Todo comenzó en 2012, cuando Jayne Hardman jugaba con su perro CeCe en su casa de Redditch, un municipio británico. No hizo nada especial, pero en un descuido, el mastín napolitano le golpeó el rostro y su nariz comenzó a sangrar.
No parecía nada grave. Los médicos la revisaron y comprobaron que no estaba rota, así que le recomendaron que le aplicara a la zona un poco de hielo. Pero la hinchazón empeoró durante los siguientes seis meses y, después de acudir a su médico de cabecera y a especialistas en oídos, nariz y garganta, las causas de la inflamación seguían siendo un misterio.
Recién en junio de 2014, cuando fue derivada a uno de los mejores cirujanos nasales de Gran Bretaña, David Roberts, encontró las primeras respuestas: le diagnosticaron granulomatosis de Wegener, que atacó el tejido de su nariz.
Esta rara vasculitis fue pudriendo su nariz paulatinamente hasta que debieron extirpársela por completo.
"Después de que me amputaran la nariz empezaron a buscarme una prótesis que me sirviera y ahora tengo una perfecta y tengo la confianza para salir de mi casa cuando quiera", cuenta Hardman aliviada.
"Probé otras cuatro narices antes de tener la que tengo ahora, no podría estar más feliz con ella, está muy bien y la gente piensa que es real, así que, aunque he perdido mi verdadera nariz, siento que ahora estoy completa".
La prótesis se prende no bien se acerca al rostro, por los imanes. "Me la quito todas las noches antes de ir a la cama y pongo un yeso sobre el agujero. A la mañana enjuago el agujero porque todavía produce moco", explica con detalle.
Hardman está feliz con la prótesis y solo admite un problema: "Cuando estornudo tengo que asegurarme de que la sostengo bien".
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