En su nuevo libro, Nine Lies About Work (Nueve mentiras sobre el trabajo), Ashley Goodall y Marcus Buckingham tomaron una serie de ideas aceptadas sobre el mundo del empleo y las contrastaron con la realidad. Así revelaron que, mientras se cree que a la gente le importa trabajar para una empresa, en realidad lo que le importa es el equipo en el que trabaja; o que mientras se supone que un empleado necesita feedback, en realidad lo que necesita es atención.
La octava de las mentiras a las que alude el título es mundialmente famosa: "Lo que más importa es el equilibrio entre el trabajo y la vida". Esto implica que el trabajo es algo que agota y da estrés, donde la gente se pierde y deja horas de su existencia, algo que es necesario padecer para comprar cosas. En cambio, en la vida se concentra todo lo bueno.
"Sin embargo, el trabajo no es lo opuesto de la vida. Es, más bien, una parte de la vida, como lo son la familia, los amigos, la comunidad y los hobbies", escribieron los autores en una columna para Time. "Todos los aspectos de la vida tienen su cuota de momentos maravillosos e inspiradores, y su cuota de momentos que nos desmoralizan. Lo mismo se aplica al trabajo".
Al no comprender eso, argumentaron, "se pierde de vista la posibilidad de mejorar". De la perspectiva de Goodall y Buckingham, "es más útil no tratar de equilibrar lo que no se equilibra, sino de tratar al trabajo del mismo modo que a la vida: optimizando lo que a uno le gusta".
Aunque el trabajo que hacen sea idéntico, distintas personas prefieren distintas cosas de su desempeño. Los autores dieron el ejemplo de los anestesiólogos a quienes entrevistaron. A uno le encantaba el momento en que el paciente entraba en sedación, mientras que la presión de hacerlo recuperarse le disgustaba; otra dijo que le encantaban las conversaciones antes de una cirugía, y la sensibilidad que había que aguzar para que el paciente no sufriera pánico al despertar; una tercera habló de los detalles de los distintos mecanismos químicos de las drogas anestésicas.
"Cada uno de nosotros, por ningún otro motivo que el encuentro de nuestros cromosomas, saca fuerza de distintas actividades, situaciones, momentos e interacciones", observaron.
Así hay algunas actividades que "translucen las señales del amor: antes de hacerlas, uno siente ganas de hacerlas; al hacerlas, el tiempo se acelera y uno se siente en una corriente; luego de haberlas hecho, uno se siente revigorizado".
Los autores propusieron un ejercicio: pasar una semana buscando el amor en el trabajo. En dos columnas —en un cuaderno, idealmente; también en el teléfono— hay que anotar las actividades que uno disfrutó de hacer en el trabajo y las que uno detestó, o quiso postergar, o sintió que no terminaban nunca, o deseó que nunca más tuviera que hacerlas.
"Obviamente, habrá muchas actividades que no irán a ninguna de las dos listas", advirtieron. Lo importante, en realidad, es la lista de las actividades que le dieron gusto a cada quien. "Se percibirán de otro modo que el resto del trabajo. Tendrán una valencia emocional distinta, que crea un sentimiento claramente positivo".
La investigación que sustentó Nine Lies About Work mostró que "el 73% de las personas dice que tenemos la libertad de modificar nuestro trabajo para que se ajuste mejor a nuestros puntos fuertes, pero sólo el 18% de nosotros lo hace". La idea que propusieron es usar la lista de tareas que dan gusto "para cambiar, con el tiempo, el contenido del trabajo, de manera tal que tenga más cosas que a uno le dé gusto hacer y menos de las que desea escapar".
Pensar trabajo y vida como categorías antagónicas no es, en opinión de Goodall y Buckingham, una estrategia eficaz. "En cambio, las mejores categorías son 'me gusta' y 'detesto'", concluyeron. "Nuestro objetivo debería ser, poco a poco, semana tras semana, cambiar intencionalmente la inclinación de nuestro trabajo hacia la primera y lejos de la segunda".
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