferencia a Corea del Sur de los otros es la baja tasa de mortalidad del COVID-19, que es de apenas 0,8 por ciento. En Italia asciende a 6,7%, en Irán a 4,3% y en China a 3,9 por ciento.
Incluso países con menos casos muestran mayor mortalidad. En España, donde hay 2.968 infectados y 84 decesos, es 2,8 por ciento. En Francia, que tiene 2.284 casos y 48 muertos, es 2,1 por ciento. Solo Alemania muestra, por ahora, una tasa más baja: 0,2% (2.369 contagiados y cinco muertos). Pero con una tercera parte de los casos y con mucho más tiempo para prepararse para la epidemia, ya que llegó semanas más tarde.
Corea tuvo el desafío de encontrarse casi de un día para el otro con un brote que parecía fuera de control. Hasta el 18 de febrero se reportaban uno, dos o tres casos por día, y la propagación estaba limitada. Pero el 19 se informaron 34, y cuatro días más tarde pasaron a ser 190.
El origen común es la ciudad de Daegu, de donde proviene alrededor del 75% de los infectados. Con una población de 2,5 millones de habitantes, es la cuarta más poblada del país y es un bastión de la secta cristiana Shincheonji. Fundada en 1984 por el pastor Lee Man-hee, que se presenta como un enviado de Jesús, dice tener unos 245.000 fieles.
El culto tiene condimentos ideales para favorecer el contagio masivo de un virus: las personas se agolpan en espacios reducidos para rezar en el piso, pegadas unas a otras, sin poder usar lentes ni nada que les cubra el rostro, y son alentadas a concurrir a misa aunque estén enfermas. El Gobierno surcoreano sostiene que más del 60% de los contagiados son miembros del grupo religioso o tienen vínculos con este.
La negativa de la congregación a cooperar en un primer momento dificultó el trabajo de las autoridades, pero no impidió que estas desplegarán una estrategia exitosa para aplacar la propagación del COVID-19 y, sobre todo, para reducir su letalidad. Estas son las cuatro razones principales:
1. Aprendió la lección del MERS
En la historia reciente de Corea del Sur hay otra epidemia de coronavirus, en la que el país hizo muchas cosas mal. El 20 de mayo de 2015, un hombre de 68 años proveniente de un país de Medio Oriente fue diagnosticado con MERS (sigla en inglés del Síndrome Respiratorio de Medio Oriente), causado por el virus conocido como MERS-CoV.
Ese caso dio lugar al mayor brote de la enfermedad fuera de la región en la que se originó, con 186 infectados, de los cuales murieron 36. La tasa de mortalidad fue de casi 20%, 20 veces superior a la del coronavirus actual.
“Corea tiene experiencia por el manejo de emergencias anteriores, incluyendo el brote de MERS de 2015. Este antecedente reciente ha proporcionado importantes lecciones a la población coreana”, dijo a Infobae Gerardo Chowell, profesor del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Estatal de Georgia e investigador de la División de Epidemiología Internacional y Estudios de la Población del Centro Internacional Fogarty.
La respuesta inicial en ese caso fue lenta. Para agravar el problema, el Ministerio de Salud y Bienestar retuvo información en un primer momento, con la excusa de no generar alarma en la población. Como consecuencia, cientos de hospitales y de autoridades locales empezaron a recibir casos en la más absoluta oscuridad, lo que afectó seriamente su capacidad de reacción.
Por otro lado, los pacientes no fueron aislados correctamente, lo que resultó en varios episodios de transmisión intra e interhospitalaria, algo que debe evitarse por todos los medios. Adicionalmente, solo se determinó la cuarentena para el círculo más cercano de cada infectado, sin preocuparse por ver con qué otras personas había tenido contacto antes de ser internado.
El Gobierno fue muy criticado por el tratamiento del brote. Cinco años después, está claro que aprendió de sus errores.
2. Una respuesta rápida, con abundancia de tests
Si algo evidenció el estallido de COVID-19 en China son los devastadores efectos de no actuar a tiempo y dejar que avance el contagio sin hacer nada. Corea del Sur ya estaba prevenida e hizo lo contrario.
El puntal de la estrategia de contención fue desplegar un amplio y veloz dispositivo de detección temprana, distribuyendo en clínicas y hospitales de todo el país las herramientas para hacer tests gratuitos en personas con síntomas o con una simple prescripción médica. Hasta se dispuso de cabinas especiales, que permiten a los conductores realizarse pruebas sin bajarse del auto. Se realizan hasta 15.000 tests por día y ya se hicieron más 200.000 desde que comenzó el brote, mucho más que en cualquier otro lugar fuera de China.
“Creo que la tasa de mortalidad es baja en Corea porque se han hecho muchas pruebas y se han encontrado muchos casos leves. En la mayoría de los países, los tests se limitan a los más graves, por lo que la mortalidad es mayor. Corea ha tenido éxito en la identificación rápida de infectados y en su posterior aislamiento para prevenir la transmisión”, explicó Benjamin Cowling, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, consultado por Infobae.
Es cierto que el presidente Moon Jae-In fue cuestionado por minimizar el problema el 13 de febrero, cuando había solo 28 casos confirmados. Entonces dijo que la epidemia iba a “desaparecer en poco tiempo”. Pero el sistema por debajo suyo ya estaba preparado para actuar. De hecho, a diferencia de lo que había ocurrido con el MERS en 2015, el Ministerio de Salud comparte toda la información que tiene a disposición y publica todos los días un detallado balance de los casos nuevos.
El propio Moon cambió radicalmente de actitud. Esta semana, incluso luego de que empezara a verificarse una tendencia a la baja en la cantidad de infectados, sostuvo que era muy pronto para ser optimistas y que había que continuar alerta.
“La mortalidad está relacionada con la prestación de servicios de salud de calidad y con el grado de acceso de los pacientes a los servicios médicos. Por supuesto, en la situación del 20 al 29 de febrero, cuando el número de contagios aumentó rápidamente, hubo una escasez temporal de camas para internación, lo que dio lugar a muertes evitables. Sin embargo, al introducir rápidamente el sistema de clasificación de pacientes graves y leves, la hospitalización se limitó a los graves. Alrededor del 80% de los afectados son leves y se encuentran en centros de tratamiento con un en régimen de internado, en instalaciones como centros de formación corporativa, a los que se envía personal médico”, dijo a Infobae Jaewook Choi, presidente del Comité de Revisión Científica de la Asociación Médica de Corea y profesor del Colegio Médico de la Universidad de Corea.
3. Un sistema de salud universal y eficiente
Por más que el Gobierno tenga un buen plan de contención y sepa lo que hay que hacer, sin un buen sistema sanitario de base, difícilmente pueda combatir una epidemia de estas características. Si tan pocas personas sufrieron complicaciones severas por el coronavirus en Corea del Sur es también porque tiene una sanidad de primer nivel.
Es una de las razones por las que es un país con una elevada calidad de vida sin ser demasiado rico: su PIB per cápita a precios constantes es de 26.761 dólares, muy lejos, por ejemplo, de su vecino Japón, que está en 48.919 dólares, o de Singapur, que está en 58.247. Sin embargo, tiene un Índice de Desarrollo Humano de 0,906 (22º a nivel global) y una expectativa de vida de 83 años (7ª más alta).
“Corea tiene uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Los pacientes tienen acceso a los mejores equipos médicos, incluyendo respiradores mecánicos, que son muy importantes en las unidades de cuidados intensivos”, sostuvo Chowell.
Una de las claves del sistema coreano es la virtuosa articulación entre el sector público y el privado. Desde 1989 la cobertura es universal. El 97% de la población paga el Seguro Nacional de Salud y el 3% de menores ingresos es beneficiaria de un programa de ayuda, financiado a través de impuestos. Pero a pesar de que hay un solo asegurador, que es público, la mayoría de los prestadores son clínicas y hospitales privados, y los ciudadanos tienen la libertad de decidir dónde atenderse.
Como el sistema es centralizado, en la medida en que hay un solo seguro, el Ministerio de Salud tiene acceso a información médica de toda la población y tiene facultades para ejercer un rol de coordinación. Eso fue muy importante para que la respuesta al coronavirus fuera rápida y eficaz.
“El 85% de los hospitales de todo el país son privados, pero trabajan conjuntamente con el Gobierno y la comunidad médica para tratar a los pacientes de COVID-19 —dijo Jaewook—. Concretamente, las instituciones médicas públicas son responsables del funcionamiento de las clínicas de detección, de los exámenes de confirmación y del tratamiento de los pacientes leves, y las instituciones médicas privadas prestan servicios médicos de calidad y complejidad”.
El equipamiento de muchos establecimientos también fue decisivo. Los pacientes más delicados, detectados de manera temprana, fueron internados en salas con presión negativa, que evitan que el aire potencialmente contaminado salga al exterior.
“El coronavirus muestra un rápido progreso y nosotros también estamos nerviosos. Pero tenemos salas de aislamiento de presión negativa en la mayoría de los centros médicos de emergencia tras la experiencia con el MERS. Eso bloqueó la propagación e hizo posible un tratamiento activo por parte del personal médico”, afirmó Sung Hyuk Choi, profesor del Departamento de Medicina de Emergencia de la Universidad de Corea, en diálogo con Infobae.
Obviamente, el sistema está muy lejos de la perfección. En Daegu, las instalaciones quedaron desbordadas en el peor momento de la epidemia. Y no se pueden desconocer las desigualdades que existen, ya que a través de pagos adicionales las personas de mayores recursos pueden acceder a las mejores clínicas. En cambio, la mayoría de la población debe ir a hospitales en los que hay demoras y otras dificultades. No obstante, son problemas que existen en todos los países —en la mayoría, agravados—, lo que deja a Corea del Sur en una posición privilegiada en términos comparativos.
4. Confianza en las autoridades
El abordaje coreano a la crisis es, en muchos aspectos, opuesto al chino. En vez de imponer medidas draconianas, como el bloqueo total de ciudades, duras restricciones al desplazamiento de personas y apelar a la fuerza como amenaza contra los que no cumplen con las disposiciones oficiales, Corea del Sur prefirió persuadir a sus ciudadanos de actuar con precaución. Y los resultados fueron más que aceptables.
La condición indispensable para que las personas sigan por decisión propia las recomendaciones oficiales, cumplan las cuarentenas y restrinjan sus actividades es que tengan un mínimo de confianza en las autoridades. Algo que el Estado coreano consiguió siendo medianamente eficiente y transparente al momento de informar lo que está sucediendo con el coronavirus. En este punto es vital el rol del KCDC.
“La participación y la cooperación de los ciudadanos de Daegu permitió un cambio dramático, sin las medidas extremas de bloqueo de otros países”, dijo esta semana Yoon Tae-ho, un alto funcionario del Ministerio de Salud que está a cargo del trabajo de cuarentena.
Claro que también se tomaron decisiones controversiales. El ejemplo más claro es el control a través de GPS de los pacientes ambulatorios, lo que permitió crear un mapa en tiempo real para comprobar que cumplan con la cuarentena. Pero la mayoría de las personas consideran que es un costo necesario para minimizar la propagación de la enfermedad.
“El manejo activo por parte del Gobierno es lo más importante. La mayoría del personal médico y de la gente confía en las autoridades y responde bien, sin temor a cooperar voluntariamente”, concluyó Sung Hyuk Choi.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: