Sucedió de nuevo, ya se esperaba, pues desde el culiacanazo, en 2019, el destino de Ovidio Guzmán estaba marcado, El operativo frustrado del Culiacanazo aquel 17 de octubre había significado una afrenta contra el gobierno de la 4T. No era para menos, fue un operativo mal planeado, a plena luz del día y con la población en movimiento, el resultado fue la liberación de Ovidio, hijo de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Ese día, según declaración del secretario de la Defensa, habían actuado un total de 800 jóvenes sicarios del Cártel de Sinaloa frente a un grupo de alrededor de una centena de militares.
Hoy los hechos fueron similares, pero con una estrategia mejor planeada. De entrada, el día de ayer fue removido el General de la novena zona militar, aquí en Culiacán. Además, el operativo cambió de escena; ya no fue el sector centro de la ciudad, sino una comunidad cercana, Jesús María, pueblo nativo de los hijos del Chapo; la hora fue en la madrugada ante una reinante oscuridad. Los efectivos militares según fuentes oficiales, fueron novecientos. Todo esto operó como factor sorpresa, pues cuando los miembros del CS hicieron sus movimientos ya todo estaba terminado, Ovidio era trasladado a la Ciudad de México, al campo militar número uno.
Mientras tanto, en la ciudad de Culiacán reinó el miedo y la incertidumbre desde que empezó a circular en redes el operativo, los enfrentamientos y la quema de vehículos. Cuando se supo de los disparos desde un helicóptero en Jesús María, todo mundo supuso que iban contra el “Ratón”.
A la caza del “ratón”
El objetivo de este operativo era asunto obligado y lógico. Era el “menor” más visible y quien tenía una deuda que pagar con el gobierno federal. De ser un miembro de bajo perfil en su familia, pasó a ser una figura icónica para muchos jóvenes en Sinaloa, una canción “el Ratón”, popularizada hasta la médula entre los jóvenes sinaloenses, gorras y llaveros con la figura de un Ratón se empezaron a vender por montones en los comercios del Estado, además se había convertido en el mayor emblema de su familia, pero esta publicidad sirvió para ser una figura sobre la cual cayeran los reflectores de las autoridades mexicanas y estadounidenses.
Hoy el presidente López Obrador no dijo nada sobre el suceso, obvió los comentarios. Algo ha de haber pasado por su mente con la forma de este operativo, muy similar al que en 2017, hiciera el gobierno de Peña Nieto desde dos helicópteros artillados contra Juan Francisco Patrón Sánchez, el H2, lugarteniente en Tepic de los Beltrán Leyva, el cual fue duramente criticado por él en su mañanera del 6 de septiembre del año pasado cuando dijo que se había asesinado a jóvenes, cosa que no debió haber pasado, menos utilizando este tipo de ataques permitido sólo en actos de guerra. Sin embargo, en una acción parecida, el ataque realizado en la captura de Ovidio, la madrugada de hoy no tuvo gran diferencia. Esperemos para ver cuál es el saldo real de esos momentos críticos.
La detención del Ratón servirá para acallar voces que hablan de posibles componendas y complicidades entre el gobierno de la 4T con el Cártel de Sinaloa, específicamente con los Chapitos. Mucho se especuló sobre este asunto después de su decisión de soltarlo en octubre del 19, y después también de un saludo concedido a doña Consuelo, madre de Guzmán Loera.
Por lo pronto veo un escenario posibles: habrá una tensa calma al suponer la imposibilidad de ir contra este acto de gobierno, igual que pasó con la detención del Chapo, nada pasó después, todo mundo aceptó una realidad prevista, nada había que hacer ya, el imperio del CS se garantizaba mediante el silencio.
Mientras tanto, en Culiacán hay de nuevo una pesadez por la situación, pero en muchos queda una sensación de lamento por la detención de Ovidio a quien, como hace tres años, ven como parte de una comunidad local compartida por todos quienes habitamos este territorio, pero también a quien ven como parte de una comunidad enganchada culturalmente con los elementos de una cultura enredada en la madeja del narcotráfico y a quien debe parte de sus constructos simbólico.
Lo de hoy, reafirma que la fortaleza del narcotráfico en Sinaloa se debe en parte al basamento cultural generado a lo largo de cinco o seis décadas en torno a esta actividad ilícita. De igual modo, la transformación social y económica.
¿Cómo combatir una actividad laboral arraigada en el trasiego de drogas sin tocar siquiera los hilos intangibles de una cultura surgida en torno suyo? Es difícil siquiera imaginarlo, pues la guerra contra el narcotráfico, declarada en 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón, demostró lo catastrófico de una embestida exclusivamente militar sin haber atendido cuestiones de índole cultural, educativo, económico y jurídico. A la fecha no se cuantifican bien a bien los daños sociales y humanos.
Culiacán es icónica por sus constructos culturales surgidos alrededor del narco. Un panteón atípico por su arquitecturas funerarias, construido casi específicamente para los grandes capos; un santo popular, Malverde, identificado con los narcotraficantes; un estilo de vida con significaciones estéticas en el cuerpo modificado de algunas mujeres y arropado con los últimos atavíos de la moda en los hombres; un modo típico del habla con modismos característicos de la localidad; un sistema de relaciones familiares, comunitarias y societales dependientes de la narcoeconomía hacen de Sinaloa, querámoslo o no, un estado compenetrado intensamente por las simbologías de la narcocultura, atravesadas por la violencia asentada y arraigada en forma de desplazamientos y desaparciones forzadas que obligan a familias enteras a dedicarse a la búsqueda de sus seres queridos; el juvenicidio que no para en la merma de una comunidad joven que no parece ver un futuro promisorio, muchos de los cuales se ven forzados por necesidad, a incorporarse a las filas de los grupos criminales.
Por eso reitero, como en 2019, Sinaloa, y Culiacán específicamente, está para nuestra desgracia, emplazados a seguir padeciendo los estragos de una cultura surgida en contornos de violencia y a seguir repitiendo estos lamentables sucesos que, como los de hoy, sólo harán patente nuestra vida cómplice, quebrada y adolorida, pero también la necesidad de buscar alternativas que atemperen este dolor.
*Académico de la Universidad Autónoma de Sinaloa y habitante de Culiacán.
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