En la actualidad, pueden encontrarse historias de crimen horrorosas. Asesinatos, riñas, robos, entre otros. Sin embargo, este tipo de delitos han existido desde siempre en México, y prueba de ello, son los registros que se tienen de los delitos que se cometieron en la Ciudad de México en el año 1864, que, curiosamente, fue el año en el que llegó Maximiliano de Habsburgo y Carlota a gobernar el país.
Ellos llegaron a México luego de que el gobierno de Francia, a cargo de Napoleón III decidiera invadir al país, tras la negativa del presidente mexicano Benito Juárez de pagar la deuda externa a Francia, Inglaterra y España. Sin embargo, Juárez se retractó, tras amenazas de ataques de esos países europeos a México, algo que hizo que Inglaterra y España llegaran a un acuerdo con México, más no así Francia, lo que desembocó en una segunda invasión de ese país al nuestro (la primera invasión de los franceses fue conocida como La Guerra de los Pasteles, en 1838), y posteriormente, en el Segundo Imperio de México (el primero se estableció cuando México se independizó de España, en 1821, y a cargo de él estuvo Agustín de Iturbide).
De acuerdo con el historiador y divulgador cultural Enrique Ortiz, en 1864, año en el que llegaron Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota a México para establecer el Segundo Imperio de México, en la Ciudad de México se registraron mil 570 actos delictivos.
Según un tuit de la cuenta @Cuauhtemoc_1521, a cargo de Ortiz, de estos delitos, 126 fueron homicidios, 502 de riñas, 233 de robo, 26 de adulterio y 43 de rapto, estupro e incesto. Sin embargo, el mismo escritor e historiador señala que esto solamente representa a los actos delictivos que fueron denunciados, y seguramente, fueron muchos más.
¿Qué acostumbraba comer la pareja imperial?
Los emblemáticos emperadores de México que gobernaron la nación durante el breve periodo del siglo XIX —conocido como el Segundo Imperio Mexicano—acostumbraban a comer platillos únicos durante su estancia, mientras residían en el Castillo de Chapultepec.
Por ello, la cocina de la casa imperial ha sido objeto de curiosidad dentro del imaginario mexicano, así como múltiples aspectos más de la vida de la pareja europea. Sin embargo, con respecto a su alimentación, en la actualidad se encuentran algunos soportes históricos que dejaron cuenta de los menús que alcanzaron a degustar.
Fue de 1864 a 1867 que Maximiliano de Habsburgo y la emperatriz consorte de México, su esposa Carlota, fueron la cabeza de la aristocracia mexicana. A su llegada al país trajeron consigo sus costumbres, tradiciones y hábitos, dentro de los que se encontraban sus preferencias alimentarias.
De acuerdo con el libro Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte de José Luis Blassio, publicado en 1905, la pareja arribó a México con un nacionalismo arraigado, por lo que trajeron sus decoraciones, sus banquetes y los platillos que solían consumir.
En dicho texto se lee que el desayuno tenía lugar al término de la cabalgata del emperador, cerca de las 7:00 horas. Tomaba chocolate de agua y un par de panes vieneses. Previo a su salida a la plaza mayor (a las 9:00 horas) tomaba de almuerzo platillos austrohúngaros, como consomés de knödeln y crepas de crema de queso y coñac.
Por la tarde, la comida era donde más alimento de disfrutaba. Generalmente se disfrutaban en compañía de invitados; en tiempos de calor servían ensaladas con frutas de temporada y entre el otoño y el inviernos, sopas y consomés.
De plato fuerte se ofrecían diversas carnes, como lechón, ternera, carnero, así como aves de caza. Sin embargo, de acuerdo con diversos historiadores, la pareja imperial también comenzó a degustar preparaciones con elementos de la región, en una suerte de mezcla gastronómica.
Se dice que la comida se servía en punto de las 16:00 horas, mientras que uno de los platillos favoritos de Maximiliano fueron los chiles rellenos de queso, así como las crepas de huitlacoche. La cena constaba de un chocolate caliente o café, así como bizcochos con mermeladas.